Página web del Festival de Sevilla (8-16 de noviembre).

THE SOUVENIR. Joanna Hogg. 120 minutos. Reino Unido, Estados Unidos. Honor Swinton Byrne, Tom Burke, Tilda Swinton. Ciclo Joanna Hogg.

Las dos horas de metraje de The Souvenir, la nueva película de la británica Joanna Hogg, funcionan como un gran movimiento de acercamiento. De partida, una serie de fotografías en blanco y negro de una ciudad (presumiblemente, Sunderland) brindan una panorámica privilegiada del lugar en el que va a transcurrir la acción. Mientas, dos voces en off otorgan un sentido narrativo a la colección de imágenes estáticas: resulta que una joven directora de cine pretende rodar ahí una película. A partir de ahí, la cámara se va acercando. Hacia determinadas clases sociales (aquí, una aristocracia de decadencia viscontiana), hacia unos ambientes, hacia unas fiestas, hacia Julie (Honor Swinton Byrne), hacia un hombre enigmático. Se va estrechando el círculo. Se va comprimiendo un cuadro lleno de sugerencias de sentido.

La cámara de Hogg no deja de moverse hacia delante, incidiendo en la vida privada de sus protagonistas… e insinuado un carácter insondable. Julie conoce a Anthony (Tom Burke, descomunal en su intimidante repertorio de miradas), y éste le pregunta acerca de la verdad contenida en la película que está filmando. A partir de ahí, cuando el plano corto ha tomado el relevo del largo, todo se emborrona; la imagen granulada se enturbia: la mentira se va apoderando del relato. La omnipresencia de espejos o cristales en The Souvenir apunta a algo más que al puro lucimiento estético: acentúa la dimensión elíptica del film. En vez de dar pistas desde una posición privilegiada, la puesta en escena se contagia de la confusión circundante, e intenta encontrar sentido a través de cualquier resquicio. Las imágenes nos llegan partidas, desdobladas… ilustrando las deformidades de la trama.

El carácter autobiográfico de la película, sumado a su componente metafílmico, crea un juego constante de simetrías y reflejos que funden dimensiones. Por ejemplo: Julie (Honor Swinton Byrne) es el alter ego de Joanna Hogg, y su madre en la ficción es su madre en la vida real, Tilda Swinton. El misterio de The Souvenir nace de la interacción entre los actores, la directora y los personajes, y parece que solo pueda disolverse con la ayuda del arte, sin olvidar que el arte se debe al misterio. Víctor Esquirol

HOGAR (MATERNAL). Maura Delpero. 91 minutos. Argentina, Italia (2019). Lidiya Liberman, Denise Carrizo, Agustina Malale. Sección Las Nuevas Olas.

Tras una larga experiencia en el documental, Maura Delpero, nacida en Bolzano pero radicada en la Argentina, debuta en la ficción con un film que, en sus primeros minutos, describe la dinámica cotidiana de un centro para madres adolescentes de bajos recursos que manejan en Buenos Aires unas monjas italianas. La tensión entre las muchachas (todas embarazadas o con niños pequeños) y las religiosas es permanente, pero también los roces entre las internas. Dentro de un relato bastante coral, Delpero fija la atención en los personajes de Luciana y Fátima (interpretadas con convicción por las debutantes Agustina Malale y Denise Carrizo), amigas tan opuestas como complementarias: la primera, siempre rebelde, está obsesionada con salir y tener intensas aventuras afectivas y sexuales; mientras la segunda es mucho más tranquila y concienzuda.

El film expone las dificultades, negaciones y angustias de estas adolescentes y jóvenes que fueron madres antes de tiempo, sin contar en muchos casos con la seguridad económica, la madurez emocional ni las ganas íntimas de tener hijos y ocuparse de ellos. Lo hace con sensibilidad, sin golpes bajos, sin juzgar a sus criaturas por sus carencias, dificultades o excesos. La película da un vuelco cuando llega a la institución Sor Paola (Lidiya Liberman, vista en Sangre de mi sangre, de Marco Bellocchio), única Hermana joven que, más allá de cierta timidez, rápidamente se siente atraída por el mundo de las adolescentes, en especial por el de Fátima y por Nina, la pequeña hija de Luciana. Narrada con rigor y austeridad, dotando a sus personajes de gran profundidad psicológica, Hogar (Maternal) es un film emotivo e inquietante en su mirada a la construcción de la identidad femenina. Diego Batlle

BAIT. Mark Jenkin. 89 minutos. Reino Unido (2019). Con Edward Rowe, Mary Woodvine, Simon Shepherd. Sección Revoluciones Permanentes.

Hay algo singular en Bait, el incómodo primer largometraje del realizador británico Mark Jenkin. Algo que tiene que ver con la belleza casi irreal de algunos de sus planos en blanco y negro, rodados en una Bolex manual de 16mm y procesados a mano, o con el choque que se produce entre una puesta en escena anclada en los orígenes del cine británico y una historia profundamente contemporánea. Para contar el drama de un pueblo costero, en el que se enfrentan dos familias –una empeñada en mantener las tradiciones de la pesca ancestral, otra decidida a sacar rendimiento económico al incipiente turismo–, Bait apuesta por una forma que es casi imposible desligar de los pioneros del Free Cinema, aquellos jóvenes airados que a mediados de los años 50 arremetieron contra el cine de propaganda y trataron de encontrar belleza en las clases populares, en los espacios de la vida cotidiana, en aquellos lugares a donde no llegaba el cine oficial.

Por otra parte, resulta casi imposible leer Bait, película realizada en pleno debate sobre la forma que finalmente alcanzará el Brexit, si no es a la luz de una tradición y un contexto de crisis nacional, cuestiones que subyacen en el retrato etnográfico que propone el film. Está primero la preocupación por un país, el propio del director, que como aquella Gran Bretaña de la posguerra, amenaza con deslizarse por un abismo, inmerso además en un momento global de cambio e incertidumbre. Las viejas costumbres –la pesca que un personaje de Bait se empeña en enseñar a su hijo– se tambalean ante los nuevos negocios globalizados, ese turismo que todo lo invade en busca de falsas ideas de autenticidad (bello y amargo momento, en el que la dueña de la casa afirma que compró por internet las boyas, redes y aparejos marinos con los que adorna su casa… en un pueblo de pescadores).

En Bait palpita también una urgencia por retratar lo coditiano, lo invisible, los conflictos del día a día. Invocando la herencia del Free Cinema, o incluso la estirpe del Robert Flaherty que rodó en Irlanda Hombres de Arán, en 1934, Bait se erige en un trabajo de ficción que se asienta en lo real en un frágil equilibrio. Una ficción rodada de forma precaria, con una toma por plano, sin repeticiones, y evidenciando cierto amateurismo en la interpretación y la escritura de los diálogos, Bait no esconde su condición de proyecto realizado con estudiantes de una escuela de cine. Así el film se arraiga en una tradición de un cine tosco, pero no renuncia a buscar nuevas formas e ideas. La película tiene momentos prodigiosos en cuanto al montaje narrativo, que disloca los tiempos, avanza escenas o acontecimientos, y trabaja los detalles visuales y sonoros con un evidente y nada disimulado artificio. Todo el sonido ha sido añadido en postproducción, lo que provoca una interesante dislocación entre lo real y lo ficcionado, una suerte de separación entre lo que vemos y oímos. A la postre, más allá de la nostalgia algo indisimulada que la película, Bait deviene una tan imperfecta como sugerente. Gonzalo de Pedro Amatria

UN FILM DRAMATIQUE. Éric Baudelaire. 114 minutos. Francia (2019). Las Nuevas Olas – No Ficción

El director de L’Anabase de May et Fusako Shigenobu, Masao Adachi et 27 années sans images y Letters to Max trabajó durante cuatro años con un grupo de 20 estudiantes del colegio secundario Dora Maar de Saint-Ouen (ubicado en un suburbio bastante marginal como el de Saint-Denis, al norte de París) para crear lo que en definitiva es un film colectivo en el que chicos y chicas de diferentes orígenes y condiciones sociales agarran la cámara y (se) filman. No importa aquí la prolijidad (la cámara se bambolea, abundan los fueras de foco) porque lo que interesa aquí es la proximidad, la urgencia, la naturalidad y la sinceridad de estos adolescentes (varios de ellos provenientes de familias africanas) que cuentan de manera intuitiva sus experiencias íntimas, sus andanzas escolares, su visión sobre el racismo y las diferencias de clase –le dedican unos cuantos comentarios mordaces a Marine Le Pen–, sus esperanzas y sus sueños.

Lo mejor del trabajo de Baudelaire es que no intenta apropiarse del trabajo grupal ni imponer su discurso. Es una película de, por y para ellos. Y, tras ese proceso artístico lleno de libertad, quedan viñetas y situaciones que nos hacen (re)pensar a los adultos sobre cómo viven, sienten y analizan la realidad la juventud actual. Diego Batlle

DE UNA ISLA. Jose Luis Guerin. 25 minutos. España (2019). Sesión Especial.

En el cortometraje De una isla, el director de En construcción y La academia de las musas nos embriaga con las románticas esencias de una naturaleza sin la cual no se puede entender el terreno que estamos pisando. Así, este “drama geológico” nos invita a entender los siglos de historia humana a través de pulsiones telúricas. El blanco y negro, los 16mm y un silencio apoyado sobre títulos explicativos nos remiten a los orígenes de un arte (el cinematográfico) que interpela aquí a los mismísimos orígenes del planeta. Y, ante el atisbo de la existencia de visiones enfrentadas sobre ese origen, Guerin se parapeta en el terreno filosófico de César Manrique, arquitecto de ríos, grutas y lagos cuya formulación del espacio alcanzó la relevancia política suficiente como para que la isla de Lanzarote se erigiera en orgullosa excepción frente a la imperante explotación del espacio natural.

Para combatir esta falta de respeto hacia el entorno, Guerin busca argumentos en un cine maravillado ante el poder de los elementos. La niebla sirve para fundir imágenes y transitar entre escenarios, la sombra de la cámara (plantada en un trípode) se confunde con las que proyectan las montañas del fondo, gigantes de roca que rompen un horizonte infinito. El cineasta barcelonés convierte la contemplación en apreciación. La narración, por consiguiente, brota de la tierra, y navega por el inmenso océano, y vuela llevada por el viento. La Historia ya no es una engorrosa tarea pendiente, sino el resultado de una sedimentación sabia y preciosa que debería calar en la voluntad humana. Suena a fantasía, y se percibe como tal, como una celebración del vínculo primigenio entre el cine y los sueños. Ahí deberíamos hallar una inspiración. Víctor Esquirol

FAMILY ROMANCE, LLC. Werner Herzog. 89 minutos. Estados Unidos (2019). Sección Revoluciones Permanentes.

Con mínimos recursos técnicos y económicos, en tiempo récord, optimizando al máximo los tiempos (rodó un total de apenas 300 minutos para un neto de 89) y manejando él mismo la cámara, el creador de Fitzcarraldo narra la historia de la compañía del título, que ofrece como servicio a actores que se hacen pasar por familiares o amigos que regresan después de mucho tiempo o cumplen cualquier otro sueño que el cliente quiera concretar. El protagonista (un notable Yuichi Ishii, quien es además el creador y responsable de esta empresa que existe en la vida real) es el encargado de liderar varias “misiones” o encargos, pero el principal se centra en la figura de la madre de una niña de 12 años, que contrata a Ishii para que se haga pasar por su padre, al que no ve desde que era un bebé. El problema es que relación se torna demasiado intensa, afectiva, y el acuerdo comercial entra en crisis para todas las partes.

A los 76 años, el director alemán no para de trabajar tanto en ficción como en documental, y en Family Romance, LLC hay un poco de ambas vertientes con una mirada curiosa a los fenómenos sociales, culturales y naturales de Tokio y una inteligente construcción dramática sobre esta relación padre-hija postiza. No es la primera vez que un cineasta alemán se obsesiona con Japón (por ejemplo, hace dos décadas Doris Dörrie filmó allí Sabiduría garantizada), pero Herzog –más allá de un uso abusivo de las imágenes aéreas con drones y de cierta desprolijidad técnica– consigue un contundente e inquietante ensayo sobre estos tiempos de soledad, incomunicación, angustia y artificialidad. Diego Batlle