Página web del Festival de San Sebastián (22-30 septiembre).

UNA MUJER FANTÁSTICA. Sebastián Lelio. 104 minutos. Chile, Alemania, España, Estados Unidos (2017). Con Daniela Vega, Francisco Reyes, Luis Gnecco.

Cuatro años después de Gloria, el chileno Sebastián Lelio presenta un nuevo drama intimista, esta vez con toques noir y centrado en el titánico proceso de reafirmación personal que lleva a cabo la protagonista del film, una transexual que debe hacer frente al luto de un ser querido y la sarta de humillaciones recibirá por parte de la familia de éste. Día a día, la entereza y autoestima de Marina –cuya espléndida interpretación corre a cargo de Daniela Vega– parecen debilitarse. Sin embargo, nunca decaerá del todo porque Marina asume la tragedia como si se tratara de otro de los tantos frentes que ha combatido en su vida desde que decidió que pasaría el resto de sus días siendo una mujer.

En la rueda de prensa del film, en el pasado Festival de Berlín, Lelio señaló que, en Una mujer fantástica, la transexualidad es en realidad un elemento secundario. A pesar de que el film defiende abiertamente los derechos y las libertades de dicha comunidad, el objetivo principal de la película siempre fue poner en escena el renacimiento de la protagonista. Por otro lado, cabe señalar que uno de los principales logros del film es su capacidad de situar el tour de force de un personaje femenino en el seno de una atmósfera de misterio próxima al cine negro, dos componentes que han definido los melodramas de Pedro Almodóvar durante décadas. Así, en la nueva película de Lelio resuenan los ecos de films como Todo sobre mi madre, Volver o La piel que habito. Carlota Moseguí

COCOTE. Nelson Carlo de los Santos Arias. 72 minutos. Argentina, Alemania, República Dominicana (2017). Con Vicente Santos, Yuberbi de la Rosa, Enerolisa Núñez.

Coproducida por compañías alemanas, qataríes y argentinas, Cocote demuestra no solo el talento sin par (parte intuitivo, parte cerebral) para la puesta en escena de su director, sino también la posibilidad de acercarse a los temas del cine latinoamericano –religión, violencia, diferencias de clase– sin caer en estereotipos, subrayados ni pintorequismos. Cocote es una película de mixturas: visuales (fílmico y digital, color y blanco y negro, múltiples texturas y formatos), formales (ascéticos planos fijos y coreográficos planos secuencia), sociales (comienza y termina en la piscina y jardines de una mansión, mientras que el corazón del relato está ambientado en un más que humilde pueblo costero del sur), étnicas (la cultura blanca y la cultura negra) y religiosas (lo católico, lo evangélico y el sincretismo). Con todos esos elementos, contradicciones y matices Nelson Carlo de los Santos Arias construye un film de espíritu tragicómico que aborda problemáticas extremas sin caer en la solemnidad e incluso con sorprendentes dosis de humor negro y absurdo.

La trama principal tiene que ver con el regreso de Alberto (Vicente Santos), jardinero evangelista que trabaja para una familia acomodada de Santo Domingo, al pueblo natal, donde su padre acaba de ser degollado y las mujeres de su familia le exigen venganza mientras se ve forzado a participar de una serie de rituales que remiten a la cultura afroamericana. La película de la sensación por momentos de ser un poco caótica, pero la acumulación de ceremonias religiosas y la interacción entre los diversos personajes, acaba construyendo un universo tan desconocido (para nosotros) como fascinante, envolvente y seductor. Si el año pasado el cine boliviano fue la revelación del Festival de Locarno con Viejo Calavera de Kiro Russo, este parece ser el de la República Dominicana. Diego Batlle

ARABIA. Affonso Uchoa y João Dumans. 97 minutos. Brasil (2017). Con Aristides de Sousa, Murilo Caliari, Gláucia Vandeveld.

André y Cristiano viven en un pueblo de Brasil llamado Ouro Preto. Apenas se conocen. Sin embargo, cuando Cristiano muere a causa de un accidente en la fábrica de aluminio donde trabaja, el azar hará que el pequeño André recorra los últimos veinte años de la vida del obrero gracias a la aparición de un manuscrito que la película Arábia se encargará de poner en escena. Un giro que evoca el sorprendente cambio de la primera a la segunda parte de Tabú del portugués Miguel Gomes. La primera película dirigida a cuatro manos por los brasileños Affonso Uchoa y João Dumans es una maravillosa cinta de raíces neorrealistas que aborda escenas cotidianas de lo más trágicas con suma ternura y delicadeza, suavizando así su carga melodramática. El film no pretende exaltar la desdicha de los personajes, sino plasmar el sentimiento de soledad y melancolía que los envuelve y los acompaña en su lucha por la supervivencia.

Arábia retrata un Brasil donde la pobreza económica ha superado sus fronteras y, ahora, carcome el alma de su gente. La escritura, que debiera ayudar al protagonista a deshacerse del recuerdo de su amada, termina causando un efecto imprevisto: despertarle de su alienación mientras rememora su vida. En las últimas páginas de las memorias de Cristiano, el personaje confiesa que sólo cuando deja de escuchar el sonido del metal de la fábrica consigue oír el latido de su corazón. Justamente Uchoa y Dumans dejarán en fuera de campo la muerte inicial de Cristiano para que esta deslumbrante película nos deje con una única incógnita: ¿Tuvo Cristiano un accidente o, en realidad, murió de pena? Carlota Moseguí

LA NOVIA DEL DESIERTO. Cecilia Atán, Valeria Pivato. 78 minutos. Argentina, Chile (2017). Con Paulina García, Claudio Rissi.

La novia del desierto es un exponente casi clínico, de manual, del crowd-pleaser: una forma de entender el cine a partir de historias de vida sencillas de gente común con la que el espectador puede identificarse y/o empatizar. Tragicomedia sobre segundas oportunidades con elementos de road movie, protagonizada por la estrella chilena Paulina García (Gloria) y el argentino Claudio Rissi, La novia del desierto supone el debut en la dirección de Cecilia Atán y Valeria Pivato, que narran con sensibilidad y ligereza las desventuras de una mujer de 54 años, empleada doméstica en Buenos Aires que, camino de la ciudad de San Juan, queda varada en una localidad donde hay un santuario dedicado a la Difunta Correa. Allí conocerá a Miguel, más conocido como El Gringo (Rissi), un solitario vendedor que se mueve en una casa rodante.

Las directoras aprovechan al máximo la geografía árida sanjuanina para una película emotiva sobre la posibilidad de encontrar el amor cuando parece que ya no hay esperanzas. En este sentido, La novia del desierto parece una combinación entre La nana y Cama adentro, por un lado, y Gloria (el largometraje chileno que consagró a García en el ámbito internacional), por el otro, con algunas escalas intermedias en la filmografía de Carlos Sorín. Uno podría pensar en La novia del desierto como una película pequeña en varios sentidos (en sus ambiciones y en su duración de apenas 78 minutos), pero en su simpleza se esconde también una pericia y una ductilidad que no abundan en el universo de las ópera primas. Diego Batlle

TEMPORADA DE CAZA. Natalia Garagiola. 105 minutos. Argentina, Francia, Estados Unidos, Alemania, Qatar (2017). Con Germán Palacios, Lautaro Bettoni, Boy Olmi.

La relación padre-hijo, la crisis de la adolescencia y los paisajes patagónicos en invierno parecen ser tres constantes del cine argentino que Natalia Garagiola combina con rigor, inteligencia y sensibilidad en su primer largometraje. Nahuel (Lautaro Bettoni) acaba de sufrir la muerte de su madre y no encuentra la manera de canalizar la angustia, el vacío y el dolor. Tiene respuestas hirientes, algunos arranques violentos, pero en general la procesión va por dentro y termina aislándose del mundo. Apenas se comunica con el segundo marido de su mamá (Boy Olmi) y la situación es tan tensa e inestable que se verá obligado a viajar a San Martín de los Andes, donde vive su padre (Germán Palacios), a quien no ve desde hace una década.

La rebeldía adolescente y el deseo de romper los límites son descritas por la guionista y directora con una bienvenida economía y austeridad. Los diálogos son mínimos porque bastan ciertos gestos, actitudes o simplemente pequeños detalles para exponer en toda su dimensión las contradicciones tanto del padre como del hijo, así como sus incapacidades y frustraciones. Para la construcción de ese universo de violencia contenida es fundamental el contexto geográfico y un cierto sustrato antropológico. Snowboard, skate, graffitis, móviles, hip hop, alcohol y porros, despertar sexual… Los elementos juveniles son los habituales en estos relatos de iniciación, reconciliación y redención, pero Garagiola los maneja (al igual que herramientas formales como el plano secuencia) con una madurez poco frecuente para una cineasta debutante. El resultado es una fascinante y al mismo tiempo desgarradora incursión en ese universo tan desconcertante e inasible como el de la dinámica adolescente. Diego Batlle