Página web del VI Festival Márgenes.

Horarios de las proyecciones “live” del festival (Madrid, Barcelona, Córdoba, México D.F., Santiago de Chile, Montevideo, Zaragoza).

PANKE. Alejo Franzetti. 46 minutos. Argentina, Alemania, Burkina Fasso (2016). Con Konstantin von Sichart, Isaaka Zhoungraba.

Esta película es una auténtica rareza por múltiples razones: fue rodada en Berlín por un argentino que estaba haciendo un máster, narra la historia de personajes de Burkina Faso, dura apenas 46 minutos y se rodó con 250 dólares con un equipo de entre dos y cuatro personas. Si la producción fue claramante amateur, el resultado no lo es. El disparador del proyecto fue filmar el pequeño río que surca el norte de Berlín y da título a la película, pero en realidad narra la historia de un hombre de Burkina (Issaka Zoungrana) que llega a la ciudad para reconocer el cadáver de su hermano ante la policía, firmar los papeles correspondientes y levantar campamento en el departamento de él. Entre llamadas y cartas (¿imaginarias?) sabremos que murió en circunstancias imposibles de esclarecer porque no tiene el dinero para pagar la autopsia que le ofrecen las autoridades alemanas. Hasta aquí la “trama” de un film que antes y después del hecho policial muestra al protagonista vagabundeando por la zona boscosa lindera al Panke. Bella en la mayoría de sus planos, lírica y melancólica (por momentos de manera un poco subrayada), la película habla de la extrañeza de los exiliados y hasta se permite un logrado momento absurdo con el encuentro de nuestro antihéroe con un cura franciscano. Todo eso en poco más de media hora. No es poca cosa. Diego Batlle

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NO COW ON THE ICE. Eloy Domínguez Serén. 65 min. Suecia, España (2015).

Encaramada a las formas del diario fílmico y del cine ensayístico en primera persona, No Cow on the Ice disecciona un proceso de inmersión cultural y (auto)descubrimiento que arranca como un diccionario filmado del idioma sueco (distanciado y digital) y termina con el adiós a una tierra conquistada (emotivo y en formato Super 8). No Cow on the Ice es transparente en su premisa y relativamente hermética en su desarrollo. La película arranca con el aterrizaje en Suecia del director, miembro de la generación de jóvenes licenciados forzados a emigrar por culpa del austericidio al que se ha sometido a la sociedad española. Así, con la crisis nacional como ominoso fuera de campo, este film sosegado y reflexivo acompaña a su autor en sus desventuras laborales y sentimentales en una suerte de terra incognita. Una odisea minimalista que gana enteros cuando Domínguez Serén –director de Jet Lag (2014) y cofundador de la publicación online A Cuarta Parede– se esfuerza por representar de forma directa el abismo que, inicialmente, le separa del otro: sus vecinos, la cultura sueca.

Vale la pena atender a la disposición meditativa de la obra de Domínguez Serén. De hecho, el pasaje más deslumbrante de No Cow on the Ice está importado del pausado cortometraje I den nya himlen (No novo céio), que dirigió el propio Domínguez Serén en 2014. En dicha secuencia, se engarzan, a través de prolongados fundidos encadenados, una serie de estampas urbanas que tienen como centro de gravedad el Ericsson Globe, una cúpula que se impone de forma monumental sobre el paisaje de Estocolmo. En un riguroso ejercicio de geometría observacional, la escena invoca el choque conceptual entre lo permanente y lo transitorio, lo inmóvil y lo mutable: dialécticas que tienen un peso crucial en el discurso que plantea la película en torno al concepto de la identidad personal. A la postre, tomando la obra de Jonas Mekas como alma mater, No Cow on the Ice se revela como una obra sobre la búsqueda de la propia voz, primero silenciada (interior y exteriormente) por el destierro y la distancia cultural, y luego hallada en el diálogo con “el otro”. Manu Yáñez

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IL SOLENGO. Alessio Rigo de Righi y Matteo Zoppis. 70 minutos. Italia, Argentina (2016).

El primer mediometraje de esta dupla de realizadores italianos “exiliados”, Belva Nera fue una de las sensaciones del Festival de Roma de 2013, con sus leyendas acerca de la vida en una zona campestre pero no tan lejana a la capital (el área de Pratolungo) contadas por un grupo de veteranos y ancianos del lugar. En ese caso hablaban de una misteriosa pantera negra. En este largo, un similar grupo de veteranos inolvidables, extravagantes y entrañables recuentan la igual o aún más misteriosa vida de un hombre, una leyenda del pueblo, que aparentemente tuvo una vida familiar, por así decirlo, truculenta. Lo cierto es que este hombre está desaparecido del mapa (nadie lo ve nunca, quizás es un ermitaño, de ahí el título del film que es una referencia también a un tipo de animal) y lo que escuchamos son las historias que se cuentan de su vida y su personalidad agresiva, cruel, misantrópica, pero supuestamente justificada por sus difíciles experiencias de vida. Este grupo de amigos se reúne para hablar de uno de los habitantes que no está, pero al hacerlo también revelan una forma de vida que sigue existiendo, y de manera muy presente, en la Italia profunda, la que no sale en los programas de televisión de la RAI. Más allá de los personajes o misterios que rodean sus películas, lo que Rigo de Righi (que vive en Buenos Aires) y Zoppis (habitante de Berlín) retratan, finalmente, es un estilo de vida que parece quedado en el tiempo y que se basa en códigos –historias, anécdotas, mitos, leyendas, acompañadas por vasos de buen vino– que quedaron fuera de las redes sociales y la comunicación virtual. Un tiempo que es actual pero que por momentos parece medieval… Diego Lerer

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LAS LETRAS. Pablo Chavarría Gutiérrez. 77 minutos. México (2016).

La nueva película del mexicano Pablo Chavarría Gutiérrez invoca en sus imágenes un buen número de tensiones. Por un lado, las que atraviesan gran parte del cine latinoamericano, como la problemática de la autorrepresentación y la validación cultural por parte de poderes europeos. Por otro lado, la redefinición de un nuevo cine político y activista por caminos no necesariamente panfletarios. Y, finalmente, una validación de un panorama que está fuera, mental, física, económica y artísticamente, de los centros de poder del DF. De formación absolutamente autodidacta, Pablo Chavarría (biólogo de profesión) vive y trabaja en San Cristobal de las Casas junto a un sólido grupo de compañeros como Diego Amando Moreno, que, sin llegar a formar un colectivo, sí están consolidando un “otro” cine mexicano que se piensa desde lugares insólitos. Su último trabajo es, sobre el papel, la historia de Alberto Patishtán, profesor y activista indígena que fue condenado de forma injusta, y sin prueba, a 60 años de cárcel por el asesinato de varios policías.

Tras 13 años en prisión, Patishtán fue indultado por el gobierno mexicano, asumiendo que había sido condenado de forma injusta. Sin embargo, nada más lejos de la clásica película de denuncia que Las letras: no hay biografía, no hay descripción, no hay denuncia explícita, no hay maniqueísmo ni subrayado, porque el trabajo de Chavarría discurre por las sendas de la experimentación formal para alcanzar un objetivo político: tremendos travellings flotantes recorren la Sierra Madre Oriental, en una combinación de performance, documental, puesta en escena y viaje ensoñador, creando una representación imposible de un espíritu libre en contraposición al Patishtán encarcelado. La forma visual, como en toda buena película, es el vehículo de las ideas, y lo que Chavarría sugiere, sin enunciarlo, es una liberación conectada a la tierra, una conexión invisible con aquello que “emana de las entrañas y late sin ser oído porque no tiene palabra”. El intento de Chavarría es construir esas imágenes que dan voz a lo invisible, a aquello que no tiene palabra. Letras e imágenes para quien no es escuchado. Gonzalo de Pedro

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HISTORIAS DE DOS QUE SOÑARON. Andrea Bussman, Nicolás Pereda. 87 minutos. Canadá, México (2016).

El nuevo trabajo de Bussmann y Pereda, realizado enteramente en Canadá, es el retrato –entre lo irreal, lo soñado y lo imaginado– de un edificio ocupado casi por completo por inmigrantes gitanos húngaros a la espera de su permiso de trabajo. ¿Y qué hay más definitorio de la identidad contemporánea, más propio del capitalismo transnacional, que la figura del inmigrante, ese no-ser en tierra de nadie, obligado a emigrar por las propias dinámicas perversas de la economía global, que luego es rechazado en los mismos espacios donde se le reclama? Tales of Two Who Dreamt no sería, en esencia, una película mexicana, y sin embargo es una película mexicana en su pura esencia, porque hablando de un grupo de inmigrantes húngaros, Bussmann y Pereda están hablando también de ese país perdido entre el norte y el sur, auténtica fábrica de inmigrantes y, al mismo tiempo, potencia sin explotar y explotadora. Huyendo del documental de observación, y abrazando una suerte de etnografía experimental, Bussmann y Pereda inventan historias con los protagonistas, escuchan las que ellos les cuentan, o superponen las que ellos imaginan, en una película de capas y procesos de transformación: metamorfosis en permanente tránsito (con Franz Kafka en la lejanía). La película filma los ensayos de esas familias para una película que se rodará en unas semanas, y que termina siendo la película que vemos proyectada: rodada en digital, transferida a 16 mm y finalmente redigitalizada a partir del material en celuloide. Un permanente estado de tránsito que se vincula directamente con la propuesta política y ética de la película: el retrato, tan propio de Pereda, de lo foráneo, de ese estado irreal que supone vivir fuera, despertar en un cuerpo y un lugar que no son tuyos. Gonzalo de Pedro Amatria