Meses después del anuncio de que Albert Serra representaría a Cataluña en la próxima Bienal de Arte de Venecia, ayer se conocieron los primeros detalles de La singularitat: la macro-instalación con cinco pantallas que el director de El cant del ocells y Història de la meva mort llevará a la Bienal. Un proyecto audiovisual que se verá en el Cantieri Navali de Venecia del 9 de mayo al 22 de noviembre y que, según explicó Serra y recoge hoy el Diari Ara, tendrá como eje conceptual “la pérdida de la centralidad del cuerpo”.

“Hasta ahora habíamos depositado todos nuestros sentimientos, nuestra espiritualidad, nuestros contenidos, en otros cuerpos” explicó el cineasta, “pero en este momento ya lo depositamos en los aparatos: en los móviles, en los ordenadores…”. El proyecto estará ambientado en el mundo de la minería y la prostitución, y tendrá un cierto componente narrativo. La historia arranca en un momento indeterminado de los años 20 y 30 y avanza hasta nuestros días. La pieza se ha rodado en Irlanda y en una planta industrial en Lérida, Cataluña. Los protagonistas son todo “gays y lesbianas”, según desveló el director de Honor de cavallería: “los personajes no se pueden reproducir; las prostitutas son lesbianas pero los clientes, que no aparecen en la película, son heterosexuales”.

Imagen de "La singularitat".

Imagen de “La singularitat”.

Sobre el trabajo con cinco pantallas, Serra destacó que este formato le permitirá desarrollar su interés por las “fulguraciones” narrativas. “Siempre he buscado el efecto barroco de las fulguraciones, puntos de partida y puntos de fuga que desaparecen”, explicó el cineasta catalán. “En una película convencional, con una sola pantalla, es más complicado, porque no puedes tener ideas que no lleven a ninguna parte. El dispositivo de las cinco pantallas simultáneas me ha permitido configurar un universo barroco donde la coherencia dramática, esa precisión, pudiese entenderse de otra manera, con mucha más libertad”.

Singularitat ha contado con un presupuesto de 498.000 euros y la producción ha costado 200.000 euros. Tras su paso por Venecia, la instalación podrá verse en Barcelona, Suiza y, probablemente, Medellín.