Un equipo técnico en su gran mayoría español y un elenco con preponderancia argentina unieron fuerzas para una coproducción que incursiona con solvencia y solidez en el cine de género, aunque la sumatoria de subtramas y capas que recubren el conflicto principal (el atraco a un banco) no siempre agregan demasiado al conjunto y en algunos casos incluso terminan restándole algunos puntos a lo que en definitiva es un producto bastante entretenido. Jorge Guerricaechevarría –guionista habitual de Alex de la Iglesia– escribió esta historia sobre un comando de atracadores liderado por El Uruguayo (Rodrigo de la Serna) y El Gallego (Luis Tosar) e integrado también por un par de argentinos, El Loco (Joaquín Furriel) y Varela (Luciano Cáceres), que en un día lluvioso y de tráfico imposible irrumpen en la sucursal de un banco de Valencia que está en pleno proceso de reestructuración (se habla de una lista de empleados que están a punto de perder su empleo).

Los delincuentes planean saquear las cajas de seguridad y huir por unos túneles, pero el diluvio ha anegado las alcantarillas y obliga a cambiar los planes. Además, el misterioso contenido de una de esas cajas generará no sólo una tensión entre los dos líderes de los asaltantes sino también una creciente preocupación en los distintos negociadores y en las más altas esferas de la política española. El director Daniel Calparsoro –de amplia experiencia en el thriller– ratifica su profesionalismo y ductilidad para el género, pero la película, que funciona razonablemente bien en el terreno clásico del robo a un banco (remite en varios aspectos a Plan oculto, recordado film de Spike Lee con Denzel Washington), termina siendo engordada con demasiadas hormonas y se pone además algo obvia y moralista cuando denuncia las miserias y corrupciones del poder. Cuando intenta justificar su título –que responde al viejo dicho sobre quien roba a un ladrón–, es cuando resulta menos eficaz. De todas formas, el imponente despliegue de recursos en la producción, el ingenio en varias de sus vueltas de tuerca y el talento que se reunieron delante y detrás de cámara alcanzan para convertir a 100 años de perdón en un más que digno producto con aspiraciones masivas.