Página web del Atlántida Film Fest

FRENZY. Emin Alper. 119 minutos. Francia/Turquía/Qatar (2015). Con Mehmet Ozgur, Berkay Ates, Tülin Özen. Sección Política y Controversia.

Galardonado con el Premio Especial del Jurado de la Mostra de Venecia de 2015, este híbrido de drama social, thriller urbano y terror psicológico fue uno de los contados descubrimientos que deparó la Sección Oficial del certamen italiano de aquel año. Planteada como una laberíntica inmersión en la psique de un pueblo golpeado por el desconcierto y la paranoia, Frenzy describe un periplo siniestro por los diferentes vértices de una familia disfuncional formada por un expresidiario, un hermano desaparecido, otro hermano con tendencias neuróticas y una mujer adúltera. Un crudo panorama que arranca dentro de los márgenes del realismo y que se va enrareciendo poco a poco a medida que las tensiones del contexto social –el autoritarismo del estado, la violencia terrorista, la miseria económica– van haciendo mella en el disgregado núcleo familiar. La película juega con la idea del aislamiento geopolítico a través del encierro físico de los personajes, como demuestra una intrigante escena en un cavernoso bar clandestino.

Aunque el as en la manga de Frenzy llega con la caída en la demencia del hermano neurótico, que tras tomar consciencia de lo abyecto de su profesión –se dedica a cazar perros callejeros– se precipita por una espiral de alucinaciones claustrofóbicas. En este punto, la película se hermana con la obra de Roman Polanski en su acercamiento a la psicosis, evocando de paso el imaginario de Kafka. El director Emin Alper demuestra que sabe cómo invocar un clima de catástrofe social a través de la representación de una crisis individual: una suerte de Apocalipsis privado que se proyecta al exterior bajo la forma de una confusa guerra civil. Por desgracia, Frenzy abusa de los quiebros narrativos y de unos simbolismos más bien obvios. Uno tiene la impresión de que Alper nunca termina de estar seguro de que su mensaje esté llegando al espectador. Una falta de confianza en el esqueleto de la historia que, en todo caso, no ensombrece los logros del film: su atmósfera opresiva, su narrativa envolvente y su contundente crítica social. Manu Yáñez

THE DAZZLING LIGHT OF SUNSET. Salomé Jashi. 74 minutos. Georgia, Alemania (2016). Foco Rusia.

Ganador del premio a Mejor Opera Prima en el prestigioso festival Visions du Réel, este documental de Salomé Jashi describe el trabajo cotidiano de Dariko, una reportera/presentadora todoterreno que trabaja en un canal regional de una pequeña comunidad de Georgia. Las condiciones laborales y tecnológicas son penosas, pero ella se las ingenia para correr de un lugar a otro, hacer un noticiero, moderar un debate preelectoral y cubrir desde entierros hasta eventos culturales. Junto a ella iremos descubriendo la dinámica del lugar, con sus situaciones absurdas, patéticas, coloridas y queribles, pero también la dificultad que enfrenta una mujer que quiere desarrollar una actividad digna en medio de una sociedad machista y de las miserias sociales e intereses políticos. Jashi pone la cámara siempre fija a una distancia prudencial para observar y registrar, sin forzar las situaciones. El resultado es un registro honesto y contundente, aunque también un poco árido por las propias decisiones y limitaciones que se impuso la realizadora. Diego Batlle

THE LAST OF US. Ala Eddine Slim. 95 minutos. Con Fethi Akkari, Jahwar Soudani. Túnez, Qatar, Emiratos Árabes, Líbano. Sección Muros y Fronteras.

Este primer largometraje del cineasta tunecino Ala Eddine Slim es un alegórico relato sobre la situación en Africa del Norte que le valió el principal premio de descubrimiento en la Mostra de Venecia de 2016 tras su presentación en la Semana de la Crítica. The Last of Us arranca como una propuesta neorrealista ambientada en la inmensidad del desierto de Túnez. Vemos las siluetas de dos hombres que caminan por la arena. Van rumbo al mar, con el sueño de cruzar a la “salvadora” Europa. Al poco tiempo son atacados por unos contrabandistas, pero N (debut en la actuación de Jawher Soudani) logra escapar y roba una embarcación para iniciar su periplo, aunque pronto quedará varado y empezará a vagabundear por distintas zonas completamente desconocidas para él: praderas, bosques, cuevas.

Sin un solo diálogo y con una búsqueda entre simbólica y alegórica, The Last of Us apuesta en su segunda mitad a un tono más surrealista. N se encontrará con M, un anciano (¿una imagen distorsionada de sí mismo?), pero también tendrá experiencias con animales salvajes (lobos, sobre todo), encontrará cadáveres, soportará temporales. La película tiene imágenes y climas cautivantes –el director de fotografía Amine Messadi, habitual colaborador de Abderahmane Sissako–, está muy bien filmada aprovechando la relación entre el protagonista y la naturaleza salvaje, Soudani tiene una fuerte presencia en cámara y la historia se despega por completo de lo que suele esperarse de estas narraciones de inmigrantes ilegales, pero esta odisea imaginaria con ínfulas líricas y alegóricas, esta fábula filosófica sobre la soledad y la supervivencia, no llega a ser tampoco una obra maestra. De todas formas, Ala Eddine Slim es un director a seguir en el panorama actual del nuevo cine africano. Diego Batlle

MALGRÉ LA NUIT. Philippe Grandrieux. 156 minutos. Francia (2015). Con Kristian Marr, Ariane Labed, Roxane Mesquida. Sección Generación.

Contextualizada en un “Paris en constante mutación, un Paris expuesto a un cielo expandido”, como ha señalado el propio Grandrieux, Malgré la nuit funciona como un psico-thriller que rastrea, de manera antipornográfica pero a través de flagelantes escenas de violencia, una sexualidad enfermiza, confundida. Las extrañas criaturas que protagonizan esta ficción macabra rara vez verán la luz del Sol brillando sobre ese cielo “expandido”, puesto que son unos vampiros del sexo que sólo interactúan cuando cae la noche, haciendo honor a su alma oscura y decadente. El director de La vie nouvelle altera nuestra visión de la capital francesa a través de la absorbente e hipnótica carga erótica de la ciudad, aunque a diferencia de lo que ocurría en Mercuriales de Virgil Vernier, el París de Grandieux no es un escenario deslocalizado entregado a la sensualidad, sino un territorio muy concreto y marcado por una sexualidad insaciable y amoral.

La trama circular de Malgré la nuit se desarrolla en torno al retorno de un inglés a su amada Paris. Después de que Pete Doherty abandonara el rodaje, el rol protagonista pasó a ser interpretado por un sublime Kristian Marr, cuyo debut actoral dará mucho de que hablar. El regreso del protagonista a París responde a la búsqueda a una chica llamada Madeleine. Sin embargo, nada de eso será narrado de forma explícita, sino que lo adivinaremos a través de breves diálogos que darán paso a escenas de sexo o de extrema violencia con otras dos mujeres: Lena (Roxanne Mesquida) y Helena (Ariane Labed). Manteniendo un interés permanente por la reflexión filosófica en torno al mal –una meditación de tintes Sadianos–, Grandrieux trabaja la ambientación y el fuera de campo de un modo que remite a los primeros trabajos de Gaspar Noé –Solo contra todos e Irreversible–, mientras que la puesta en escena de la barbarie humana hace pensar en Anticristo de Lars von Trier. En el pasado Festival de Rotterdam, la película fue calificada de “lynchiana”. Más allá del juego de referentes, el autor de Un lac lleva aquí su inclasificable estilo hasta la cúspide. Carlota Moseguí

SEA SORROW. Vanessa Redgrave. 74 minutos. Reino Unido (2017). Sección Memoria Histórica.

Vanessa Redgrave fue toda su vida -además de una excelente actriz- una activista política. En los últimos años se dedicó sobre todo a ayudar a los refugiados políticos y a los inmigrantes de zonas en conflicto que piden asilo o condiciones de vida dignas en Europa. En este, su debut como directora, aparece junto a varios integrantes de su familia, líderes políticos y otros artistas amigos (Ralph Fiennes, Emma Thompson) para exponer el doble discurso y la hipocresía del gobierno británico al respecto.

Hay testimonios de inmigrantes de Afganistán o Guinea, marchas, incursiones en los degradantes campamentos en Calais y una búsqueda didáctica y concientizadora en favor de las ONGs que se dedican a esta problemática. El film es muy elemental, cinematográficamente nulo, pero de una visceralidad y un compromiso incuestionables. Su énfasis no está puesto en lo artístico sino en lo político y así debe ser analizado. A los 80 años, Redgrave sigue tan vital y consecuente como siempre. Diego Batlle

JESUS. Fernando Guzzoni. 85 minutos. Jesus Alemania, Grecia, Francia, Chile (2016). Con Sebastián Ayala, Nicolás Durán, Alejandro Goic. Sección Generación.

Curiosamente, en el mismo año, el cine chileno hizo dos películas basadas en el mismo caso: el de la paliza propinada por un grupo de jóvenes a Daniel Zamudio, un adolescente gay. La primera fue Nunca vas a estar solo, de Alex Andwandter, que ponía el eje y el punto de vista en la víctima. En Jesús, en cambio, Guzzoni se centra en uno de los agresores. Sin embargo, y pese a sus grandes diferencias estilísticas, las películas tienen un núcleo común: ambas ponen el acento en la relación de los protagonistas con sus respectivos padres. En el caso de Jesús, lo que se cuenta es la vida de un adolescente que, como le dice su violento y agresivo padre, no hace nada, no trabaja ni estudia. El chico sale con amigos a beber, ensaya coreografías en una banda de K-Pop y pasa su tiempo mirando videos en internet, muchos de ellos bastante violentos. Confundido sexualmente, se junta de todos modos con una banda con la que sale varias noches a vagar por ahí, a ver bandas y, principalmente, a emborracharse.

Guzzoni narra con una seguridad demoledora seguridad. Si bien durante buena parte de la película –toda la primera parte– poco y nada parece pasar, la cámara nos mete de lleno en la vida cotidiana del protagonista. El realizador pinta este universo oscuro con una brutalidad e intensidad inusuales. Las coreografías parecen suceder en vivo en la sala de cine (el fenómeno del K-Pop es tan extraño como fascinante) lo mismo las dos escenas sexuales del protagonista, con una chica primero y su amigo después. Donde quizá se pasa de la raya es en la paliza. Si bien es cierto que lo que se busca es dejar en claro lo cruento de la agresión, la cercanía de la cámara a los horribles hechos bordea la morbosidad. Es una escena en la que debería haberse pensado más utilizar el fuera de campo. En todo caso, La negrura de Jesús va más allá de la paliza. Es un retrato de una herencia violenta y machista que pasa de padres a hijos y que no parece tener solución. Con sobresalientes actuaciones de todos los protagonistas, la segunda película de Guzzoni es un claro avance en muchos aspectos respecto a la primera, aunque su negrísima mirada sobre la realidad de su país no deja ni siquiera un mínimo resquicio para la esperanza. Diego Lerer

SCARRED HEARTS. Radu Jude. 141 minutos. Rumanía, Alemania (2016). Con Serban Pavlu, Gabriel Spahiu, Sofia Nicolaescu. Sección Memoria Histórica.

Pantalla casi cuadrada con bordes redondeados. Cámara prácticamente siempre fija. Imágenes en 35 milímetros. Biopic. Película de época (transcurre en 1937). La nueva apuesta de Radu Jude no se parece en nada al nuevo cine rumano, aunque tiene una solidez formal, una fluidez, una inteligencia y una solvencia actoral que sí remite a ese país generador de pequeñas maravillas. Tras The Happiest Girl in the World (2009) y Aferim! (2015), Jude se inspiró muy libremente para Scarred Hearts en la corta existencia de Max Blecher, un autor judío-rumano cuyos breves textos aparecen intercalados en pantalla durante los (extensos pero no arduos) 141 minutos del relato.

Al veinteañero Emanuel (Lucian Teodor Rus) le diagnostican tuberculosis en el inicio del film y es enviado al sanatorio Carmen Sylva, a orillas del Mar Negro. Pese a que pasará toda la película postrado en su camilla y encerrado entre cuatro paredes, el protagonista jamás perderá el buen humor y la inteligencia en tiempos de creciente antisemitismo. Y hasta se las ingeniará para seducir a una bella paciente que tiene una pierna inmovilizada. En ese sentido, las tragicómicas escenas de sexo entre ambos son fabulosas. Para una película de esta duración, con los protagonistas y la cámara casi inmóviles, Jude hace maravillas con la puesta en escena, dotando a la narración de una extraña vitalidad, de una ligereza y una elegancia sin ostentaciones, apelando cuando hace falta a la emoción, pero con un humor negro que se agradece. Diego Batlle