Página web de Punto de Vista (Festival Internacional de Cine Documental de Navarra) (2-7 marzo).

THOSE THAT, AT A DISTANCE, RESEMBLE ANOTHER. Jessica Sarah Rinland. 67 minutos. España, Argentina (2019). Sección Dokbizia

En su nuevo trabajo de orfebrería fílmica, Jessica Sarah Rinland prolonga su metódica exploración del concepto de utopía cultural, algo de lo que ya dio buena cuenta en la extraordinaria Black Pond. En Those That, at a Distance, Resemble Antoher, la cineasta británico-argentina sustituye al grupo de investigadores naturalistas de su anterior film por un heterodoxo equipo de arqueólogos y conservadores que ponen todo su conocimiento acerca de la preservación al servicio de museos de todo el mundo, de Sao Paulo a Londres. Con una vocación marcadamente ensayística, Rinland plantea un merodeo conceptual (abierto y zigzagueante) en torno a la conservación del pasado y la realización de copias. La preservación, en una reserva natural, de una raza de “monos aulladores” sirve para contextualizar la interpretación de la Teoría de la Evolución como una larga cadena de copias de un mismo ADN, una lectura darwiniana inspirada por la película Copia certificada, el monumento metalingüístico de Abbas Kiarostami. Luego, las imágenes del humilde taller de un ceramista se emparejan con el sofisticado trabajo de un grupo de conservadores museísticos: la empresa científica hermanada con el trabajo artesanal. Y, en la cumbre del elogio al conocimiento, Rinland observa la realización de copias de viejas tablas de escritura antigua. La copia como forma de perpetuación del saber.

En un momento crucial del film, la trabajadora de un museo –a la que nunca vemos el rostro; una estrategia habitual con la que Rinland subraya el carácter universal de su discurso– afirma lo siguiente: “La copia es perfecta e inalterable, mientras que el original es víctima del tiempo y de la realidad”. Lo transitorio y lo constante, lo efímero y lo perdurable, lo perecedero y lo inmortal. Dialécticas con las que Those That, at a Distance… articula una reflexión de orden ontológico acerca de lo fílmico –el interés de Rinland por el estudio del dispositivo cinematográfico se hace evidente cuando filma, con su cámara de 16mm, el visor de una cámara fotográfica digital, como si se tratara de un palimpsesto invertido–. ¿Qué es el cine?, se pregunta esta cineasta realista mientras sus “personajes” hablan de lombrices que participan en la conservación de restos arqueológicos, o mientras un láser pule la superficie de un viejo hueso de elefante. ¿Qué es el cine? ¿Un arte embalsamador, capaz de detener el tiempo mediante su dispositivo de “reproductibilidad técnica”? ¿O se trata más bien de un arte inclinado a la invocación del transcurso del tiempo, una herramienta privilegiada para el retrato de los procesos evolutivos, naturales, históricos? ¿Podría ser una mezcla de ambas cosas? Igual de minuciosa que los protagonistas del film, Rinland envuelve su atorreflexivo estudio sobre la naturaleza del cine con un conmovedor homenaje al esmero y delicadeza de los arqueólogos y conservadores. Unos científicos cuya infatigable actividad manual toma, en las imágenes de Those That, at a Distance…, la forma de un ritual sagrado, un cometido trascendental que nos devuelve la fe en lo que queda de civilizado en el espíritu humano. Manu Yáñez

PLAYBACK. ENSAYO DE UNA DESPEDIDA. Agustina Comedi. 14 minutos. Argentina (2019). Sección Oficial

Ciudad de Córdoba, finales de la década de 1980. La dictadura ha terminado; la represión, no. En la conservadora Docta rigen en plena era Alfonsín edictos que permiten a la policía detener a quienes fuera del escenario vistan ropas de otro sexo. En ese contexto desolador, las actrices transgénero conocidas como la Delpi, la Gallega y la Colo crearon el colectivo Kalas para concebir performances –basadas en playbacks de canciones de grandes divas– en locales underground como La Piaf. Pero las artistas no solo debían enfrentarse a la intolerancia social sino también a la epidema del SIDA, que se llevó hace ya 25 años a la Gallega y a tantas otras. Playback. Ensayo de una despedida es una suerte de carta de despedida a una generación que se fue mucho antes de lo lógico y lo deseable. La única sobreviviente es la Delpi, dueña de los escasos VHS que quedaron de aquellos tiempos y de la voz en off que recuerda a sus amigas del alma.

Si bien el de Comedi es esencialmente un trabajo de (re)elaboración a partir de found footage, hay también en el cortometraje algunas recreaciones que imitan (con absoluta coherencia) la estética y los registros de aquella época, cuando la cultura LGBTIQ+ debía luchar contra todo y contra todos para sostener sus pequeños espacios de pertenencia y resistencia. Inevitablemente melancólica, la nueva película de la directora de la notable El silencio es un cuerpo que cae tiene, sin embargo, una vuelta de tuerca ligada al modo vitalista en que aquellas artistas encaraban un final trágico que parecía inapelable. Reescribir la historia, construir memoria, revalorizar a una época y unos personajes que (en el marco de lo cinematográfico) resisten al olvido y encuentran una nueva oportunidad. Diego Batlle

OVERSEAS. Yoon Sung-a. 90 minutos. Bélgica, Francia (2019). Sección Oficial

En Overseas, Yoon Sung-a resigue el proceso de formación de un puñado de chicas filipinas para convertirse en profesionales de la limpieza doméstica. Adoptando los métodos de observación de cineastas como Frederick Wiseman o Nicolas Philibert, Overseas plantea una escalofriante reflexión sobre cómo el servilismo puede fagocitar por completo la relación entre naciones. No en vano, la película documenta el proceso de manufacturación del que seguramente sea el principal bien de exportación de Filipinas. Al principio, la cámara, nada intervencionista, toma especial esmero en el retrato tanto del contexto (planos exteriores de calles inundadas por la temporada de lluvias) como de las actividades que se realizan en los interiores. El esmero con el que Yoon filma a las chicas preparando mesas, doblando sábanas o aprendiendo un inglés pensado para moverse única y exclusivamente entre las cuatro paredes del hogar va dejando paso a una serie de inquietantes escenas de simulación. Las tomas fijas se multiplican ahora en un montaje casi telenovelesco para ilustrar cómo, en el proceso de aprendizaje, se obliga a las alumnas a adaptarse a escenarios escabrosos: riñas injustificadas, caprichos abusivos, incluso intentos de violación por parte de los “amos”.

Preparando a las chicas para lo peor, se las acostumbra a unos paupérrimos estándares morales que, si finalmente se hacen realidad, serán mansamente aceptados. Pero, ¿y si la preparación de estas chicas se basara en valores como la dignidad, la bondad y el respeto a uno mismo? El silencio que Overseas ofrece ante esta duda es terroríficamente revelador, pues no hace sino constatar el triunfo de los principios neoliberales en la educación, piedra angular de cualquier sociedad. En un travelling-out en el que la cámara se pasea por las entrañas de la bestia de la burocracia, vemos cómo las chicas se han “transformado” en aquello a lo que el sistema las había predestinado: un paquete listo para ser facturado a Qatar, Israel, Arabia Saudí… Hace más de una década, Foster Child del filipino Brillante Mendoza incidía en el trauma de las “madres profesionales”, encargadas de criar a niños filipinos destinados a convertirse en carnaza de la industria internacional de adopción. De la devastación a la desolación: entre una película y la otra, se traza una evolución que en realidad es involución. Con la educación en manos del gran capital, sigue avanzando la lógica empresarial… y sigue retrocediendo la humanidad. Víctor Esquiol

CEMETERY. Carlos Casas. 85 minutos. Francia, Reino Unido, Polonia, Uzbekistán (2019). Sección Dokbizia

En Cemetery, Carlos Casas se pregunta sobre la posibilidad de encontrar aquello que a lo mejor no exista… o si se prefiere, aquel lugar cuya existencia no puede demostrarse con los medios de los que disponemos. Dicha búsqueda la emprende con maneras de un cine documental que, igualmente, parece tener una actitud más que abierta hacia lo fantástico. Cemetery se abre con unos títulos explicativos que nos hablan de un mito: el del cementerio de elefantes, ese destino (a lo mejor físico, a lo mejor espiritual) hacia el que se dirigen unas criaturas majestuosas. Con esto y una breve conexión radiofónica, el director ya nos pone en contexto. A partir de ahí, las imágenes y sonidos que emanan de los paisajes tienden a lo sublime. Por ejemplo, cuando la cámara se planta en lo más alto de una montaña, vemos cómo su sombra piramidal se extiende por un mar de nubes inacabable, que se extiende, literalmente, hasta el horizonte, hasta donde alcanza la vista.

Dividida en cuatro actos, Cemetery empieza instalada en el territorio de la no-ficción observacional, y poco a poco se va distanciando de ello, adoptando mecanismos más narrativos, que parecen dibujar la clásica estructura de introducción-nudo-desenlace. Eso sí, dicha evolución se efectúa “a cámara lenta”, es decir, sin perder nunca el gusto por la contemplación a fuego lento. Con ello, Carlos Casas parece recordarnos los placeres perdidos de un mundo que lleva largo tiempo olvidado, y en el que el hombre tenía un pacto con la naturaleza (de respeto, de comprensión) muy distinto a las prisas y angustias que se derivan de un ahora marcado por la sobre-explotación de recursos.

Cemetery se mueve (sin miedo a perderse) por la espesura de una jungla que es claramente un ecosistema más sabio que cualquiera de nosotros. Paladeando cada color y ruido propuesto por el medio, este escenario se descubre de repente como un entorno que nos supera, que nos engullirá si intentamos luchar contra él. El respeto y la humildad que perdimos por el camino del “progreso” se recupera a golpe de un deslumbramiento a prueba de efectos especiales. Moviéndose entre lo material y lo impalpable, entre esta vida y la otra, la película acaba alcanzando la quimérica meta que perseguía. Llegada a este punto, la pantalla se desborda, como si la técnica cinematográfica no estuviera a la altura de plasmar esa verdad para la que, efectivamente, no está preparada. Porque a lo mejor para entenderla no se precisa de sofisticación tecnológica, sino de una empatía primitiva. Víctor Esquirol

UN FILM DRAMATIQUE. Éric Baudelaire. 114 minutos. Francia (2019). Sección Oficial

El director de L’Anabase de May et Fusako Shigenobu, Masao Adachi et 27 années sans images y Letters to Max trabajó durante cuatro años con un grupo de 20 estudiantes del colegio secundario Dora Maar de Saint-Ouen (ubicado en un suburbio bastante marginal como el de Saint-Denis, al norte de París) para crear lo que en definitiva es un film colectivo en el que chicos y chicas de diferentes orígenes y condiciones sociales agarran la cámara y (se) filman. No importa aquí la prolijidad (la cámara se bambolea, abundan los fueras de foco) porque lo que interesa aquí es la proximidad, la urgencia, la naturalidad y la sinceridad de estos adolescentes (varios de ellos provenientes de familias africanas) que cuentan de manera intuitiva sus experiencias íntimas, sus andanzas escolares, su visión sobre el racismo y las diferencias de clase –le dedican unos cuantos comentarios mordaces a Marine Le Pen–, sus esperanzas y sus sueños.

Lo mejor del trabajo de Baudelaire es que no intenta apropiarse del trabajo grupal ni imponer su discurso. Es una película de, por y para ellos. Y, tras ese proceso artístico lleno de libertad, quedan viñetas y situaciones que nos hacen (re)pensar a los adultos sobre cómo viven, sienten y analizan la realidad la juventud actual. Diego Batlle