Arranca nuestra previa del D’A – Festival Internacional de Cinema D’Autor de Barcelona. Y lo hacemos por todo lo alto, con cinco críticas de las nuevas películas de cinco héroes de la cinefilia global, programadas en la sección DIRECCIONS del certamen barcelonés.
Enlace a la venta de abonos del D’A (descuentos hasta el 4 de abril).
SANGUE DEL MIO SANGUE. Marco Bellocchio. 106 minutos. Italia/Francia/Suiza (2015). Con Roberto Herlitzka, Pier Giorgio Bellocchio, Alba Rohrwacher, Lidiya Liberman.
La acción de Sangue del mio sangue –el film más complejo y audaz de Marco Bellocchio en años– arranca en un convento donde un párroco intenta conseguir una confesión de brujería de una mujer acusada de seducir y llevar al suicidio a un sacerdote. Estamos en el siglo XVII y esta persecución busca en realidad limpiar el buen nombre del confesor. Así, Bellocchio presenta un patrón de hipocresía i perversidad que hallará su perfecto contrapeso en un inspirado estudio del deseo (amoroso y carnal), presentado como un impulso transgresor capaz de derribar las doctrinas morales imperantes.
Cociendo sus postulados a fuego lento, Sangue del mio sangue regala al espectador una serie de deliciosas rupturas de la ortodoxia fílmica capitaneadas por una brecha central que parte el film en dos. Sin previo aviso, la película saltar al presente para observar cómo un viejo vampiro, el “Conde” (Roberto Herlitzka), ve amenazada su plácida existencia cuando un millonario ruso decide comprar su morada, el mismo claustro en el que, hace siglos, fue encerrada la joven acusada de brujería. Es hora de pasar cuentas con el presente sin olvidar el pasado. En una memorable reunión con otro viejo vampiro que trabaja como dentista, el “Conde” clama contra la “obsesión por la justicia” de la nueva Italia, y evoca con nostalgia un aislamiento atávico que considera el principio esencial del vampirismo y el sostén de la vieja Italia provinciana. Una Italia retrógrada que se presenta como la antepasada de esa nación corrupta, perezosa, decadente y falsamente orgullosa que Bellocchio retrata con furia en la segunda mitad del film.
Elusiva y al mismo tiempo rabiosa, Sangue del mio sangue confirma a Bellocchio como un lúcido observador de la realidad, la historia y la psique italianas. El suyo es un cine de sombras y fantasmas, pero Bellocchio es también uno de los más efusivos creyentes en el poder de la belleza. La apoteósica y romántica clausura de Sangue del mio sangue demuestra que el director de Buenos días, noche es de todo menos un hombre resignado. Su fe en el poder transfigurador de la belleza y el arte es nuestro pasaporte a la revelación. Manu Yáñez
AHORA SÍ, ANTES NO (RIGHT NOW, WRONG THEN). Hong Sang-soo. 121 minutos. Cores del Sur (2015). Con Jae-yeong Jeong, Min-hee Kim, Yeo-jeong Yoon.
El nuevo film de Hong Sang-soo –uno de los mejores del autor de En otro país– está compuesto por dos películas distintas que parten del mismo argumento. Ambas están protagonizadas por los mismos personajes y escenificadas en semejantes localizaciones. Sin embargo, existe un pequeño matiz que convierte la segunda historia en antagónica a la primera. Una alteración que condicionará el curso de los acontecimientos y que se identifica con la bondad o maldad que predica el protagonista: los laberintos de la ética se convertirán en el motor esencial de ambas fábulas. A diferencia de otras películas de Hong, la extraña pareja de Ahora sí, antes no consigue esquivar la fatalidad de un destino azaroso. La joven pintora Yon Heejung (Kim Minhee) y el reputado director de cine Ham Chunsu (Jung Jaeyoung) conocen los límites de sus posibilidades e, incluso, miden sus palabras pensando en el impacto que ejercerán sobre el otro. Este estado de plena conciencia de sus circunstancias –tan atípico en los films del director de Nobody’s Daughter Haewon– permite al hombre escoger entre ocultar a su nueva conquista que está casado o decirle la verdad. De este modo, en el primer relato, el protagonista se decanta por la manipulación; mientras que en la segunda ficción el enamoradizo cineasta optará por la vía de la honestidad.
Como en un cuento moral, la perspectiva de Sang-soo parece decantarse por la honradez, al darle un poso menos trágico y más cómico al superlativo segundo relato. Por otro lado, en este segundo episodio el autor plantea un interesante juego con el fuera de campo que enfatiza el silencioso diálogo que mantienen ambas ficciones. Las dos películas escenifican el encuentro entre los protagonistas en un templo, su breve estancia en una cafetería, en el taller de pintura de Heejung, en un restaurante de sushi –donde beberán mucho soju– y en una fiesta con unos amigos de la chica. Sin embargo, habrá partes de la primera historia que serán omitidas en la siguiente, mientras que se revelarán otras que habían quedado ocultas. Con Ahora sí, antes no, Hong entrega otro magnífico ejercicio metacinematográfico que explora las posibilidades de alterar o mejorar la realidad a través del séptimo arte. Carlota Moseguí
FRANCOFONIA. Alexandr Sokúrov. 90 minutos. Francia-Alemania (2015). Con Johanna Korthals Altes, Louis-Do de Lencquesaing, Vincent Nemeth.
Para los que esperaban de Francofonia una suerte de “secuela” de El arca rusa llevada al Museo del Louvre de París, la nueva maravilla de Alexandr Sokúrov –una obra más próxima a sus tentativas “elegías” documentales que a sus rotundas ficciones– puede suponer una pequeña decepción. Planteada como un inquieto ensayo fílmico que reflexiona sobre la historia y el presente de Europa –representada por el eje franco-alemán–, Francofonía presenta un fluido magma de imágenes de archivo, recreaciones históricas y escenas documentales que acercan al espectador al corazón del Louvre: “Quién necesita a Francia sin el Louvre”, sentencia la voz en off del director de Madre e hijo.
Situándose de forma explícita como el narrador y haciendo gala de una exuberante libertad formal, Sokúrov se alinea aquí con el cine reciente de Jean-Luc Godard. Más concretamente, el director de Faust juega con las imágenes (digitales) de un barco a la deriva que transporta valiosas obras de arte y que simboliza el desconcierto de la Europa actual, como ocurría en Film Socialisme. El cineasta ruso se muestra particularmente interesado por la relación que entablan Jacques Jaujard, director del Louvre en el momento de la caída de Francia a manos de los nazis, y el conde Franz von Wolff-Metternich, responsable nazi de la protección de las obras de arte del “enemigo”. La colaboración entre ambos para salvar el fondo artístico del Louvre se presenta como un acto heroico, aunque Sokúrov no se corta un pelo a la hora de enviar dardos al chauvinismo francés –golpeado por su sometimiento al invasor alemán durante la Segunda Guerra Mundial– y al orgullo alemán –“¿Cuándo ha ganado Alemania algo?”, afirma en tono de provocación el autor de Moloch–. Entre la didáctica lección de historia, el sublime ensayo sobre arte –Sokúrov inyecta un aura mágica a la galería de retratos del Louvre– y el discurso ideológico, Francofonía se erige en una emotiva oda a la riqueza cultural europea, un canto que no oculta el desencanto ante un presente catastrófico. Manu Yáñez
L’OMBRE DES FEMMES. Philippe Garrel. 73 minutos. Francia/Suiza (2015). Con Clotilde Courau, Stanislas Merhar, Lena Paugam
Hace casi medio año que vi L’ombre des femmes y hay imágenes de la película que todavía resuenan con fuerza en mi recuerdo, temblorosas, quebradizas. En particular, dos abrazos que intercambian diferentes personajes, todos desesperados, hombres y mujeres que se entregan al amor como algo más que una tabla de salvación. Para Garrel, el deseo, la pasión y el compromiso (y sus respectivos reversos) no son cuestiones vehiculares sino constitutivas. El amor, nos dice el director de Les amants réguliers, es una materia volátil, esquiva. En el curso elíptico de la narración, los afectos se transmutan súbitamente en rencores, un vaivén sentimental que nunca es abstracto: es todo cuestión de cercanías, distancias, miradas al vacío, caricias, andares acompañados o solitarios. Un frágil muestrario emocional que toma forma en los cambios de punto de vista y en la transparente caracterización de los personajes: un hombre que pone sus deseos por encima del bienestar de los demás y dos mujeres heridas que se entregan incondicionalmente a sus amantes.
Filmada en un luminoso blanco y negro que recuerda más a La Jalousie que a El nacimiento del amor, L’ombre des femes es una película teñida de una profunda melancolía. Los breves y fulgurantes momentos de gloria amorosa conviven con una prolongada exploración del desencanto, una aflicción que resuena en el proyecto documental en torno a La Résistance que lleva a cabo la pareja protagonista, cineastas no reconocidos. El malestar se expande como un gas innoble que contamina la Historia, los sueños colectivos y los anhelos privados. Los protagonistas de L’ombre des femmes son pobres como ratas y el olor de la carencia material se percibe en cada rincón de cada encuadre. Garrel sabe de lo que habla, y sabe que la realidad es esencialmente escurridiza. El placer de disfrutar de L’ombre des femmes –una película en la que se dicen cosas como “sin él quererlo y sin ella quererlo, se separaron”– se puede resumir en la deliciosa incertidumbre provocada por la imagen de una salida de metro: ¿quién va a salir? Imposible saberlo. ¿Lo hará solo o acompañado, alegre o apesadumbrado? Así se escribe el gran cine. Manu Yáñez
TROIS SOUVENIRS DE MA JEUNESSE. Arnaud Desplechin. 123 minutos. Francia (2015). Con Quentin Dolmaire, Lou Roy-Lecollinet, Mathieu Amalric.
El original y excéntrico director de Reyes y reina vuelve en cierto modo sobre sus pasos en esta película que narra su infancia y adolescencia, poniendo el eje principalmente en su relación amorosa con una chica cuando él rondaba los 20 años. El filme es una especie de precuela de Comment je me suis disputé… (ma vie sexuelle), su película de mediados de 1996 que exploraba su juventud y tenía como protagonista a su mismo alter-ego, tanto el personaje (Paul Dedalus) como su intérprete (Mathieu Amalric), que aquí, ya adulto, relata su infancia y adolescencia a un oficial que le interroga tras un altercado en un aeropuerto.
Finalmente, queda claro que el recuerdo más vívido para Paul es su relación con Esther, una chica muy seductora y popular de 16 años con la que empieza una relación gracias a la verborragia e ingenio del chico. La relación será intensa y por momentos caótica, complicada además por las estadías de Paul en París –donde estudia en la universidad– mientras ella sigue en el colegio en su pueblo natal. Habrá otros elementos en juego que el espectador deberá descubrir viendo la película, especialmente por lo inesperados que resultan. Y es que, en realidad, todo y nada puede ser inesperado en el cine de Desplechin, un cineasta que juega con formas raras y antiacadémicas de la puesta en escena, el montaje y la actuación sin que por eso sus personajes pierdan el poder de emocionarnos con los recursos más nobles.
Una historia de amor adolescente, “truffautiana” en tema pero más extravagante en su puesta en escena, Trois souvenirs de ma jeunesse es una de esas películas en las que algunos cineastas adultos miran al pasado con una mezcla de cariño y fastidio, logrando que los conozcamos mejor en el camino, una suerte de autobiografía contada a la manera de un viaje de la adolescencia a la adultez. Y con un gran personaje como la tal Esther, esa chica fascinante que todos conocimos en la secundaria que acecha nuestros sueños, de vez en cuando, décadas después… Diego Lerer