(Imagen de cabecera: fotograma de “Ainhoa, yo no soy esa”)

Laura Carneros (Festival de Málaga)

Carolina Astudillo presenta mundialmente “Ainhoa, yo no soy esa” en la sección documental del 21 Festival de Málaga. Las expectativas son altas después de su anterior, primer y prometedor largometraje, El gran vuelo. La directora lo sabe, y a pesar de estar a punto de lanzarse al vacío, ha tejido una red de seguridad que aún el público no puede ver: las palabras de Frida Kahlo, Susan Sontag, Sylvia Plath, Alejandra Pizarnik o Anne Sexton se entrelazan como brazos capaces de amortiguar cualquier impacto. No solo el de ella, también el de Ainhoa y otras mujeres que aún están por caer.

Pero, ¿quién es Ainhoa? O, ¿quién niega ser Ainhoa? No seré yo quien conteste a la pregunta que lanzan los ojos desafiantes de una joven fotografiada en los años 80. De eso se encarga Astudillo, quien hace uso de la voz en off para ejercer de narradora. Y esta es la primera sorpresa. La directora inicia una conversación unidireccional y audiovisual con todo aquello que habla de su protagonista: grabaciones, diarios, fotografías y testimonios de quien la conoció. ¿Y cómo se cruza con ella? El hermano de Ainhoa, amigo de Carolina, es quien pone todo el material en manos de la documentalista.

Al comienzo de la película Astudillo propone un paralelismo entre Ainhoa y ella, para más tarde abrir el encuadre y dar cabida a otras experiencias de artistas universales. Así, partiendo de los escritos íntimos de Ainhoa, Carolina anuda historias de mujeres que no se conocieron, pero que atravesaron situaciones similares relacionadas con la menstruación, el aborto, la insatisfacción sexual, la maternidad, la depresión o la idea del suicidio. El hecho de que estos temas estén intrínsecamente relacionados con la feminidad los ha convertido en tabú a lo largo de los siglos. De ahí que la directora no solo busque dar visibilidad a la experiencia de Ainhoa, sino transmitir que no es un caso aislado. Y esto resuelve otra de las dudas que surgen cuando escuchamos la voz de Carolina al frente: ¿por qué un documental performativo, con la exposición personal que conlleva? Ya en su anterior documental ella misma reconoció que al trabajar en la historia de Clara Pueyo generó un vínculo emocional con su protagonista. Pudo haberse dirigido a Clara, intercambiar sus reflexiones como lo hace con Ainhoa. Pero en este caso la necesidad es distinta: la red gana resistencia si ella se desnuda y forma parte de ese tejido humano que propone. Es dejarse caer, como ejemplo de confianza. El porqué exacto, el punto en el que tomó la decisión de reflejarse en Ainhoa, lo revela en el largometraje. 

Tras la proyección de la película tuvo lugar un coloquio con la directora. Las tres primeras preguntas que aparecen a continuación fueron formuladas por los asistentes. El resto, forman parte de una pequeña entrevista realizada tras el evento.

Carolina Astudillo

¿Qué queda de Ainhoa en ti ahora? Con este documental haces algo más que interesarte por una vida, haces coincidir su vida con la tuya, aunque luego digas: “Yo no soy esa”.

Queda mucho, me pasó con Clara Pueyo que creo que todavía la llevo conmigo siempre, cuando escucho algún tema relacionado con la guerra, con la república, siempre está Clara y otras mujeres que vivieron esa época. Y con Ainhoa me pasó eso, pero hubo cierta identificación cuando leí las cartas, la escritura me caló más a fondo. También por un tema material: todavía tengo en casa los objetos, y de alguna manera todavía mi casa está llena de cosas de ella. De hecho, ahora puse algunas fotos y coloqué una de Ainhoa de cuando era pequeñita. La tengo muy presente porque creo que fue importante, y también por eso quise escribirle una carta, hacerlo de tú a tú y hacer esa diferencia generacional.

También, tal y como digo en la película, hubo una experiencia que me ocurrió cuando estaba escribiendo el guion y que a Ainhoa también le había ocurrido. Y esa carta para mí fue muy importante, porque era un momento en el que no sabía qué hacer, y la lectura de la carta y otra reflexión más, no solo la que aparece, me hizo tomar una decisión. Por eso quise destacar lo importante que ha sido para mí leer los escritos de otras mujeres. Recuerdo haber estado muy mal en una época de mi vida, y leer, por ejemplo, un diario de Susan Sontag, fue lo único que me sirvió en ese momento, más que conversar con amigos y amigas, porque sentí cierta identificación.

Me llama la atención la complejidad del montaje, en relación con el guion y las narraciones que van surgiendo. ¿Cómo se articuló la relación entre dirección y montaje?

(Carolina cede la palabra a Ana Pfaff, montadora de la película)

A Carolina le puedes dar muy poquita cosa y te hace una película maravillosa, pero en este caso tenía mucho material y una historia muy clara en la cabeza. Es muy trabajadora y desde el principio hay una relación muy fuerte entre las imágenes que hay y lo que quiere contar. Luego, el trabajo nuestro es hacer que todo encaje. En este proyecto en concreto partíamos de un material increíble, había horas y horas de la familia. Fue muy difícil ver qué material se quedaba fuera y qué material se quedaba dentro, pero realmente lo importante era ver qué imágenes nos podían llevar a las emociones que conectaban mejor con esos diarios, con la voz en off de Carolina y con todo lo que era el texto y el contenido.

(Interviene Carolina)

Yo ya había trabajado con ella en El gran vuelo y en El deseo de la civilización, y es cierto que fluimos mucho. Generalmente hago una estructura un poco caótica y ella, que es muy ordenada y metódica, me ayuda a darle un cierto hilo. Pero en general tenemos los mismos conceptos, y para mí es fácil montar con ella.

Hay un bloque muy importante, cuando Ainhoa sufre emocionalmente por desengaños amorosos que habéis editado exclusivamente con imágenes de la madre, ¿por qué tomáis esta decisión?

Carolina Astudillo: Fue una idea que surgió de Ana y a mí también me pareció muy bonito, porque Ainhoa tiene 23 o 24 años en ese momento y va contando el declive de su vida sentimental mientras en las imágenes vemos a la madre, que era como el contrapunto: joven, que estaba ya casada y se la veía muy feliz. También me pareció muy bonito mostrar quizá el anhelo de Ainhoa de lograr esa estabilidad o tener la vida que tuvo la madre en esa época.

Ana Pfaff: Tiene que ver también con buscar genealogías, ver de dónde venimos. Creo que es evidente que siempre hay ese espejo con la madre, es la mujer que siempre se tiene de referente, tanto para parecerte como para no parecerte. Y en ese sentido también hay un cambio generacional muy fuerte entre la generación de la madre y la generación de Ainhoa, y era muy potente ese choque: cómo idealizamos las imágenes de nuestra propia familia, cómo se graban siempre los momentos felices. Esa idealización de las imágenes familiares tiene que ver justamente con esa ruptura que sufre Ainhoa.

Fotograma de “Ainhoa, yo no soy esa”.

¿En qué punto decides meterte en el documental?

Pensé que no era casualidad que me llegara esa carta justo después de saber que yo estaba embarazada, y creo que es importante, porque en mi país (Chile) abortar es un crimen. Para mí también era una forma de reivindicar el aborto. En ese momento decido pasar de la narradora, que en principio era tercera persona a primera persona, y también decido escribirle una carta y hacer una diferenciación generacional. Las dos nacimos en la década del 70, vivimos la dictadura, la transición… Y luego cada cual tomó caminos distintos, pero teníamos puntos en común, como el embarazo no deseado y otras temáticas. También al leer los diarios la hice muy cercana, y fue otro factor para que yo decidiera meterme en el documental.

Es un sacrificio tuyo, te conviertes en activista. Con tu labor como cineasta ya reivindicas la voz de las mujeres, pero al poner tu voz en el documental tomas aún más partido por una causa. También introduces textos de escritoras, que además apoyan el relato de Ainhoa, ¿por qué decides que aparezcan en la película?

Empecé a leer los diarios de estas escritoras, y aunque hay una diferencia en la forma de escribir, coincidían ciertos temas, como la espera, el miedo de quedarse embarazada, las ganas de quedarse embarazada, los cambios de ánimo de la menstruación… Daba igual que una hubiera nacido en Estados Unidos, otra en Argentina, otra en México… Eso, de alguna manera me dio esta visión y dije: tengo que colocar textos de estas mujeres para hacer genealogía, porque la mayoría de las mujeres no tenemos precursoras. Yo recuerdo que en el colegio nunca me hablaron de Anne Sexton, Sylvia Plath o Alejandra Pizarnik. Los referentes eran siempre masculinos, y cuando crecí, por una cosa mía comencé a leer a mujeres.

Por eso también para mí es importante hacer genealogía con estas mujeres escritoras, con mujeres de mi familia, con mis amigas… La película está dedicada a mi abuela que falleció hace poco, menciono a mi amiga Isabel que me regaló su libro, a mi amiga Andrea, y a otras, para hacer un corpus testimonial, por eso hay tantos hilos.

Es esa la sensación que transmite, aunque cuentas la historia de una mujer solitaria, incomprendida, arropas su historia con la tuya y con la de otras mujeres. No sé si esa era tu intención, crear un proyecto para que las mujeres no nos sintamos solas…

Exacto… ¿Alguna otra pregunta? (Carolina sonríe ampliamente).

Sí, bueno, ¿qué tiene que ver la canción de Mari Trini?

Tiene y no tiene que ver. El “yo no soy esa” por un lado era porque me gusta mucho la canción de Mari Trini, pero también era “yo no soy esa”, la de los diarios, la de las imágenes. Hay una ruptura entre la Ainhoa que todos conocían y la que fue. El hermano, por ejemplo, decía que no la reconoció cuando leyó el diario. Y también “yo no soy esa” podría referirse a mí misma. Era como un juego de palabras.

Esa canción fue muy reivindicativa en su época, porque habla de la mujer que rompe con lo que se espera de ella. 

Sí… Me hubiera gustado mucho incluirla, pero al final, por tema de derechos no pudimos. Era muy cara, ¡costaba más que la película!