Diego Batlle

Cruda, visceral, vertiginosa, urgente, climática, desconcertante, existencialista, misteriosa… Esos adjetivos se acercan en algo, pero no llegan a describir en absoluto El auge del humano, una película que es imposible explicar con coherencia porque precisamente escapa de todo encansillamiento, definición, convencionalismo. Puede generar múltiples sensaciones (desde la fascinación al rechazo, pasando por la irritación o la incomodidad), pero difícilmente deja indiferente al espectador. Hecha de retazos, derivaciones, desvíos y saltos geográficos, la ópera prima de Teddy Williams sintoniza como pocas con un mundo donde los jóvenes no están dispuestos a aceptar dócilmente el presente / futuro que se les ofrece, dominado por obligaciones y trabajos tan ingratos como precarios (el ejemplo aquí son los supermercados). Pero, más allá de las dinámicas grupales que se describe en torno de la media docena de personajes más o menos reconocibles, la rebeldía aquí no está puesta en movimientos colectivos, sino en pequeñas búsquedas muchas veces personales.

La sinopsis en este caso no dirá demasiado: Exe, un chico argentino de 25 años, pierde su empleo y no parece importarle demasiado. Se conecta vía videochat con Alf, un muchacho de Mozambique, a quien seguiremos por un tiempo. Hasta que, a través de unas ¡hormigas!, llegaremos a la tercera parte de la película, donde veremos a Cahn, una chica de Filipinas, yendo por la selva y bañándose con otros jóvenes en un arroyo. El primer episodio (rodado en 16mm) es el más provocador: arranca con imágenes de una inundación urbana y tiene una escena de sexo explícito (los muchachos conseguen así ingresos por Internet). La cotidianeidad en los suburbios de clase media-baja y la hiperconectividad de los personajes son otras constantes de una película que sintoniza como pocas con estos tiempos.

Película que se plantea desde una cierta tosquedad, con mucho plano-secuencia construido con cámara en mano que sigue de cerca las largas caminatas de sus personajes, El auge de lo humano es, precisamente, una historia de viajes sin rumbo fijo, de cuerpos expuestos, de junglas de cemento y naturales, de códigos masculinos y tribus urbanas. Sin exotismo ni pintoresquismo, apostando a describir climas y sensaciones, con una narración híbrida, Williams busca retratar lo más genuino, íntimo, directo y puro del cine. En varios momentos lo consigue.

Entrevistas con Eduardo “Teddy” Williams en Otros Cines.