Hubo un tiempo en que las películas de Wim Wenders eran una ventana a esos otros mundos que habitan dentro de éste. Cielo sobre Berlín es, tal vez, el ejemplo más paradigmático: dos ángeles sobrevuelan de manera invisible las calles de Berlín, observando la vida de sus habitantes pero siendo incapaces de formar parte de todo aquello que los hace humanos. Los problemas comienzan cuando uno de ellos (interpretado por el recientemente fallecido Bruno Ganz) se enamora de una trapecista y decide que también quiere comer y sangrar, ver en colores el mundo (la juguetona fotografía de la película a cargo de Henri Alekan es siempre sepia cuando acompaña a los protagonistas). El tono poético de la cinta hizo que desde muy pronto fuese considerada un clásico del cine europeo y Wenders, que ganó el premio a la mejor dirección en el festival de Cannes de 1987, volvería seis años más tarde a los mismos personajes con su secuela Tan lejos, tan cerca. Endika Rey

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