Página web del Festival de Sitges.

EQUALS. Drake Doremus. 101 minutos. Estados Unidos (2015). Con Nicholas Hoult, Kristen Stewart, Vernetta Lopez.

Pese a que, en su capa superficial, Equals abraza las coordenadas del género de la ciencia-ficción distópica, su esencia es gemela a la de la saga Crepúsculo. Una melosa celebración del drama romántico para adolescente, la película de Drake Doremus (director de Como locos) funciona a partir de un in crescendo emocional que hermana pasión y tragedia. En su arranque, Equals esboza una evidente parábola sobre la incomunicación a la que parecen condenadas las sociedades modernas, pero con el encuentro entre los personajes de Silas (Nicholas Hoult) y Nia (Kristen Stewart), el film halla su verdadero norte: un ingenuo y edulcoradísimo romanticismo propulsado por la idea del amor clandestino. Y, claro, si hablamos de una heroína (post)adolescente de la pasión prohibida, cómo no pensar en Stewart, la más atormentada de las reinas de la galaxia teen actual. Stewart es el caballo ganador del dúo protagonista: en un papel hecho a medida, la joven drama queen tiene la oportunidad de morderse el labio inferior unas cuantas veces, exhibir apesadumbradas ojeras y ofrecer un nuevo recital de recogimiento acongojado. A su lado, la inexpresividad de Nicholas Hoult resulta aún más evidente.

Filmada inicialmente con planos generales que capturan la anestesia emocional de este mundo de “iguales”, Equals cambia radicalmente de registro para reflejar el vendaval amoroso del dúo protagonista. Es entonces cuando Doremus perpetra una versión ahuecada del impresionismo de Sofia Coppola, con algún tic de Wong Kar-wai y mucha iconografía indie. El trabajo de montaje puede recordar a la cara menos consistente del cine de Terrence Malick, aunque las comparaciones más justas deberían establecerse con un título como Un amor entre dos mundos de Juan Solanas. Después de escribir la interesante Moon de Duncan Jones, el guionista Nathan Parker no exhibe su cara más talentosa en Equals: aliñada con referencias bíblicas y encrucijadas shakespearianas, lo peor de la película se encuentra en los diálogos románticos susurrados por Stewart y Hoult. “El amor es como un tornado que te arrastra”, espeta el enamorado protagonista después de descubrir el placer carnal. Una frase que condensa a la perfección el abrasador y pasteloso sentimentalismo de Equals. Manu Yáñez

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LA REGIÓN SALVAJE. Amat Escalante. 100 minutos. México, Dinamarca, Francia, Alemania, Noruega, Suiza.

El ganador del premio al Mejor Director de Cannes 2013 por Heli, se aleja de su filmografía anterior con La región salvaje. Sin embargo, este distanciamiento respecto a sus tres largometrajes precedentes no obedece a una cuestión temática, sino al género empleado. El experto en dramas criminales, protagonizados por residentes o emigrantes de Guanajuato, abraza aquí el género fantástico para ofrecer un nuevo enfoque a las mismas cuestiones sociopolíticas que le obsesionan desde su magnífico debut, Sangre. Como señaló Escalante en la presentación del film en Venecia, no es necesario recurrir al hiperrealismo por cuarta vez consecutiva para describir la degradación moral del México contemporáneo. Con películas sobre monstruos que vienen del espacio (o sin ellos), aquello indecible seguirá sucediendo en el país, puesto que la realidad ya ha superado cualquier tipo de ficción que invente el cine mexicano. Después de la singular Tenemos la carne –descubierta en la pasada edición del Festival de Rotterdam– La región salvaje se convierte en la segunda película de terror mexicana de este año sobre personajes abandonados en un sanguinario infierno carnal que funciona como metáfora de la actualidad. No obstante, Escalante consigue articular una fórmula única que baraja el oscuro imaginario de Carlos Reygadas –especialmente el de Post Tenebras Lux– y la sordidez del Anticristo de Lars von Trier. Carlota Moseguí

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LE SECRET DE LA CHAMBRE NOIRE (DAGUERROTYPE). Kiyoshi Kurosawa. 131 minutos. Francia, Bélgica, Japón (2016). Con Tahar Rahim, Constance Rousseau, Olivier Gourmet.

Ya lo dije en la Berlinale de este año, en la reseña de Creepy: Kiyoshi Kurosawa ha vuelto a su mejor forma. En este caso, además, el desafío era doble, porque se trata de una coproducción con Francia y Bélgica, hablada en francés, en la que aparecen figuras de la talla y del peso simbólico de Mathieu Amalric y Olivier Gourmet. Una historia de fantasmas algo más clásica que aquella a la que nos tiene habituados Kurosawa, aunque los giros del último tercio de la película desmientan parte de lo afirmado. El tempo y el mundo del director de Pulse, Cure y Doppelganger (esta última, de 2003, posiblemente su última gran película) se ensamblan perfectamente en el tono y el decir de cierto cine francés. Es difícil ese transplante (término especialmente pertinente en este caso, ya que un vivero y una posible mudanza formaran parte central de la trama), y Kiyoshi Kurosawa se hace cargo del viaje sin descuidar o ignorar su esencia. El clima enrarecido, la propia duda acerca de quiénes son los fantasmas en la historia que vemos en pantalla, necesitan de una determinada extensión y justifican alguna morosidad por la mitad del metraje. Fernando E. Juan Lima

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I TEMPI FELICI VERRANNO PRESTO. Alessandro Comodin. 100 minutos. Italia, Francia (2016). Con Sabrina Seyvecou, Erikas Sizonovas, Luca Bernardi.

Los dos jóvenes de I tempi felici verranno presto –film presentado en sesión especial dentro de la Semana de la Crítica de Cannes– corren y se esconden por los bosques y la montaña; huyendo de un ‘algo’ abstracto que contrasta con lo concreto de las acciones que llevan a cabo: bañarse en un lago, preparar una trampa para cazar comida… Durante estos primeros minutos, el film cautiva por el puro gozo de su condición material, fotografiando (en 35mm.) el verde de las hojas y el marrón de la tierra. No necesitamos nada más, pero cuando los dos fugados llegan a un punto de no retorno, la estructura se quiebra para recoger el testimonio oral de diversos cuentos y leyendas en torno a los lobos, y llevarnos hasta el tercer y más extenso bloque de film.

El film de Comodin bien podría telonear a la última obra de Alain Guiraudie, Rester vertical. Ambas películas se aproximan a un territorio mítico por una puerta trasera (o, como mínimo, lateral), evocando la figura del lobo como fuente de peligro y abstracción. Pero si en el largometraje de Guiraudie el animal acaba compareciendo en pantalla, I tempi felici verranno presto presenta el lobo como una criatura ambigua, quizá personificándolo en alguno de los personajes, quizá dejándolo en fuera de campo. En cualquier caso, la manera en que el director italiano trabaja su mitología resulta tenue en exceso, sacando más fuerza de los detalles que captura en plano –la afectuosa caricia a un animal, un joven cercando en silencio a una joven mientra se baña en un lago– que de la argamasa conceptual. Gerard Casau