Página web del Festival Internacional de Cine de Gijón (17-25 noviembre).

LES FANTÔMES D’ISMAËL. Arnaud Desplechin. 132 minutos. Francia (2017). Con Mathieu Amalric, Marion Cotillard, Charlotte Gainsbourg.

Excesiva, gozosamente abstracta y voluntariamente desmembrada, Les fantômes d’Ismaël utiliza todos los artificios que el director de Tres recuerdos de mi juventud ha ido ejercitando a lo largo de su carrera: de las citas a otras obras de arte a los saltos de eje que desorientan al espectador, de las elipsis y flash-backs abruptos a las escenas de confesiones a cámara, de la polifonía de perspectivas (y voces en off) a los zooms agresivos. A lo que, en esta ocasión, se suma un juego de ficciones dentro de ficciones encaminadas hacia una meditación sobre la fragilidad del ego: Mathieu Amalric, que interpreta a un director de cine, cumple, como de costumbre, el rol de alter ego de Desplechin, mientras que Louis Garrel encarna a otro alter ego, el del hermano del protagonista, en una película dentro de la película. La idea de Desplechin parece ser la de romper con la unicidad del yo, reflexionar acerca del modo en que crecemos y cambiamos: es posible “tener 2 o 3 vidas”, afirma uno de los personajes del film. Todd Haynes demostró en I’m Not There que era posible resquebrajar por completo la identidad de un artista (Bob Dylan, de quien en Les Fantomes d’Ismaël se escucha su It Ain’t Me Babe); Desplechin toma el testigo y plantea una película que aplica ese principio deconstructivo de manera tan radical como sutil.

Informe y desbordante, Les Fantomes d’Ismaël es seguramente la película más ambiciosa de Desplechin desde Rois et Reine (2004), su obra maestra. Como muestra, una escena memorable en la que el personaje de Amalric construye una tupida red de cuerdas (a lo Spider de David Cronenberg) apoyadas sobre dos retablos del siglo XV y, arrebatado por una locura pasajera, celebra “la invención de la perspectiva”. Por último, resulta necesario hablar de la fascinante dimensión cinéfila de Les Fantomes d’Ismaël, que en diferentes pasajes entrecruza citas a Persona de Ingmar Bergman y, sobre todo, al universo de Alfred Hitchcock. La sombra alargada de la esposa muerta remite a Rebeca, mientras que la reaparición fantasmal de la mujer remite claramente a Vertigo. Es posible pensar incluso en 8 ½ de Fellini, aunque, a la postre, Les Fantomes d’Ismaël, con sus citas a Philip Roth y Jacques Lacan, resulta ser una obra enteramente desplechaniana, quizás el epítome de su estilo y sus obsesiones. Manu Yáñez

DID YOU WONDER WHO FIRED THE GUN? Travis Wilkerson. 90 minutos. Estados Unidos.

Estrenada en el pasado Festival de Sundance, Did You Wonder Who Fired the Gun? denuncia el pasado y presente racista de Estados Unidos destapando el homicidio, prácticamente secreto, que llevó a cabo el bisabuelo del director del film, Travis Wilkerson (An Injury to One), en 1946. La voz en off de Wilkerson narra este episodio como si se tratara de una investigación detectivesca. De hecho, el mismo director tuvo que contratar a más de un detective privado para recopilar datos. Extractos de Gregory Peck interpretando a Atticus Finch en Matar a un ruiseñor, imágenes de carreteras con estética lynchiana, y otras tomas estáticas en blanco y negro de edificios abandonados y árboles al viento acompañan visualmente el monólogo que recitará Wilkerson durante hora y media de metraje.

El director de Machine Gun or Typewriter quiere que el mundo se pregunte, junto a él, por qué su antepasado S.E. Branch mató a un hombre negro llamado Bill Spann en Dothan, Alabama y no fue procesado ni castigado por ello. Sin embargo, aunque Wilkerson repita una y otra vez que ha confesado el crimen de su bisabuelo para que se haga justicia, el espectador no tardará en darse cuenta de que su discurso no habla del asesinato sino del sentimiento de culpa con el que convive a diario el cineasta por arrastrar el racismo en sus genes. Como proclama el director en una sentencia lapidaria: “El color blanco en mi piel destruyó a una familia, y esa misma blancura terminará aniquilando el mundo”. Este gesto de osadía convierte a Did You Wonder Who Fired the Gun? en el ensayo más personal de Wilkerson. Carlota Moseguí

ALIVE IN FRANCE. Abel Ferrara. 79 minutos. Francia (2017). FUERA DE COMPETICIÓN.

Con Alive in France, Abel Ferrara deja constancia de la breve gira que realizó por escenarios del país galo en otoño de 2016, interpretando la música que aparece en su filmografía. En un momento de la cinta, Ferrara se encarga de explicar que, de contar con presupuesto suficiente, probablemente se limitaría a llenar sus bandas sonoras con temas de los Rolling Stones. Pero como sus producciones suelen ir justas de posibles, le sale más a cuenta juntarse con amigos y componer ellos mismos las canciones que luego se integrarán en el relato. Una lógica de austeridad y optimización del talento no muy distinta a la que puede aplicar John Carpenter, si bien en el caso de Ferrara los resultados no cuajan en sonidos particularmente memorables y capaces de sobrevivir fuera del contexto para el que fueron creados.

Esto explica por qué el carisma del filme no se encuentra tanto en el plano sonoro como en los encuentros que produce sobre el escenario, reuniendo al cineasta con algunos de sus colaboradores habituales, como Joe Delia y Paul Hipp. Así, el director de Teniente corrupto tiene la ocasión de filmar a las personas que le son cercanas y a las que quiere y admira: no debe extrañarnos que, a la hora de registrar las actuaciones, los encuadres tiendan a un contrapicado que magnifica la presencia de los músicos. En ese territorio, el propio director se convierte en una presencia omnipresente, cuyo deambular errático pero enérgico marca el carácter de una película que no conoce el reposo y que se niega a detenerse mucho tiempo en cada una de sus vertientes, ya sean las reflexiones del autor sobre su oficio, los preparativos de los conciertos, o el gozo de estas reuniones públicas entre amigos. Así, la conclusión que permite extraer Alive in France es que todo lo que toca Ferrara queda inoculado por un agente que atrae el caos, asimilando con naturalidad accidentes como la de la groupie hostil que persigue al grupo por el backstage, o la fan que decide abuchear el minuto de gloria de Paul Hipp en Midnight for You, un calco springsteeniano compuesto para China Girl. Gerard Casau

ON THE BEACH ALONE AT NIGHT. Hong Sang-soo. 101 minutos. Corea del Sur, Alemania (2017). Con Kin Min-hee, Seo Young-hwa, Jeong Jae-yeong.

Para hablar de la sobresaliente nueva película de Hong Sang-soo, On the Beach at Night Alone, debemos remontarnos al último film que el coreano filmó con la actriz Kim Min-hee, Right Now, Wrong Then: una cinta compuesta de dos versiones de una misma historia de amor imposible. En la primera, un director de cine casado engaña a una joven artista, omitiendo su estado civil para seducirla; en cambio, en la segunda, el cineasta enamorado le confiesa que tiene esposa para que la pintora aprecie que su amor por ella es auténtico. En cierto modo, On the Beach at Night Alone puede interpretarse como una continuación de cualquiera de las dos versiones de Right Now, Wrong Then. Además de estar protagonizada por la misma actriz, se trata de una película sobre una mujer que reconsidera su actual relación con un hombre casado. Una situación que recoge la estela de la vida privada de Hong y Kim: meses después de presentar Right Now, Wrong Then en el Festival de Locarno, se descubrió el affaire entre ambos; revelación que desembocó en un maquiavélico circo mediático por parte de la prensa rosa surcoreana.

On the Beach at Night Alone es una película hecha para el brillo de Kim Min-hee, que resplandece en un drama seco que enaltece (y perdona) las inocentes intenciones románticas del tercer ‘elemento’ de un triángulo amoroso. Dividida en dos partes que se ubican en dos continentes distintos, la película arranca en Hamburgo, ciudad donde se esconde Younghee (Kim Min-hee) tras haberse hecho público en los medios su affaire con uno de los directores más famosos de Corea del Sur. Esta primera parte está dedicada a la relación que establece Younghee con un entorno extranjero, amenazado por el fantasma de su amante, mientras que la segunda mitad –probablemente la cima de la obra del autor de Our Sunhi– nos lleva de vuelta a Corea. Allí seguiremos una serie de encuentros de Younghee con amigos, donde los reunidos, a petición de Younghee, son obligados a verbalizar su concepción del amor. Si bien para la mayoría se trata de un concepto relativo, que varía según las circunstancias de cada caso, para la romántica Younghee sólo hay una respuesta posible. A la postre, la idea central de todas las conversaciones es que el adulterio está permitido si la muerte de ese matrimonio fue impulsada por algo más profundo; en tal caso, un amor verdadero. Carlota Moseguí

EL FUTURO QUE VIENE. Constanza Novick. 85 minutos. Argentina (2017). Con Dolores Fonzi, Pilar Gamboa, José María Yazpik.

Se han filmado decenas, centenares de películas sobre la amistad entre mujeres con sus contradicciones, sus matices, sus códigos, sus complicidades y sus lealtades. Sin embargo, cuando aparecen pequeñas grandes películas como El futuro que viene todo comienza de nuevo y es como si nos acercáramos a la intimidad femenina por primera vez. En un año excepcional para las directoras en el cine argentino (Lucrecia Martel, Anahí Berneri, Natalia Garagiola, Nele Wohlatz, etc.), ahora se suma esta ópera prima de la guionista y realizadora Constanza Novick que describe una amistad que persiste en el tiempo (desde la infancia hasta la adultez), pese a las distancias, las diferencias, los malos entendidos, las competencias, la maternidad, los cambios de parejas y las distintas etapas laborales, afectivas y evolutivas que cada una va atravesando.

Ya sea a través de los flashbacks que nos trasladan al pasado como en el presente que las reúne luego de múltiples diferencias sentimos la intensidad de la relación entre Romina (Dolores Fonzi) y Flor (Pilar Gamboa), dos mujeres que son capaces de decirse las peores cosas en un momento de tensión, pero que igual estarán al pie del cañón cuando la otra la necesite. En este universo femenino trabajado al mismo tiempo con potencia y sutileza, con inteligencia y espíritu tragicómico, los hombres quedan relegados a un segundo plano porque son ellas las que, con aciertos y tropezones, con algunas actitudes irritantes pero con una fuerza de voluntad encomiable, van construyendo su universo y buscando su destino. Cine de mujeres, pero no solamente para mujeres. Diego Batlle