Página web del Atlántida Film Fest de FILMIN (1 julio-1 agosto)

Programación completa del Atlántida Film Fest

OJOS NEGROS. Marta Lallana, Ivet Castelo (con la colaboración de Iván Alarcón y Sandra García). 65 minutos. España, (2019). Con Alba Alcaine, Julia Lallana, Anna Sabaté. Sección Generación.

El primer largometraje de Marta Lallana e Ivet Castelo –una obra veraniega de protagonistas adolescentes– resulta familiar tanto en forma como en contenido. Es imposible no citar referentes como el de Verano 1993, de Carla Simón, por su temática, poética visual y tempo; o hacer mención de un plano final que casi recrea Los 400 golpes de Truffaut. Gestos cargados de memoria cinéfila que podrían llevar a entender esta ópera prima como una suma de recursos propios del cine autoral surgido de la factoría Pompeu Fabra. Sin embargo, hay una sinceridad en la propuesta que compensa el uso de cualquier préstamo. La historia de Paula, una adolescente desubicada que pasa por primera vez el verano en el pueblo de su madre, se compone de incomodidades, impertinencias y pudor. El tema de la pérdida impregna toda la cinta, ya que de manera metafórica o literal los acontecimientos obligan a Paula a crecer y madurar sentimentalmente. Cada interacción de la protagonista con el resto de personajes aporta una tonalidad distinta. El vínculo con la abuela resulta de una ternura dolorosa, capaz de reflejar esa impotencia comunicativa que a veces se produce entre generaciones. El papel de su tía, quien sacrifica su vida por el cuidado de la abuela, señala una situación raramente representada en el cine (Meritxell Colell la abordó en Con el viento). Por último, la complicidad con Alicia, su única y mejor amiga, es oscura a la vez que luminosa. Su media sonrisa contiene el carácter travieso y provocador de las malas influencias, pero también de aquellas amistades intensas y sinceras, forjadas en los veranos más solitarios y tristes que idealizamos con el paso de los años. Laura Carneros

<3. María Antón Cabot. 62 minutos. España. Con Clementina Gades. Sección Generación.

Un documental no siempre enclaustrado en los límites de la no-ficción, <3 se propone plasmar todas las formas (y formatos) en los que se manifiesta el amor en los tiempos de Tinder. María Antón Cabot deambula por el Retiro madrileño y el observador/espectador se presta a ser observado. El amor ya tiene esto. La piel renuncia así a sus propiedades impermeables, y se potencian así los efectos transmisores del contacto humano. Tanto en sus tramos más formularios (construidos a base de entrevistas delante de la cámara, en las que la directora luce un muy reivindicable gusto por hacer hablar) como en sus momentos de escape filo-onírico, <3 se muestra siempre como un objeto cinematográfico que se siente a gusto en las distancias cortas. En la cercanía. Juventud desde la juventud. Conocimiento de causa por derecho natural. Confianza ilimitada a la hora de lanzarse a explorar y experimentar con esa misma fuerza incontrolable. Teddy Williams, para hacernos a la idea, anda por esos mismos parques. Al final, el círculo se cierra con una última mirada al espejo que, sorpresa, no devuelve el reflejo esperado. Narcisismo y fijación por el otro en un solo gesto: es la relación (de amor, claro) que mantenemos con esa entidad (la cámara, la pantalla) que todo lo capta… que todo lo deforma. Víctor Esquirol

YOUNG & BEAUTIFUL. Marina Lameiro. 72 minutos. Sección Generación.

En Young & Beautiful, Marina Lameiro filma a cuatro figuras de su entorno bajo el sentir de la melancólica canción de Lana Del Rey que da título a la película, y que ahondaba en la fugacidad de la juventud y la belleza. Todos los “personajes” comparten un cierto pavor al echar la vista hacia el futuro, con la certeza de que el pasado (reciente) de juventud y fiesta empieza a alejarse irremediablemente. Interesada en retratar la precariedad, el desencanto existencial y la incertidumbre generacional, Lameiro mantiene la película a flote, en términos emocionales, gracias a la verdad que emana de las imágenes y de sus protagonistas. La cineasta observa desde la distancia justa, sin intentar quedar fuera del foco de atención pero sabiendo cuándo retirarse y dejar campo libre a sus amigos que, con un carisma arrollador, dan cuenta de sus realidades. Diana Toucedo se encarga del montaje de Young and Beautiful que, en sintonía con el trabajo de fotografía de Lameiro, respeta los distintos tempos de los protagonistas. Y es que el futuro genera miedos, sí, pero se encara con fe, un optimismo que surge con sinceridad y sin afectación, contagiando al espectador. Julia Gaitano

BLIND SPOT. Tuva Novotny. 98 minutos. Noruega. Con Anders Baasmo Christiansen, Pia Tjelta, Oddgeir Thune, Per Frisch. Sección Domestik.

La ópera de la prima de la actriz sueca Tuva Novotny permite tres posibles formas de acercamiento. Por un lado se puede disfrutar de su arriesgada e imponente propuesta formal. También existe la posibilidad de no entrar en el film y distanciarse por la exhibición del dolor y el sufrimiento. Y una tercera vía sería la que propone la directora, es decir, la integración de fondo y forma en un ejercicio en el que la vida se muestra sin cortes, en tiempo real y muy de cerca. Las tres son válidas ante una película exigente, pero cada una de ellas conduce al espectador a un lugar diferente, que puede ir desde el rechazo a la fascinación más absoluta. Así de compleja es la primera película como directora de la intérprete de títulos como Borg McEnroe (2017) o Aniquilación (2018). Blind Spot es una producción noruega que cuenta unos acontecimientos que se desarrollan en poco más de una hora y media. El tiempo que tarda una joven adolescente en salir de su entrenamiento de balonmano, pasear junto a su mejor amiga, llegar a su casa para cenar y acabar en una ambulancia camino al hospital. Ella, sus padres y el abuelo son los protagonistas del film, en el que también tienen una importante presencia los trabajadores de ese centro médico –interpretados por doctores y enfermeros reales– donde acaban reunidos los personajes. Novotny los sigue con la cámara muy cercana, intentando escrutar sus emociones y consiguiendo una sensación de asfixia y de angustia que se transmite, como no podía ser de otra manera, al espectador. No hay una sensación de recreación de los hechos, se trata atrapar la verdad del momento. Y eso es lo que consigue, gracias en parte a unas portentosas interpretaciones de los cuatro protagonistas, los únicos actores profesionales del film. Fernando Bernal

LETTERS TO PAUL MORRISSEY. Armand Rovira. 80 minutos. España. Con Joe Dallessandro, Xavi Sáez, María Fajula, Almar G. Sato, Saida Benzal. Sección Memoria Histórica

Letters to Paul Morrissey se articula a través de cinco episodios en los que Armand Rovira homenajea, en clave vídeo-epistolar, al director de títulos como Trash y Heat, célebre colaborador de Andy Warhol. De lo que se trata aquí es de dialogar de forma figurada. De mandar mensajes (sin esperar respuesta) a través de la réplica de aquellas sacudidas made in Velvet Underground. Sin interés por establecer vías de comunicación con los no-iniciados, Rovira reproduce la locura y genialidad de aquellos 16mm nacidos para revolucionar la experiencia cinematográfica. La multi-pantalla obliga al espectador a elegir… del mismo modo que un hombre, Udo Strauss, decide abandonar la decadencia consumista de su Berlín natal para abrazar la espiritualidad del Valle de los Caídos. La provocación pervive, como pervive la atracción experimental que sólo puede despertar el consumo de ciertas sustancias prohibidas. En su capítulo más inspirado, Rovira imagina la decadencia de una de las Chelsea Girls, obligada a contratar los servicios de una agencia que promete amor a cambio de una módica cuota de alquiler. Ahí Letters to Paul Morrissey dialoga con otros autores: Billy Wilder y su crepúsculo de los dioses, pero también John Cassavetes, Chris Marker o Shinya Tsukamoto. En esta comunicación entre maestros, en estas carambolas temporales y geográficas, Rovira recobra la esperanza en la palabra (sin duda bien transmitida) de Morrissey. Víctor Esquirol

OSCURO Y LUCIENTES. Samuel Alarcón. España. 83 min. Sección Memoria Histórica

En la nueva película de Samuel Alarcón el artificio nos acerca a la resolución de un misterio histórico empeñado en demostrar que la realidad supera a la ficción. He aquí el increíble-pero-cierto caso del cráneo desaparecido de Francisco de Goya. Desde Burdeos, la ciudad que vio morir al artista aragonés, el director invoca situaciones que, pasadas por su filtro, pueden ayudar a resolver la engorrosa inecuación del cuerpo sin cabeza. Ahí entra la inconfundible voz de Féodor Atkine, omnipresente en la modulación de este cuento de hadas con filia por los relatos detectivescos. Cine de época que esquiva, de manera muy grácil, el (costoso) peaje de la ambientación. Así, escenas cotidianas carentes de sentido adquieren el estatus de piezas imprescindibles para resolver el rompecabezas. En los primeros compases, Oscuro y lucientes nos invita a remover la tierra desde el hoy para resolver el ayer. Y de vuelta a España, donde por lo visto (aunque ya lo sabíamos) queda mucho por cavar. En el plano físico, Alarcón nos recuerda al Mike Flanagan que está haciendo fortuna con las series: los gestos y las frases más banales (siempre en apariencia) son claves visuales para unir el antes con el ahora. Una cosa, nos guste o no, no existe sin la otra.

En lo espiritual, habría que darle la razón al Gustavo Salmerón director. La memoria histórica (ese problema), al menos en esta península, parece que sólo pueda resolverse a través del cine de género. Si las vértebras perdidas de Julita en Muchos hijos, un mono y un castillo convertían el asunto en una comedia macabro-costumbrista, aquí sucede lo mismo, pero con un ejercicio de intriga que tampoco siente alergia alguna por la risa. El affair de la calavera se convierte pues en una ingeniosa investigación en la que la comedia cae por la gravedad tanto de la materia tratada como de los sucesos que de ella se derivan, en lo que sólo puede definirse como una celebración de esa actitud (¿vital?) tan quintaesencialmente española. Goya, artista peleado con las corrientes políticas y tradiciones de su época, se exilió… y murió. Entre un punto y el otro, vio y pintó aquelarres y perdió la cabeza. Te tienes que reír. Más aún cuando te das cuenta de que Alarcón, siempre con la inestimable colaboración de Atkine, ha convertido a la pintura, a la fotografía y al cine en cómplices necesarios de la misma trama criminal. Llegados aquí, se permite hasta falsear pruebas. El arte, en todas sus formas, nos libra de la ignorancia y nos muestra la verdad… aunque por el camino dirija nuestra mirada hacia alguna que otra mentira. Víctor Esquirol

IDRISSA: CRÓNICA DE UNA MUERTE CUALQUIERA. Xavier Artigas y Xapo Ortega. 84 minutos. España (2018). Sección Muros y Fronteras.

Después del revelador boom de Ciutat morta, y de acabar de definir el tono con Tarajal: Desmontando la impunidad de en la frontera sur, llega Idrissa, crónica de una muerte cualquiera, película en la que la dupla de documentalistas formada por Xavier Artigas y Xapo Ortega sigue lanzando preguntas incómodas sobre el valor de la vida humana en tiempos de garantías democráticas precarias. El caso de un joven inmigrante de Guinea muerto en 2012 en un Centro de Internamiento de Extranjeros en Barcelona sirve también para reflexionar, una vez más, sobre todas las implicaciones del monopolio de la violencia como elemento definitorio sine qua non del Estado. A lo mejor por esto mismo la investigación (centrada en el paradero del cuerpo del inmigrante) encuentra tantas trabas. Si con dedicación y rigor periodístico se destaparon las vergüenzas de la ciudad condal, parece que con esto no basta para torpedear la línea de flotación de la administración a nivel estatal.

Y es que en Idrissa reina la frustración, que se ceba con una narración que en demasiadas ocasiones se ve incapaz de orientarse en el laberinto de opacidades y turbiedades en el que se oculta el poder. Pero irónicamente es en esta impotencia donde Artigas y Ortega encuentran la auténtica fuerza del film. No en vano, la película está construida principalmente a partir de caras; de primeros planos de gente común, incapaz de comunicarse con quien desea: ese ser añorado; o esa administración omnipresente pero invisible, que calla, esconde y se esconde cuando la necesidad humana llama a su puerta. Un hombre africano intentó entrar en Europa, pero no pudo porque un gobierno se lo impidió. Una vez muerto, el propio gobierno hizo todo lo posible para que el inmigrante no pudiera regresar a su casa. Una paradoja macabra, indecente, intolerable. Un último foco de indignación que estos cineastas indignados revierten en un último y esperanzador estallido de luz. En este sentido, la recta final de Idrissa es una lección de llamamiento a la conciencia de los movimientos populares, para que éstos encuentren por sí mismos la dignidad y el respeto que se les ha negado desde las más altas instancias. Víctor Esquirol

FIGURAS. Eugenio Canevari. 85 minutos. Argentina, España (2018). Con Adrià Sánchez-Campo, Judith Dalmau, Laura Esteve Reig, Mer Calduch. Sección Muros y Fronteras

Luego de esa muy buena ópera prima que fue Paula, Eugenio Canevari filmó un proyecto pequeño, austero, pero de fuertes implicancias emocionales. En blanco y negro, con mucho plano fijo, se adentró en la intimidad de una familia de hispanos-argentinos que vive en España. Stella Maris Santo es una argentina sin papeles que padece de ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica). Su degradación física es constante, pero allí está su noble compañero Francisco “Paco” Dominguez para ayudarla y hacerse cargo de los trámites ante la absurda burocracia catalana. Completa el panorama Valeria Ballerini -hija de Stella- que pendula entre la solidaridad y el desencanto, entre el apoyo y el reproche. Cuando no da más, descarga su ira en noches desenfrenadas de baile y alcohol.

Como ocurriera con Mrs. Fang, película del chino Wang Bing, filmar la decadencia de una mujer en su recta final es un acto temerario, que está siempre en zona de riesgo y que, por lo tanto, queda sujeto a todo tipo de cuestionamientos de índole ético y moral. En ese sentido, este híbrido entre documental observacional y ficción sortea con bastante elegancia las zonas más oscuras a fuerza de empatía y respeto hacia sus personajes. No hay lugar para el patetismo; sí para el afecto y, cuando es posible, la lealtad, la comprensión y el amor. Hay descarnadas peleas, pero al poco tiempo surge el afecto y una bienvenida dosis de humor negro. Así se conforma el universo angustiante, contradictorio pero profundamente humano de Figuras, una película inquietante, provocadora y, en no pocos pasajes, bella y fascinante. Diego Batlle