En el pasado Festival de Venecia –un certamen inundado de graves dramas basados en hechos reales–, Cegados por el sol aterrizó como un ovni lleno de vitalismo; eso sí, puntuado por un trasfondo melancólico. Una sombreada joie de vivre que encarna con ferocidad un Ralph Fiennes en el momento más dulce de su carrera. Atrás parecen haber quedado los afectados pacientes ingleses y los enfáticos personajes de Shakespeare. Después de brillar a golpe de frenesí dialogado en El gran hotel Budapest, Fiennes encarna en Cegados por el sol a un charlatán encantador y expansivo que huye de la soledad abonándose, en plan kamikaze, al hedonismo y la euforia. De hecho, en la escena más memorable del film, Fiennes –que interpreta a un volátil y nostálgico productor musical– imita las sacudidas de cadera y los andares de gallito de Mick Jagger al son del Emotional Rescue de los Rolling Stones. Poco importa la dimensión simbólica del momento –un grito de auxilio y atención–; como en los arrebatos de Denis Lavant en Mala sangre y Beau Travail, lo relevante es la exaltación del cuerpo, la fuerza arrolladora de un actor capaz de transmitir la felicidad sin intermediaciones dramatúrgicas.

En su conjunto, Cegados por el sol –nueva película de Luca Guadagnino (Yo soy el amor) es un irregular pero meritorio remake de La piscina, el film de 1969 de Jacques Deray protagonizado por Alain Delon. Con una narrativa que serpentea entre la fidelidad al film de Deray y una inventiva imprevisible, la película despliega un sugerente abanico emocional que conecta a los cuatro protagonistas de la función: el gigante Fiennes; un notable Matthias Schoenaerts en la piel de un documentalista marcado por un intento de suicidio; una interesante Tilda Swinton como una estrella de rock convaleciente de una operación de cuerdas vocales; y una plúmbea Dakota Johnson como la malcarada hija de Fiennes. Por suerte, la película sabe sacar partido de los imponentes escenarios naturales de Pantelaria, al oeste de Sicilia, e introduce apropiadamente (como un comentario colateral que resuena sin chirriar) la figura de los inmigrantes africanos que llegan ilegalmente al lugar. Sin grandes alardes esteticistas, ni mayores piruetas narrativas, Cegados por el sol termina funcionando como un divertimento intermitente que exprime con gracia el talento de sus intérpretes.