Página web del festival Americana de cine indie de Barcelona

LUCKY. John Carroll Lynch. 88 minutos. Estados Unidos (2017). Con Harry Dean Stanton, David Lynch, Ron Livingston.

Lucky, la ópera prima como director del actor John Carroll Lynch –el marido de Frances McDormand en Fargo o el posible psicópata de Zodiac–, aborda con sorprendente frontalidad, y al mismo tiempo con pudor, el peso de la vejez y la inexorabilidad de la muerte, temas espinosos que se despliegan a través del cuerpo enjuto y la personalidad encantadora de Harry Dean Stanton. Construida como un vehículo para la observación del carisma del mítico actor, la película no duda en exprimir todo el imaginario que le rodea, desde sus icónicos paseos desérticos en París, Texas hasta la sublimación de la bondad y la ternura que encarnó en el regreso de Twin Peaks. Aquí, Stanton interpreta a un antiguo miembro de la Armada norteamericana que lucho en la Guerra del Pacífico y que habita plácidamente en el árido oeste. El retrato amable, aunque un tanto pintoresco, de la rutina del personaje se verá truncado por un desmayo que despertará a Lucky (así llaman al protagonista) del sueño de la inmortalidad.

Carroll Lynch demuestra una gran sensatez al renunciar a todo alarde formal para garantizar el brillo de Stanton –a quien acompaña David Lynch en unas apariciones trufadas de complicidad–. La película es una lección de maximización del minimalismo actoral: de los andares quebradizamente marciales a los gestos desdeñosos que ocultan bocanadas de afecto, Stanton deviene un volcán expresivo en asordinada erupción. En la escena más memorable de la película, la alianza que forman Carroll Lynch, los guionistas (Logan Sparks y Drago Sumonja) y Stanton se atreve a poner en escena el manifiesto ateo y existencialista más contundente que ha visto el cine americano desde Restless de Gus Van Sant. Una claudicación brutal convertida en pura luz por la sonrisa de Stanton, un gesto que merecería figurar como Patrimonio de la Humanidad. Manu Yáñez

GOLDEN EXITS. Alex Ross Perry. 94 minutes. Estados Unidos (2017). Con Emily Browning, Adam Horovitz, Mary-Louise Parker.

“Nadie hace películas sobre personas corrientes que no hacen nada”, le comenta su nueva ayudante a Nick (Adam Horovitz) durante su primera salida fuera del horario de trabajo. Nick quiere impresionar a Naomi (Emily Browing), pero solo conoce sitios vulgares para ir a almorzar, porque es un tipo vulgar. Por su parte, Naomi no solo defiende la vulgaridad, sino que la reivindica. La antiheroína de Golden Exits es una persona insípida, como el resto de personajes de la ficción, que durante una hora y media de metraje no harán absolutamente nada. La nueva película del estadounidense Alex Ross Perry es una suma de historias cruzadas sobre personas que no encuentran una vía de escape a su insatisfacción vital. En este sentido, ese deseo de evasión o “salida de oro” a la que hace referencia el título de la cinta es una quimera imposible para todos ellos.

Estrenada en el Festival de Sundance, la notable Golden Exits destaca, ante todo, por su insólita caracterización de los personajes. Apenas conocemos detalles sobre su vida privada; sin embargo, sí hay una exploración psicológica de los mismos. Es probable que estos personajes –que, a pesar de ser unos completos desconocidos, nos abrirán las puertas de su mundo interior, confesándonos sus miedos, dudas, fantasías o deseos reprimidos– causen un cierto rechazo debido a su artificiosa excentricidad. Sin embargo, Ross Perry ha reconocido que Golden Exits es una película antirrealista. Su meta es transformar Brooklyn, donde trascurren estas historias de amores frustrados, en una especie de fantasmagoría. Y aunque, a priori, los enredos del film remiten a la woodyalleaniana Listen Up Philip, la representación de dicha atmósfera espectral –donde las escenas se imprimirán las unas sobre las otras mediante eternos fundidos– sitúa su nueva película en la línea de su anterior thriller psicológico Queen of Earth. Carlota Moseguí

EX LIBRIS: THE NEW YORK PUBLIC LIBRARY. Frederick Wiseman. 197 minutos. Estados Unidos (2017).

El octogenario cineasta bostoniano Frederick Wiseman, infatigable retratista de la realidad norteamericana, invoca en su nueva película la memoria de dos de sus films recientes: In Jackson Heights, una aproximación al armónico cóctel de etnias y culturas que conviven en Queens, y At Berkeley, un estudio del funcionamiento de la prestigiosa universidad californiana. Ahondando en su sempiterno interés por diseccionar el funcionamiento de las instituciones, el director de Titcut Follies descubre en los entresijos de la Biblioteca Pública de Nueva York no sólo un ejemplo de ética aplicada al servicio público sino, sobre todo, un punto de encuentro para las diferentes sensibilidades y realidades que forman el multiétnico tejido social de la gran ciudad estadounidense. Como ocurría en Boxing Gym, el retrato incisivo, pero inevitablemente parcial, que construye Wiseman deviene una suerte de utopía yanqui.

En un momento clave de este documental de 197 minutos –en el que aparecen Elvis Costello y Patti Smith presentando sus proyectos literarios–, una arquitecta especializada en el diseño de edificios públicos reniega del concepto de la biblioteca como un recinto destinado a almacenar libros: “¡Las bibliotecas deben ser pensadas como edificios para la gente!”. Adoptando este lema como si se tratara de un mandato estético, Wiseman sitúa las hileras de libros en el trasfondo de las imágenes, mientras que el primer plano lo ocupan los niños que acuden a talleres, los mayores que hacen clases de baile, profesionales que ofrecen trabajo, miembros del equipo directivo (obsesionados con la responsable gestión de la revolución digital) o los trabajadores que atienden las demandas de investigadores y visitantes. Todo ello hilvanado como si se tratara de un discreto manifiesto sobre el valor del conocimiento como herramienta de progreso, y sobre la nobleza del compromiso individual con el bien común. Manu Yáñez

PATTI CAKE$. Geremy Jasper. 109 minutos. Estados Unidos. Con Danielle Macdonald, Bridget Everett, Siddharth Dhananjay.

El universo de Nueva Jersey, la otra orilla, la contracara de la glamorosa Manhattan, es el enclave perfecto para este nuevo regreso al clásico mito americano de la salvación a través del espectáculo, el show, el arte. Patti es una chica inteligente, que sobrelleva con bastante elegancia su sobrepeso (más allá de tener que soportar los típicos chistes y discriminaciones, como la que transforma su apellido, Dombrowski, en Dumbo). La ilusión, el escape, estará en la música y la intención de triunfar –con un amigo musulmán, a quien luego se une un afroamericano– en el mundo del rap. Claro que da para desconfiar ese escenario “united colours of rap”, pero, por suerte, por ahí no viene la cosa. Se trata de una película amable, que se hace fuerte en su protagonista (muy simpática y empática la australiana Danielle Macdonald) y la relación de amor-odio con su también poderosa madre, que alguna vez supo grabar un disco y sigue añorando los dorados ochentas. Historia de amistad, crecimiento y superación, pequeña y cariñosa, se disfrutó especialmente como clausura de la Quincena de los Realizadores de Cannes 2017, frente a una Competición Oficial tomada por el cine de la crueldad. Fernando E. Juan Lima

GEMINI. Aaron Katz. 93 minutos. Estados Unidos (2017). Con Lola Kirke, Zoë Kravitz, John Cho.

Gemini remite tanto al cine de Brian De Palma como a Mulholland Drive de David Lynch (Abel Ferrara y Olivier Assayas podrían ser otros antecedentes a tener en cuenta). Por su parte, en una entrevista concedida a la excelente revista que el Festival de Locarno publica cada día durante el certamen, Aaron Katz señala otras influencias de “la era del VHS”, films de los años 80 y 90 como Lazos ardientes de Lawrence Kasdan, Mujer blanca soltera busca de Barbet Schroeder, Malas influencias, de Curtis Hanson y y hasta la denostada Sliver de Phillip Noyce. Más allá de las inspiraciones, lo cierto es que Gemini es un thriller noir de serie B con las calles de Los Angeles y el cine dentro del cine como elementos no menores. Heather (Zoë Kravitz) es una joven estrella bisexual que vive entre presiones laborales, hostigamientos mediáticos y el asedio de los fans que su leal asistente Jill (Lola Kirke) trata de manejar con la mayor diplomacia y sobriedad posible.

A la media hora aparecerá en escena una pistola, habrá un asesinato, una investigación policial, varios sospechosos y, claro, muchas sorpresas que no cometeremos la imprudencia de spoilear. Los climas, la estilización visual, las actuaciones (además de las protagonistas aparecen John Cho, Ricki Lake, Greta Lee y Michelle Forbes) y la banda sonora intrusiva y noventera hacen de Gemini un film fascinante, más allá de que las vueltas de tuerca lucen por momentos algo forzadas y un poco torpes. La forma, el envoltorio, quizás sea más interesante que el contenido y esta vez está bien que así sea. Diego Batlle