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SIPO FANTASMA (BARCO FANTASMA). Koldo Almandoz. 67 minutos. España (2016). Con Maider Intxauspe.

Según ha indicado el cineasta donostiarra Koldo Almandoz, su ópera prima, Sipo Fantasma –en esperanto ‘Barco Fantasma’–, fue concebida tras la lectura de libro Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer, donde David Foster Wallace lapidó la cultura estadounidense desde el camarote de un crucero que surcaba las aguas caribeñas. En un principio, el proyecto de Almandoz consistía en una ficción sobre el ocaso tedioso que reina en los cruceros. Sin embargo, dicho planteamiento inicial ha quedado reducido a una minúscula parte de este ensayo experimental, estrenado en el Festival de Rotterdam. Por otro lado, el espectador no tardará en darse cuenta de que el protagonista de la cinta no es un individuo que observa y juzga a los turistas con la sarcástica superioridad moral de Foster Wallace. La estrella de Sipo Fantasma es una mujer caracterizada a imagen y semejanza de la Tilda Swinton de Solo los amantes sobreviven: una Maider Intxauspe que se esconde detrás de las mismas Ray-Ban negras que Jim Jarmusch convirtió en el emblema de la iconografía del vampiro moderno.

La joven que deambula sin rumbo por la cubierta del crucero, cuando el Sol se esconde, tampoco es una vampiresa cualquiera. Se trata, ni más ni menos, de Florence Balcombe: la esposa de Bram Stoker, que tras la muerte del escritor inició un litigio contra F. W. Murnau y su productora con el fin de eliminar todas las copias existentes de Nosferatu. Como explica Almandoz en su debut, esta especie de María Kodama británica nunca quiso ver Nosferatu. No obstante, su obsesiva vendetta contra el cineasta la deshumanizó, transformándola en una versión femenina (y de carne y hueso) del monstruo que inventó su marido: el Conde Drácula. Sin ir más lejos, el autor de Sipo Fantasma fabulará sobre la posible implicación del espíritu de Balcombe en la reciente profanación de la tumba de Murnau. A través de cartas, fragmentos de libros, noticias de periódicos y metraje de Nosferatu, Almandoz presenta una serie de situaciones en las que el imaginario mitológico consigue superar los límites de la realidad. Sipo Fantasma es una invitación a abrazar la dimensión mística del mundo, apoyándonos en esa inocencia e ingenuidad que nos permite creer en las historias de fantasmas, en los barcos malditos como el Lyubov Orlova, en la magia del celuloide, o en la literatura de ciencia ficción. Carlota Moseguí

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SARAH WINCHESTER, ÓPERA FANTÔME. Bertrand Bonello. 24 minutos. Francia (2016). Con Reda Kateb, Marie Agnès Gillot.

En la pasada edición del FID Marseille, el francés Bertrand Bonello estrenó este singular trabajo en torno a la vida de la mujer del heredero del imperio Winchester, que acumuló dinero, riquezas y poder gracias a las ventas millonarias de su más famoso invento, el rifle de repetición Winchester, vendido primero bajo el nombre de rifle Henry, que cambió el transcurso de la Guerra Civil americana, multiplicando las muertes al tiempo que aumentaban las ganancias de la familia. La película de Bonello se centra en la desgraciada historia de Sarah, casada con el hijo único del fundador del imperio, que vio como su vida se transformaba en un infierno emocional, de dolores, soledad, enfermedad y muerte conforme crecían exponencialmente sus riquezas basadas en la destrucción y en la muerte ajenas. La propuesta de Bonello, sin embargo, no pasa por la identificación emocional, por el trabajo con el drama, sino que explora su representación a través de los ensayos fallidos de una bailarina y un músico que tratan de levantar infructuosamente una opera sobre la vida de la misma Sarah Winchester. Juego de espejos y representaciones, alejada del psicologismo narrativo, y más cercano al espiritismo y la invocación de fantasmas, reales, literarios o cinematográficos. Sobre las repeticiones fallidas, sobre los ensayos, Bonello superpone dibujos, textos, y una leve ficción fantasmagórica en torno a la figura de la hija muerta del matrimonio, que deambula por entre las tramoyas de la Opera de París, vinculando así la película con esa larga tradición de fantasmas operísticos, y usándola como base para esa recreación imposible de una vida ajena, muerta, fantasmal, y profundamente dramática. Gonzalo de Pedro Amatria

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A QUIET PASSION. Terence Davies. 125 minutos. Reino Unido, Bélgica (2016). Con Cynthia Nixon, Jennifer Ehle, Duncan Duff.

“Entonces, permaneceré silenciosa en mi rebeldía”. Con estas palabras comienza y termina el biopic de Emily Dickinson firmado por Terence Davies. Como indica su título, A Quiet Passion ilustra la vida de la poetisa norteamericana, cuyo frenesí por la lírica derivó en resignación y, más adelante, en silencio. Pues una pasión no puede ser calma, o mansa, a no ser que sea la de una artista condenada al fracaso por no pertenecer al género masculino. Los derechos de la mujer, el cuestionamiento de las pautas de comportamiento femeninas, la abolición de la esclavitud o la revisión de los dogmas religiosos son algunas de las preocupaciones que inquietan al espíritu subversivo de Dickinson, interpretado por Cynthia Nixon. Así, la misión de Davies es demostrar cómo dicha subversión fue derrotada tras el encierro y aislamiento voluntario de la literata. El autor de The Deep Blue Sea plantea una trama cocida a fuego lento para que el desenlace sea lo más alentador posible. No obstante, sus seguidores echaron de menos su maestría de antaño, que no hubiese permitido esa voz recitando los poemas con impasibilidad, la rigidez del plano fijo, la escasez de flashbacks y escenas oníricas o, incluso, un uso de la música tan inferior en comparación con el resto de su filmografía. Sin lugar a dudas, A Quiet Passion está lejos de considerarse una obra fallida, pero no es nuestro Davies. Carlota Moseguí

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EL VIENTO SABE QUE VUELVO A CASA. José Luis Torres Leiva. 103 minutos. Chile (2016).

He aquí una de las películas más bellas del año, una lección de cine como diálogo con el mundo, una puesta en cuestión de la relación del cineasta con el mundo: una reflexión acerca de cómo los prejuicios de los realizadores (y de los espectadores a través de ellos) chocan con la realidad; un choque que, si sabe manejarse, permite el nacimiento del cine. Tomando un viaje, poco importa si real o puesto en escena para la película, del cineasta Ignacio Agüero a unas islas del sur de Chile donde pretende rastrear una leyenda sobre una pareja de Romeo y Julieta locales, la película acompaña al cineasta, que ejerce como mediador, protagonista, y entrevistador, en un viaje imposible hacia el lugar donde se mezclan el mito, la leyenda, los prejuicios y las expectativas rotas. De una sencillez y elegancia aplastante, de una humanidad enternecedora, El viento sabe que vuelve a casa se edifica, como decía otro grandísimo conversador latinoamericano, Eduardo Coutinho, sobre ese diálogo que se produce cuando la cámara está delante: Agüero recorre la isla, organiza castings, charla con los habitantes, dialoga, y esas conversaciones basadas en el difícil arte de saber escuchar, desmontan la idea preconcebida que ha llevado a Agüero a la isla, echan por tierra la leyenda, pero van desvelando poco a poco otras realidades: un racismo largamente labrado y todavía latente, una división entre mapuches y blancos, una soledad infinita, un saber vivir aunque la vida lo ponga difícil, y unas tradiciones lentas que se articulan sin grandes ceremonias. La cámara de Torres Leiva, como hacía la de Coutinho, no busca los momentos de crisis, sino que se detiene en lo aparentemente liviano y banal, y deja que la vida fluya entre las imágenes, mientras se difumina la leyenda. El viento sabe que vuelvo a casa es en el fondo una lección de y sobre cine, un pensamiento en marcha sobre ese ejercicio de poder que supone filmar cualquier cosa, y sobre la humildad necesaria para reconocer que estábamos equivocados. Gonzalo de Pedro Amatria

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A LULLABY TO THE SORROWFUL MISTERY. Lav Diaz. 485 minutos. Filipinas, Singapur (2016). Con Piolo Pascual, John Lloyd Cruz, Hazel Orencio.

A Lullaby to the Sorrowful Mystery presenta uno de los mayores retos para el cineasta filipino Lav Diaz. Por primera vez, el autor de From What Is Before se enfrenta a la caracterización de auténticos héroes nacionales. Atrás quedaron los individuos anónimos que encarnaban el sufrimiento milenario de todo un país a través de sus cotidianas vivencias trágicas. Su nueva y sublime obra maestra de ocho horas de duración es una de sus habituales reescrituras de la Historia de Filipinas, aunque ésta no está narrada por la gente corriente que suele protagonizar sus largometrajes, sino por los mártires de la Revolución Filipina (1896-97) que fueron derrotados por los colones españoles. En este sentido, y tratándose de Diaz, su acercamiento a la figura del ídolo popular trasciende el ámbito estricto de la Historia. En A Lullaby to the Sorrowful Mystery encontraremos tanto a los héroes y antihéroes de la insurrección, como a figuras mitológicas o personajes literarios de la novela de José Rizal, El Filibuterismo. De este modo, tres dimensiones distintas de una realidad concreta (Filipinas, a finales del siglo XIX) convergen en un mismo espacio.

¿Cuál es ese misterio doloroso al que hace referencia el título de la película? La gran incógnita o resolución de la trama no es hallar un cadáver. Igual que Century of Birthing, From What Is Before o la filosófica Norte: the End of History, Lav Diaz maltrata a sus protagonistas hasta que son capaces de abrazar la ausencia de toda escapatoria; el cineasta los martiriza –como el mundo torturó a Filipinas– hasta que reconocen la maldad, perversión y crueldad que infringen de hombre a hombre, de igual a igual. Incluso uno de los grandes héroes nacionales de la literatura filipina, Crisóstomo Ibarra, confesará su malicia en su exquisito monólogo extraído del texto original de José Rizal: “En mi deseo de venganza, originé el caos”. Carlota Moseguí