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SANGUE DEL MIO SANGUE. Marco Bellocchio. 106 minutos. Italia/Francia/Suiza (2015). Con Roberto Herlitzka, Pier Giorgio Bellocchio, Alba Rohrwacher, Lidiya Liberman.

La acción de Sangue del mio sangue –el film más complejo y audaz de Marco Bellocchio en años– arranca en un convento donde un párroco intenta conseguir una confesión de brujería de una mujer acusada de seducir y llevar al suicidio a un sacerdote. Estamos en el siglo XVII y esta persecución busca en realidad limpiar el buen nombre del confesor. Así, Bellocchio presenta un patrón de hipocresía i perversidad que hallará su perfecto contrapeso en un inspirado estudio del deseo (amoroso y carnal), presentado como un impulso transgresor capaz de derribar las doctrinas morales imperantes.

Cociendo sus postulados a fuego lento, Sangue del mio sangue regala al espectador una serie de deliciosas rupturas de la ortodoxia fílmica capitaneadas por una brecha central que parte el film en dos. Sin previo aviso, la película saltar al presente para observar cómo un viejo vampiro, el “Conde” (Roberto Herlitzka), ve amenazada su plácida existencia cuando un millonario ruso decide comprar su morada, el mismo claustro en el que, hace siglos, fue encerrada la joven acusada de brujería. Es hora de pasar cuentas con el presente sin olvidar el pasado. En una memorable reunión con otro viejo vampiro que trabaja como dentista, el “Conde” clama contra la “obsesión por la justicia” de la nueva Italia, y evoca con nostalgia un aislamiento atávico que considera el principio esencial del vampirismo y el sostén de la vieja Italia provinciana. Una Italia retrógrada que se presenta como la antepasada de esa nación corrupta, perezosa, decadente y falsamente orgullosa que Bellocchio retrata con furia en la segunda mitad del film.

Elusiva y al mismo tiempo rabiosa, Sangue del mio sangue confirma a Bellocchio como un lúcido observador de la realidad, la historia y la psique italianas. El suyo es un cine de sombras y fantasmas, pero Bellocchio es también uno de los más efusivos creyentes en el poder de la belleza. La apoteósica y romántica clausura de Sangue del mio sangue demuestra que el director de Buenos días, noche es de todo menos un hombre resignado. Su fe en el poder transfigurador de la belleza y el arte es nuestro pasaporte a la revelación. Manu Yáñez

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LA ACADEMIA DE LAS MUSAS. José Luis Guerin. 92 minutos. España (2015). Con Raffaele Pinto, Rosa Delor, Emanuela Forgetta, Patricia Gil.

La academia de las musas es el primer filme de ficción de José Luis Guerin desde En la ciudad de Sylvia, estrenado hace ocho años. Como en aquella película y en prácticamente toda la filmografía de Guerin, los límites entre la ficción y la realidad son bastante porosos por lo que se podría hablar tranquilamente de un “híbrido”, una película con momentos documentales y con otros aparentemente ficcionalizados por las personas reales que los interpretan. Guerin juega de manera extraordinaria en esos márgenes, llevando a la película de lo que parece ser un documental a un drama romántico y de relaciones que podría ser un melodrama. El protagonista es el profesor y filólogo Raffaele Pinto, que da clases en la Universidad de Barcelona en lo que parece ser un proyecto que algunos denominan “la academia de las musas”. Pinto habla de Dante, de la Divina Comedia, y debate con sus alumnos (en su mayoría mujeres) acerca del rol de la poesía y el lenguaje en la vida, así como de la pasión, amor e inspiración que surge del concepto de la musa, reivindicada como la voz cantante de la creación.

Trascendiendo el marco teórico de las clases y el juego con la sospecha de la infidelidad, La academia de las musas termina centrándose en las figuras de cuatro mujeres que conversan acerca de las clases de Pinto, del concepto de la “musa” y de su confusión sentimental. Con estos materiales, Guerin crea un fascinante retrato de grupo que oscila entre la aparente claridad conceptual y la fragilidad emocional. El director de En construcción filma las conversaciones desde afuera de un bar, de una casa, de un coche, generando planos cargados de reflejos y ecos visuales, además de una potente belleza que contrasta con el registro mas tradicional de las clases.

En cierto sentido, La academia de las musas me hizo recordar a las películas de Matías Piñeiro por la manera de conectar textos tradicionales con las vidas sentimentales y las relaciones de sus protagonistas, especialmente mujeres. Personajes que, finalmente, terminan lidiando con los placeres, los beneficios, pero también con algunos “peligros” de dejar que sus vidas sean gobernadas por conceptos teóricos creados por hombres que tal vez no sean tan “feministas” como afirman ser. Diego Lerer (crítica completa en Micropsia).

Colin Farrell y Rachel Weisz en "Langosta (The Lobster)" de Yorgos Lanthimos.

THE LOBSTER (LANGOSTA). Yorgos Lanthimos. 118 minutos. Irlanda/Reino Unidos/Grecia/Francia/Holanda/Estados Unidos (2015). Con Colin Farrell, Rachel Weisz, John C. Reilly, Léa Seydoux.

Como ocurre con las anteriores películas de Yorgos Lanthimos, gran parte de la suerte de The Lobster (Langosta) se juega en su sorprendente premisa. Mientras en Canino asistíamos a los perversos juegos de dominación que un patriarca ejercía sobre su clan, y en Alps un grupo de desalmados se ofrecía para “reemplazar” a los muertos de familias afligidas, The Lobster nos sitúa en un hotel donde un grupo de solteros apestados por la sociedad –entre los que destaca un Colin Farrell caracterizado como el Flanders de Los Simpson– intentan encontrar pareja. Como es norma en el universo surrealista, afilado y metafórico de Lanthimos, los emisarios del poder cuentan con la ayuda de sus víctimas: individuos sumidos en una suerte de hipnosis masoquista revestida de apatía crónica. Lanthimos disfruta poniendo a prueba las nulas habilidades sociales de sus buñuelianas criaturas, que deben apresurarse en su búsqueda de una pareja si no quieren ser “transformados” en animales salvajes.

Dominada por el absurdo beckettiano, The Lobster –que recuerda a De la guerre de Bertrand Bonello– articula una parábola que apunta hacia múltiples direcciones: una sociedad que penaliza la soledad (a la Saramago); la concepción de la terapia y la autoayuda como panaceas existenciales (a la Houellebecq); la deriva narcisista de las interrelaciones personales (a la Fincher)… Llegado un punto determinado, cuando la premisa argumental agota su efecto sorpresa, Lanthimos empieza a desplegar uno de sus habituales carruseles de crueldad, puntuado por las estampas de varios animales apaleados por diferentes personajes. Todo parece listo para una de los crudos y violentos in crescendos del director griego… sin embargo, sorprendentemente, la película toma una senda marcada por el romanticismo, incluso por una cierta ternura, algo inédito en el gélido imaginario de Lanthimos. Hay que celebrar el giro ligeramente humanista que parece haber tomado la trayectoria de un director al que habrá que seguir la pista en su aventura anglófona. Manu Yáñez

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EL CUENTO DE LOS CUENTOS. Mateo Garrone. 125 minutos. Italia/Francia/Reino Unido (2015). Con Salma Hayek, Vincent Cassel, Toby Jones, John C. Reilly.

A juzgar por sus tres últimas películas, es muy difícil determinar qué clase de cineasta es Mateo Garrone. ¿El duro y seco narrador de una fascinante historia de gangsters como Gomorra? ¿El algo más poético y casi surrealista de Reality, que arrancaba con un similar realismo napolitano al de su anterior filme para luego desviarse a territorios más y más extraños? ¿O este contador de cuentos de hadas bizarros que toma un clásico de la literatura napolitana para armar una suerte de absurda, creativa y delirante historia? Las películas se parecen poco entre sí, pero, en el caso de El cuento de los cuentos, la propia obra tomas formas tan inesperadas que durante un tiempo uno duda si está viendo la película correcta. El filme se basa en historias de Giambattista Basile, un autor clásico que a principios del siglo XVII se anticipó a muchas de las historias que hoy conocemos como “cuentos de hadas”. Aquí Garrone combina tres historias del autor: una mujer quiere quedar embarazada y solo puede hacerlo comiendo el corazón de una bestia marina, otra incluye a un rey enamorado de una pulga gigante, y una tercera que tiene que ver con un príncipe que se enamora de una mujer anciana por su bella voz, quien luego rejuvenece mágicamente ante la sorpresa de todos.

La película es, finalmente, un cuento de hadas para adultos que se atreve a llevar las situaciones al absurdo. Juegan en su contra el extraño elenco internacional (Salma Hayek, John C. Reilly, Toby Jones, Vincent Cassel) y el hecho de estar hablada en inglés, algo que por momentos le confiere al conjunto las características de una extraña película de serie B de los ’70. A favor tiene que se atreve a jugar con el ridículo en una época en la que pocos cineastas serios y de reputación internacional lo hacen. La secuencia de la princesa y el ogro es lo mejor de una película absurda, despareja e inusual, pero que con el paso del tiempo me va pareciendo cada vez más simpática. Diego Lerer (cítica completa en Micropsia).

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PEACE TO US IN OUR DREAMS. Sharunas Bartas. 107 minutos. Lituania/Francia/Rusia (2015). Con Ina Marija Bartaité, Sharunas Bartas, Edvinas Goldstein.

Capaz de filmar los ritmos de la naturaleza y sus efectos sobre los hombres como pocos, el cineasta lituano Sharunas Bartas es capaz de transformar un elemento como el agua en expresión artística en movimiento. En Peace to Us in Our Dreams, Bartas regresa, cinco años después de Indigène d’Eurasie, delante y detrás de cámara. Como intérprete, desarrolla un papel en el que parece ser un sobreviviente de una depresión. Su novia, que bien podría ser su hija, en pleno concierto deja de tocar el violín, instrumento que domina enteramente, y desaparece. Ella también está en crisis. Por otra parte, la hija del personaje de Bartas, una adolescente, está dolida por la muerte de su madre. Un pie de página: la aparición fantasmal de la fallecida Yekaterina Goluveba, alguna vez pareja del director, a través de algunas películas domésticas en el papel de la madre, es un plus extradiegético que resulta imposible no procesar como una elegía tardía. Y es que no es otra cosa que el ominoso y poético regreso de un muerto, decisión misteriosa y orgánica en la propia lógica del film.

No pasan muchas cosas en Peace to Us in Our Dreams, más allá de unos cazadores que irrumpen en el área en donde el padre, su mujer y su hija van a descansar unos días. La naturaleza es sublime: un lago de aguas tranquilas, un bosque frondoso. La interacción con algunos vecinos oscila entre lo ridículo y lo edificante. El tema de fondo filosófico es la relación que todo sujeto establece con el deseo, cifrado aquí en el concepto de sueño. Hay una conversación hermosa entre el padre y la hija al respecto, un pasaje verdaderamente inspirado. Luego, en una escena similar, se repetirá una conversación con su pareja, momento que parece un remake innecesario de la escena anterior, aunque no deja de transmitir alguna cuestión edípica en el vínculo. Peace to Us in Our Dreams es un buen regreso de Bartas, a pesar de algunos apuntes de sordidez innecesarios. Está lejos de sus películas sobresalientes como Koridorius y Freedom, pero es una señal de que se pueden seguir esperando buenas noticias cuando se oye el nombre del lituano. Roger Koza (crítica completa en el blog Con los ojos abiertos).