En su imprescindible monografía sobre John Ford, el crítico norteamericano Tag Gallagher consideraba Caravana de paz como una de las obras maestras de la etapa de esplendor del director de Centauros del desierto. “Como en Te querré siempre (1954), de Rossellini, [aquí] apenas hay imagen que no desborde humanidad, compenetración con la naturaleza y sabiduría cinematográfica”, sentencia Gallagher. No es para menos, si atendemos a la fluida colección de paisajes monumentales, deliciosos personajes arquetípicos y costumbres del antiguo Oeste que pone en escena Ford. De hecho, para Gallagher, Caravana de paz funciona en realidad como una suerte de musical de pequeñas y sensuales coreografías que se enmarca en el tránsito perpetuo de los westerns de Ford, así como en el movimiento imparable de la vida. Concebido como un proyecto personal, sin estrellas y con un guión escrito por el propio Ford (como no lo hacía desde 1930), la película era considerada por su legendario director como “el western más sencillo y puro que he hecho”. Manu Yáñez

Programación completa de Tabakalera