Página web del Festival de Cine Europeo de Sevilla (9-17 de noviembre).

ATARDECER. Laszlo Némes. 142 minutos. Hungría, Francia (2018). Con Juli Jakab, Vlad Ivanov, Susanne Wuest, Uwe Lauer.

Aquellos que vivieron El hijo de Saúl como una suerte de revelación cinematográfica, tienen motivos para celebrar el alumbramiento de Atardecer, la nueva película del húngaro László Nemes, que pone la mirada en el pasado de su país para retratar el Budapest de 1914, donde el crepúsculo del Imperio Austrohúngaro coincide con la aparición de un espíritu revolucionario que desembocaría en el estallido de la Primera Guerra Mundial. Para penetrar en los entresijos anímicos de este escenario histórico, Nemes reactiva el dispositivo fílmico que inventó para El hijo de Saúl: una sucesión de planos de seguimiento que buscan acercar al espectador a la subjetividad del personaje protagonista, en este caso, una joven llamada Irisz Leiter que llega a la capital húngara para reclamar su legado familiar, destruido en el incendio de la sombrerería fundada por sus padres. Todos estos detalles se van apuntando en la pantalla de forma gradual, con cuentagotas. Por norma general, impera el caos, una desorientación que el espectador comparte con Irisz, cuyo destino se verá atado al de un hermano al que perdió de vista hace años y que podría estar implicado en unas revueltas que amenazan la paz social y el estatus privilegiado de las clases dominantes.

Como endiablada experiencia fílmica, Atardecer no tiene nada que envidiar a El hijo de Saúl. La dimensión de la tragedia histórica es menor, pero la escala de la producción, mayor. Los escenarios son de una belleza y suntuosidad desbordantes, y asombra la convicción con la que Nemes los convierte en el trasfondo borroso de la odisea de Irisz. En Atardecer, además, Nemes se desmarca ligeramente del uso del plano secuencia y sabe sacar partido del montaje a la hora de señalar la incertidumbre que rodea a los acontecimientos. En varias ocasiones, durante la proyección del film, este crítico se descubrió preguntándose cómo demonios la protagonista había llegado hasta tal o cual escenario. La aventura itinerante de Irisz está secretamente sacudida por elipsis narrativas, mientras que el uso del sonido añade otra capa de extrañamiento a la puesta en escena: como en las películas de Béla Tarr (el mentor de Nemes) o Aleksandr Sokúrov, las “voces espirituales” de los personajes parecen acumularse en un único plano sonoro, generando un inquietante y confuso coro de susurros. Todo este empeño audiovisual permite a Nemes articular el retrato de un enmarañado momento de transición histórica, en el que la burguesía y la aristocracia, acomodadas en el status quo, no supieron advertir el surgimiento de una sed revolucionaria, que en la película se presenta conectada a la emergencia del nacionalismo y a la decadencia moral de la monarquía. Manu Yáñez

DOVLATOV. Aleksey German Jr. 126 minutos. Rusa, Polonia, Serbia (2018). Con Artur Beschastny, Danila Kozlovsky, Milan Maric, Anton Shagin.

A horcajadas del mundo literario se desarrolla la extraordinaria Dovlatov del maverick ruso Alexey German Jr. El escritor Serguéi Dovlatov es una de las figuras literarias más consideradas en Rusia, si bien en vida nunca gozó de tal predicamento. Concebida como una balada o como el diario de una semana en la vida del escritor –noviembre de 1970–, Dovlatov presta la misma atención tanto al poder de la palabra como al de las imágenes. El poeta escribe artículos de encargo para el periódico de una fábrica y no logra publicar ninguno de sus manuscritos pues no pertenece a la Unión de los Escritores Soviéticos. Su intransigencia a cualquier forma de intervención en su discurso, su rechazo a ser sistemáticamente “positivo y constructivo” con el régimen de Brézhnev, le mantiene al margen de los medios oficiales. También su amigo el poeta Joseph Brodsky –futuro Premio Nobel– padece los efectos de un sistema que no alimenta a los intelectuales díscolos con el régimen, y es forzado al exilio, como tiempo después el propio Dovlatov acabaría migrando a Estonia y Estados Unidos. Los días en la vida de Dovlatov transcurren en un estado de duermevela ocupando las horas con encuentros de la bohemia artística de Leningrado, visitas a la redacción y su trabajo como periodista, mientras busca dinero en el mercado negro para comprarle “una muñeca gigante alemana” a su hija.

German Jr. otorga una cualidad serenamente onírica al relato con el empleo de largos y populosos planos secuencia, filmados de tal modo que anula cualquier forma de exhibicionismo, buscando el equilibrio entre la dimensión naturalista de las secuencias, muy dialogadas, y el nivel casi espectral, en perpetua neblina, de la imagen. Pareciera que el estilo del film busca reflejarse en el estilo post-realista de Dovlatov, cercano al absurdo, que ridiculiza la realidad con el poder de la ironía. La secuencia en la que, durante la investigación para un reportaje, encuentra en el subsuelo los cadáveres de una clase infantil bombardeada treinta años atrás, concentra la emoción de un itinerario que es también, a su modo, un trayecto por los cimientos de la historia cultural soviética. El film regresa a un tiempo en el que el arte, la cultura, en todas sus manifestaciones, tenía un papel fundamental en la política y la vida de los ciudadanos, en los que la literatura y la opinión de los intelectuales todavía importaba y podía cambiar las cosas. Hay un manifiesto sentimiento de nostalgia hacia ese mundo desaparecido, al tiempo que una necesidad de apelar a la resistencia de creadores y artistas que, como relata Dovlatov en su intermitente voz en off, transitan por el mundo haciendo acopio de pequeñas alegrías y grandes desengaños, pero no pueden si no sentirse afortunados porque, dice, “todavía existimos”. Carlos Reviriego

EL PERAL SALVAJE. Nuri Bilge Ceylan. 188 minutos. Turquía, Francia, Alemania, Bulgaria, Macedonia, Bosnia-Herzegovina, Suecia (2018). Con Hazar Ergüçlü, Murat Cemcir, Dogu Demirkol.

Ganador de la Palma de Oro del Festival de Cannes en 2014 con Winter Sleep, Nuri Bilge Ceylan ofrece en su nuevo film una obra de largo aliento, profundidad psicológica y algunas bienvenidas novedades que quiebran con cierta solemnidad y sequedad que imperaron siempre en su cine riguroso. En El peral salvaje, el protagonista absoluto y dueño del punto de vista es Sinan (Aydın Doğu Demirkol), un veinteañero bastante terco, cínico, despectivo e irritante que acaba de graduarse en la carrera de Letras y regresa al hogar familiar en una zona rural. No tiene trabajo ni dinero, pero está obsesionado con publicar un libro aunque el lugar no es precisamente un centro literario cargado de oportunidades. La relación sobre todo con su padre Idris (imponente trabajo de Murat Cemcir), un maestro de primaria adicto a las apuestas, es más que tirante, pero tampoco se lleva demasiado bien con su madre ni con su hermana menor. Condenado por sus aires de superioridad, terminará peleándose con otro joven, desperdiciando la oportunidad de acercarse a una bella amiga (¿ex amante?) y tratando de impresionar a otros escritores…

Las diferencias generacionales, las contradicciones entre quienes llegan de la urbe y aquellos que se quedaron en el pueblo chico, las cuestiones intelectuales y afectivas, los modestos logros y múltiples decepciones de la vida, y el tema de la desesperación por el dinero son algunos de los conflictos que van aflorando de forma natural, casi imperceptible, en este ensayo chejoviano que está construido con paciencia y sensibilidad, con un extraordinario elenco y buscando que cada diálogo, cada plano en interiores o exteriores tenga la carga dramática justa y necesaria. Brillante guionista y virtuoso realizador y director de actores, Ceylan se permite aquí infrecuentes momentos de humor y un espacio para la emoción que convierten El peral salvaje en la película más accesible de la filmografía del cineasta turco. Diego Batlle

VIVIR DESPRISA, AMAR DESPACIO. Christophe Honoré. 132 minutos. Francia (2018). Con Vincent Lacoste, Pierre Deladonchamps, Denis Podalydès.

Once años le tomó a Honoré regresar a la Competición Oficial del Festival de Cannes tras Canciones de amor. Y lo hace con una película ambiciosa (por momentos pretenciosa), pero que se mete de lleno en una(s) historia(s) de amor gay a principios de los años 90, con el SIDA destruyendo sueños y vidas. El film comienza con un espíritu lúdico y una apuesta cool que con el correr de sus 132 minutos va derivando en algo bastante más denso, recargado y por momentos solemne, con arias de fondo y citas demasiado obvias a los “héroes” artísticos: desde Rainer Werner Fassbinder hasta Bernard Marie Koltès, pasando por Léos Carax. El apasionado romance entre Jacques (Pierre Deladonchamps), un novelista cuarentón con VIH y un hijo pequeño, y Arthur (Vincent Lacoste), un aspirante a director veinteañero que se deslumbra con la vida en París, es el eje del film, aunque no el único. Menos convincente que propuestas similares de Benoît Jacquot, y a importante distancia de 120 pulsaciones por minuto de Robin Campillo, Vivir deprisa, amar despacio resulta, de todas formas, un film visceral, arriesgado y en definitiva valioso. Diego Batlle

WHAT YOU GONNA DO WHEN THE WORLD IS ON FIRE? Roberto Minervini. 123 minutos. Italia, Estados Unidos, Francia (2018). Con Judy Hill, Dorothy Hill, Michael Nelson.

Es curioso que una de las miradas más crudas, desencantadas, viscerales y alejadas del discurso oficial sobre la realidad actual de los Estados Unidos provenga de un director nacido en el exterior. El italiano Roberto Minervini ya había mostrado su interés en retratar el “lado B” del sueño americano en su Trilogía de Texas, y ahora profundiza esa búsqueda con el documental What You Gonna Do When the World’s on Fire? El director de The Passage, Low Tide y Stop the Pounding Heart se internó en el corazón del estado de Louisiana durante varios meses en 2017, luego del asesinato de tres jóvenes afroamericanos a manos de la policía. Uno de los tantos síntomas de la segregación tanto racial (el asedio siempre latente del KKK, la violencia de las fuerzas públicas) como económica.

La sensación de miedo, indignación y resignación (cuando no las tres) de la comunidad se transluce en la elección de los personajes que sirven como hilo conductor del relato: Ronaldo y Titus son dos hermanos sostenidos por una madre soltera que hace lo que puede, Judy es la encargada de un bar histórico al borde de la quiebra, y Los Nuevos Panteras Negras son una agrupación política combativa, casi de guerrilla, que llama a la revolución racional. Durante dos horas Minervini muestra el día a día de todos ellos en medio de un contexto desolador, de marginación absoluta. La cámara está casi siempre pegada a esos rostros curtidos y acostumbrados a convivir con el dolor y el olvido. El resultado es un film en blanco y negro poderosos y genuino que alcanza grandes picos de emotividad (la hisoria de Judy es paradigmática en ese sentido) sin caer en golpes bajos ni en la denuncia panfletaria. Ezequiel Boetti