Axel es un niño menudo, de unos diez años, al que le gusta modelar en barro, cantar y ver documentales del espacio. Vive con sus tres hermanas mayores, que revolotean incesablemente por un apartamento estrecho –esa es la sensación que transmite: más que de pequeñez, de angostura–. a madre se encuentra totalmente confinada en una habitación adjunta, en permanente fuera de campo. Si este espacio desconocido desempeña las funciones de prisión o, por lo contrario, de fortaleza, no llegaremos a saberlo del todo, aunque el candado que bloquea la única puerta de acceso apunta a la primera opción. Por si el planteamiento no fuera suficientemente angustiante, el debutante en la dirección Vladimir Durán (egresado de la Universidad del Cine de Buenos Aires) fuerza un formato anómalamente panorámico (peculiar relación de 2:35:1), que encierra a unos personajes que, teóricamente, se encuentran libres, como si fueran protagonistas de un relato de Franz Kafka. En Adiós entusiasmo, la disfunción es la norma, pero, contrariamente a lo que sucede, por ejemplo, con la familia de La ciénaga de Lucrecia Martel, el retrato de Durán no incorpora un tono grave o funesto. Su herramienta básica es una suerte de espontaneidad y su lenguaje, el del día a día. Sus personajes simplemente aceptan la extrañeza del dispositivo y lo adoptan como única realidad. La tensión que se causa al espectador no puede tener solución, porque su origen se encuentra en la propia condición inefable de la familia y el mundo que la rodea. Júlia Gaitano
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Adiós entusiasmo (Vladimir Durán, 2017)
Estreno el 14 de October del 2018
Publicado el 14/10/2018 - 10:21:49