Página web del Festival de Sitges.

VALLEY OF LOVE. Guillaume Nicloux. 91 minutos. Francia-Bélgica. Con Gérard Depardieu, Isabelle Huppert, Dan Warner. SECCIÓN NOVES VISIONS ONE

Pasaron 35 años desde que Isabelle Huppert y Gérard Depardieu filmaron la notable Loulou, de Maurice Pialat, pero nunca es tarde para el reencuentro en pantalla de dos figuras insoslayables de la mejor historia del cine francés. El responsable de semejante proeza fue el guionista y director Guillaume Nicloux, quien ha construido en Valley of Love una película a la medida de ambos intérpretes. Tal es así que Huppert y Depardieu son en la ficción Isabelle y Gérard, dos estrellas que alguna vez estuvieron casados y se reúnen en el Death Valley de California (la zona desértica donde Michelangelo Antonioni rodó Zabriskie Point) a pedido de su hijo Michael, un fotógrafo gay que se ha quitado la vida seis meses antes y les ha dejado una carta para que ambos acudan a una cita en la que, asegura, él miso aparecerá. Así de absurda, incómoda, metafísica y existencial es la propuesta del prolífico realizador de La religiosa y El secuestro de Michel Houellebecq.

A pesar de ser una película sobre el dolor, la culpa, la decadencia y la pérdida, Valley of Love también aborda el amor, el reencuentro, la espiritualidad y la redención. En el film, tanto Depardieu como Huppert se permiten varios momentos de humor bastante logrado y, sobre todo, de autoparodia respecto de sus propias carreras (sobre todo cuando son abordados por turistas estadounidenses en las instalaciones del resort donde se instalan). Y si bien está lejos de ser una película del todo convincente –la puesta en escena y varias situaciones son más bien torpes–, la imponente presencia de la dupla Depardieu-Huppert hace de esta tragicomedia un film digno y entrañable. Diego Batlle

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GREEN ROOM. Jeremy Saulnier. 94 minutos. Estados Unidos (2015). Con Imogen Poots, Alia Shawkat, Anton Yelchin, Patrick Stewart. SECCIÓN OFICIAL FANTÁSTIC.

Desde hace algunos años, la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes tiene la saludable costumbre de programar cine de género puro y duro. Allí se presentó este año Green Room, el nuevo film del director de Blue Ruin, con la que tiene algunos puntos en común y otros muy distintos. Si bien ambas integran el llamado nuevo cine de género independiente que parece estar haciendo furor en Estados Unidos, aquella era más un drama con toques policiales mientras que aquí nos encontramos con un thriller que coquetea con el cine de terror en la línea del John Carpenter de Asalto a la comisaría del distrito 13 o del Walter Hill de Los amos de la noche (The Warriors). Aquí los protagonistas son una banda punk que va de gira por los Estados Unidos en una furgoneta. Uno de sus shows es un fracaso y el chaval que los contrata, para intentar recuperar algo de dinero, les recomienda tocar en un club de skinheads.

Todo parece ir bien hasta que una canción un poco antinazi fastidia al público y en cuanto termina el show la banda queda atrapada en el backstage con otro grupo y una mujer muerta con un cuchillo en la cabeza. Ese es el comienzo de un juego de gato y ratón entre los miembros de la banda y la comunidad de skinheads. Intensa, violenta y oscura, la película se transforma en un chase movie tocada por arrebatos gore. Saulnier bebe de los maestros del género policial y violento americano más seco, al que le agrega alguna dosis de terror excesivo hasta lo humorístico. Si bien por momentos la cantidad de personajes vuelven un poco confusa la trama, eso no le hace perder fuerza ya que el foco siempre es claro, lo mismo que la geografía del lugar y las relaciones de poder. Vienen bien, también, algunos momentos de humor y camaradería entre los miembros de la banda, especialmente en una apuesta que juegan a lo largo de todo el filme. Diego Lerer (crítica completa en Micropsia). 

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THE COMEDY. Rick Alverson. 95 minutos. Estados Unidos (2012). Con Tim Heidecker, Eric Wareheim, James Murphy. SEVEN CHANCES.

¿Qué sería de los niños grandes de la Nueva Comedia Americana si la cámara les negara la chispa surrealista, el ingenio crónico y ese halo romántico que alimenta su característico glamour cafre? Pues probablemente se descubrirían aprisionados en los opresivos y cassavetianos primeros planos de The Comedy, donde las legendarias Toga Parties de Desmadre a la americana se transmutan en un festival de fealdad y patetismo. Junto a sus amigos barbudos, barrigones y ricachones, el protagonista de esta anti-odisea amoral, Swanson (Tim Heidecker en estado de gracia), conforma una suerte de aristocracia decadente que pierde el tiempo jugando al soft-ball o desfilando en bicicleta a la sombra del edificio Chrysler de Manhattan. Como Los inútiles de Fellini, la burguesía venida a menos de las películas de Lucrecia Martel o las criaturas a la deriva de Sofía Coppola y antes de Michelangelo Antonioni, Swanson y su troupe de profesionales de la ofensa vagan por una película que halla su sentido en el vagabundeo narrativo y en la indolencia emocional. The Comedy no va a ninguna parte, y así el film hace justicia a la naturaleza de sus personajes mientras torpedea el academicismo de gran parte del cine indie norteamericano.

Producida por David Gordon Green, Jody Hill y Danny McBride –los padres de la serie Eastbound & Down–, la antipática The Comedy tiene como principal hilo argumental las esporádicas conversiones del protagonista en un Zelig caprichoso. Como un heredero pijo y aburrido del protagonista de Holy Motors, Swanson incomoda a sus iguales haciéndose pasar por un jardinero entrometido; curiosea en el dolor humano simulando ser un familir de un hombre en coma; fracasa como limpia-platos ocasional; paga 400 $ por convertirse en taxi driver durante 20 minutos… El talentoso Rick Alverson (de quien estoy deseando ver New Jerusalem y The Entertainment) insiste en la idea del hombre vaciado hasta subrayarla y se excede puntualmente en la caracterización monstruosa de sus insensibles criaturas. Sin embargo, la fascinación que demuestra Alverson por sus personajes, encarnada en su obsesiva mirada de entomólogo, termina resultando tan perturbadora como contagiosa. Manu Yáñez

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COSMOS. Andrzej Zulawski. 103 minutos. Francia-Portugal (2015). Con Sabine Azéma, Jean-François Balmer, Jonathan Genet. SECCIÓN NOVES VISIONS ONE.

Para cierta cinefilia, 2015 será el año del regreso a la dirección (con bastante gloria) de Andrzej Zulawski, autor de films como La posesión o La mujer pública, quien terminó con una larga sequía artística con Cosmos, audaz transposición del último libro de un autor “imposible” para el cine: Witold Gombrowicz. Nacido en Ucrania, criado en la ex Checoslovaquia, radicado en Polonia y formado en Francia, Zulawski presentará en Sitges (después de su paso por el Festival de Locarno) una película rodada en Portugal con actores de varios países. Lo que se dice, un auténtico ciudadano del mundo…

Quince años después del estreno de La fidelidad, Zulawski perpetra con Cosmos una tragicomedia coral absolutamente delirante y conscientemente demodé para narrar una historia de amor imposible entre un joven estudiante hospedado por una exótica familia y una muchacha casada, cuyo marido arquitecto está siempre presente. Película de enredos que va desde situaciones superficiales y banales hasta misteriosos eventos (como las sucesivas apariciones de animales ahorcados en los jardines), Cosmos es una propuesta que intenta y en varios pasajes logra trasladar a la pantalla los complejos y fascinantes juegos de palabras del autor polaco que vivió durante más de dos décadas en la Argentina. Un fascinante trabajo de adaptación que se alimenta del buen hacer de sus intérpretes más veteranos, una Sabine Azéma y un Jean-François Balmer que hallan la nota justa en la antípodas del naturalismo. Diego Batlle (crítica completa en Otros Cines).

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NEAR DEATH EXPERIENCE. Benoît Délépine, Gustave Kervern. 87 minutos. Francia (2015). Con Michel Houellebecq, Marius Bertram, Benoît Delépine. SEVEN CHANCES

Septiembre de 2011. Michel Houllebecq desaparece sin dejar rastro, sembrando el caos mediático. Durante su breve ausencia, se difunden varios rumores sobre el paradero del escritor de El mapa y el territorio. Entre ellos, destaca un secuestro por parte de Al Qaeda y un aislamiento voluntario por problemas psicológicos. Tres años más tarde, la prensa volvió a hacerse eco del suceso coincidiendo con la presentación simultánea de dos películas protagonizadas por el mismo Houllebecq: El secuestro de Michel Houllebecq, una versión cómica de su posible rapto, y Near Death Experience de Benoît Delépine y Gustave Kervern, una ficción sobre un hombre deprimido que abandona a su familia para suicidarse en una montaña. Conociendo el sentido del humor macabro del dúo francés (directores de Mammuth), la inclasificable Near Death Experience podría pasar por otro de sus ejercicios de cinismo. Sin embargo, los autores de Le grand soir, más solemnes que burlescos, se estrenan aquí en la dirección de un largometraje de índole existencialista.

Near Death Experience es una fábula sobre un álter ego de Michel Houllebecq que vaga sin rumbo, como un muerto viviente, a causa de la cotidiana mediocridad que define su existencia. Este tele-operador de sesenta años llamado Paul experimenta una extraña y creciente sensación de melancolía, un spleen baudelairiano puntuado por el recitado de Elevación, el tercer poema de Las flores del mal. Así, durante los tres días que comprende la película, la versión más decadente de Houllebecq filosofará sin cesar, mientras bordea precipicios, presas y barrancos; acompañado de Franz Schubert, Black Sabbath, y la presencia invisible de una musa llamada Endorfina. Carlota Moseguí (fragmentos de un texto publicado en el catálogo del Festival de Sitges).