Resulta imposible destacar una única razón por la cual recomendar Amenaza en la sombra. Estamos ante uno de esos pocos ejemplos donde todo en ella resulta sugerente: el enfermizo prólogo de chillidos silenciados que marca el trauma de sus protagonistas, la recreación de una Venecia pobre y terrorífica alejada de la postal, la química entre Donald Sutherland y Julie Christie -que llega a su punto álgido en la que ya es una de las secuencias de sexo más legendarias de la historia del cine -, el plantel de secundarios perversos que introducen la magia negra en el relato, el rojo que se apodera de los callejones… y, por supuesto, ese final. Esa resolución que esta hecha del material increíble del que están hechas las pesadillas. Amenaza en la sombra es una película espeluznante, una pieza de orfebrería que no tiene miedo a resultar sucia o imperfecta pero que funciona de la manera exacta precisamente por sus pocas ansias por pasar a la posteridad. Se trata de una película hija de su tiempo, anclada en un escenario caduco, pero que se moja siempre que toca y moja, con ello, al espectador. La sangre, efectivamente, se adueña del plano; y con éste, de nosotros. Endika Rey

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