La notable 120 pulsaciones por minuto propone una crónica ficcionada de la actividad de Act Up París (AIDS Coallition To Unleash Power), organización que desde su fundación en 1989 y durante varios años luchó –muchas veces como grupo de choque con medidas de acción directa– por los derechos de los portadores y los enfermos contagiados con el virus del SIDA. El director Robin Campillo –director de reconocidos films como Les Revenants y Eastern Boys– integró de joven Act Up París y de hecho vivió varias de las extremas situaciones que se presentan en esta película que coescribió con Philippe Mangeot, presidente entre 1997 y 1999 de la entidad. Tras pelear durante muchos años para concretar este proyecto –que podría definirse como una mixtura estilística entre la apuntada La clase y La vida de Adéle, con largos debates internos en asambleas y contundentes escenas de sexo, de demostraciones callejeras y de bailes con música house en discotecas–, Campillo pudo saldar esa deuda pendiente con una narración que logra trasmitir un espíritu de época y un retrato generacional (al menos de un sector como el de los activistas gays con HIV) gracias a una potencia, una convicción, una credibilidad y una crudeza propias del mejor cine francés contemporáneo. Diego Batlle

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