Carlota Moseguí

Uno de los ciclos más interesante de Punto de Vista 2017 fue el titulado “Cazador Cazado”, que estuvo compuesta por documentales sobre grandes maestros del séptimo arte. Estos ensayos sobre Chris Marker, Raoul Ruiz, Manoel de Oliveira, Abbas Kiarostami y Jean-Luc Godard están unidos por su carácter propiamente antididáctico, dado que ninguno de ellos se basa en un simple acercamiento o explicación del contenido de las películas de estos genios. El objetivo de los cinco documentales del foco –en los que también se encuentra la excelente O Cinema, Manoel de Oliveira E Eu del realizador portugués João Botelho– no es otro que hacernos sentir el cine del director homenajeado, en vez de entregarnos las claves que descifren sus obras.

El caso del documental sobre Chris Marker, dirigido a cuatro manos por los franceses Jean-Marie Barbe y Arnaud Lambert, resulta el más obvio. Si bien es cierto que Chris Marker: Never Explain, Never Complain cita todas sus películas siguiendo un estricto orden cronológico –empezando por sus inicios en la instrumentalización del cine como arma política durante los años cincuenta y sesenta, hasta su obsesión tecnológica e informática, reflejada en sus films de finales de los noventa como Level Five– el largometraje reniega de toda pedagogía. En este sentido, cabe señalar que la cinta no está dirigida a curiosos que quieran acercarse al director de Sans Soleil por primera vez, sino a devotos de Marker que deseen ampliar sus conocimientos previos del artista con anécdotas secretas contadas por amigos cineastas como Wim Wenders o Patricio Guzmán, o, también, con encuentros de lo más siniestros con sus antiguas musas como, por ejemplo, la ahora octogenaria librera que protagonizó La Jetée cincuenta años atrás, filmada guardando silencio desde el asiento trasero de un taxi que recorre San Petersburgo a la luz del día.

Chris Marker: Never Explain, Never Complain es un ensayo pensado para desconcertar a su audiencia desde el primer minuto. No en vano el film arranca con una simulación de lo que pudo haber sido un encuentro con uno de los distintos avatares que el cineasta manejaba a diario en el juego de realidad virtual Second Life. Asimismo, el film de Barbe y Lambert posee una dimensión de documental clásico, donde los autores combinan fragmentos de entrevistas a colaboradores de Marker con clips de sus películas más conocidas. Sin embargo, dicha configuración academicista va perdiendo fuerza a lo largo del metraje de casi tres horas al competir simultáneamente con una puesta en escena de mayor experimentación.

Además de la recreación de las hipotéticas conversaciones que Marker tuvo con los usuarios de Second Life que se le acercaron cibernéticamente antes de fallecer en 2012, esta apuesta por una experimentación visual –que evoca al espíritu de vanguardia del propio Marker, y que, como decíamos, irá ganando terreno en el documental– también se manifiesta mediante la aparición de los que fueron los primeros modelos de ordenadores sobre un fondo negro. De las pantallas de estas computadoras primitivas emergen los mismos clips de los films de Marker vistos anteriormente, acompañados de citas del director, imprimidas en una tipografía de estética retro, donde éste declara los motivos que le llevaron a hacer cine. Poseídos por el espíritu de Marker, Barbe y Lambert aseguran la continuidad de ese cine único e indomable, dispuesto a romper todas las reglas; el mismo que abanderó el cineasta homenajeado durante toda su vida.