Cualquier cinéfilo español tendrá en su retina clavadas las imágenes finales de esta película de Álex de la Iglesia: las entonces llamadas Torres Kio, hoy sedes de Bankia, convertidas en símbolo satánico y cuna (literal) del hijo de Satanás. Quién le iba a decir al director, y a su guionista, que acertarían de forma tan precisa con el origen del mal que azotaría España, y que ya la azotaba en aquel entonces, pero bajo la forma del pelotazo por todos aplaudido, y que acabaría convirtiéndonos en un erial económico, moral y social. Esa imagen es además la perfecta representación de una de las mejores capacidades de La Iglesia como realizador: su habilidad para reconvertir símboloos populares en iconos cinematográficos o, dicho de otro modo, para explorar lo que se esconden tras monumentos cotidianos que, de tanto verlos, se convierte en invisibles y, por tanto, en aparentemente inocuos. Lo que luego haría con el Valle de los Caídos en Balada triste de trompeta, por ejemplo, es lo que ya hizo en esta película, que funciona como un retrato perfecto de aquellos años 90 en los que España vivía sumida en la burbuja del crecimiento constante, la ambición por el dinero, la idolatría pagana y neoliberal y los BMW para todos. El ciclo de la Sala Berlanga dedicado a revisitar algunos títulos del género español ofrece la posibilidad de volver a ver esta obra maestra del esperpento, la comedia y la profecía visionaria.

Programación completa de Sala Berlanga.