Enormemente polémica desde la fecha de su estreno, “A la caza” es la novena película del reconocido director William Friedkin (The French Connection, El exorcista), que la tituló en el inglés original como “Cruising”, esa práctica sexual, en el contexto queer, de buscar y mantener relaciones en lugares públicos, de forma anónima y ocasional. Sin embargo, el propio título juega a la ambigüedad pues puede significar, a su vez, el hecho de patrullar las calles, que es en efecto lo que hace el detective Steve Burns (Al Pacino), infiltrado en la comunidad gay neoyorquina para investigar unos brutales y sórdidos asesinatos que afectan a habituales de esos ambientes. Durante el desarrollo del caso, Burns descubrirá aspectos de sí mismo que ignoraba y lo que parecía una simple investigación policial evolucionará en un estudio sobre “la fluidez de la sexualidad humana, y como tales actitudes culturales rígidas hacia la sexualidad pueden crear conflicto entre los individuos y la sociedad”, tal como comenta el crítico Stephen Applebaum (Independent) en una revisión reciente del film. A la caza merece una revisión desde una perspectiva contemporánea, más allá de la polémica que la ha acompañado durante décadas. Júlia Gaitano

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