Cuando la corriente eléctrica deja de circular, los relojes digitales se detienen. Los despertadores o electrodomésticos no pueden dar la hora sin electricidad, y cuando la corriente se restablece las máquinas resucitan emitiendo un extraño parpadeo con la secuencia numérica 88:88. La aparición de estos cuatro caracteres, que sustituyen la hora ordinaria que el reloj debería marcar tras resetearse, es un fenómeno ordinario –algo que no nos cuestionamos aquellos que lo hemos observado innumerables veces a lo largo de su vida–. No obstante, este mismo suceso ha dado pie a una interesante teoría filosófica que el director canadiense, Isiah Medina, ha bautizado como ‘88:88’.

El neologismo que da nombre a esta espléndida ópera prima describe la alienación que padece el individuo moderno (en concreto, el homo digital), comparándola con el fallo técnico que sufre una máquina al emitir los números 88:88. Según este artista de veinticinco años, el momento 88:88 se sitúa en un punto intermedio entre la vacuidad del no-tiempo (sin electricidad, el tiempo no existe porque no hay artefacto digital capaz de percibirlo) y la vuelta a la normalidad temporal/eléctrica: un estadio suspendido en que las máquinas disponen de corriente para mostrar la hora, pero no pueden hacerlo debido a que el tiempo parece haberse paralizado.

88_88_Isiah_Medina

La inteligente metáfora de Medina no se detiene aquí. Los jeroglíficos 88:88 indican algo más que un instante de estancamiento. Son un signo de pobreza, concretamente el símbolo de un modus vivendi precario que impide que los protagonistas del film –amigos, amantes y familiares del director en la vida real– paguen sus facturas, y, en consecuencia, vean cortada la electricidad de sus viviendas. No en vano, esta película estrenada en 2015 en Signs of Life, sección más experimental del Festival de Locarno, ha sido definida por su autor como “el sueño de un hombre pobre o de un poeta”.

Las teorías filosóficas de Medina, escondidas entre las capas superpuestas del largometraje, serán difíciles de detectar para el espectador que se enfrente a la obra por primera vez. A priori, 88:88 parece una recopilación fragmentaria de breves recuerdos de la vida íntima de los seres queridos del director, muy similar a los diarios fílmicos de Jonas Mekas. Sin embargo, a diferencia del maestro del cine de vanguardia, Medina coloca las imágenes y los sonidos en un orden circular. Su meta es aniquilar la noción de yuxtaposición en el montaje, puesto que el sentimiento de alienación en la era digital no puede representarse de forma convencional. Más bien, debe exorcizarse a través de imágenes y sonidos que circulen libremente dentro de la película, como si estuvieran suspendidas en ese estadio que Medina llama 88:88, donde la vida sigue, aunque el tiempo –es decir, el orden– haya desaparecido.

Enlace para ver 88:88 en Youtube.