La segunda película del cineasta pamplonés David Arratibel, tras su primer trabajo, Oírse (presentado en la sección Zabaltegi del Festival de San Sebastián en 2013), continua la linea de cine personal iniciada con aquella primera película, que partía de su propia experiencia como enfermo de acúfeno para adentrarse en las vidas de otros que, como él, sufrían también la presencia de ese sonido constante en su propio oído, una barrera entre el mundo y lo más íntimo, una presencia invisible pero siempre presente. En este caso, Converso imprime su sello personal de forma indirecta, y algo juguetona, o incluso irónica, desde su título, que juega con el posible doble sentido de la película, introduciendo una duda sobre la condición del propio director de creyente, o no, en la fe católica. Una incertidumbre que planeará a lo largo de todo el metraje. Porque, siguiendo esa línea de exploración de lo invisible, Converso es una película sobre algo tan complicado de retratar, e incluso de entender de forma racional, como la fe, y el proceso de conversión a la religión.

Arratibel utiliza el dispositivo cinematográfico casi como una excusa, al menos inicialmente, para enfrentar una realidad que, en su vida cotidiana, había tratado de esquivar durante años: la conversión al catolicismo de varios miembros de su familia. Su madre, sus dos hermanas, y su cuñado pasaron del ateísmo, el agnosticismo, incluso la militancia comunista a una fe arrebatada y capaz de transformar sus vidas de forma radical. El converso del título no hace solamente referencia a la posible conversión del director, que nunca se aclarará (no es ese el objetivo de la película), sino también al ejercicio sobre el que se sostiene todo el film: el gesto de conversar, de enfrentar a través del dialogo el misterio de la conversión de sus familiares, como proceso para entender y aceptar el cambio vivido en el seno del grupo. Converso se estructura así como una serie de conversaciones y encuentros a través de los que la familia de Arratibel explica su proceso, su cambio radical. Unas conversaciones que, además, van recomponiendo los puentes que la conversión había roto en la familia. Converso se aparece así no solo como una película sobre el Misterio, en mayúsculas, sino sobre todo como una película acerca de la palabra como aquello que da sentido y ordena la vida. En el fondo, estamos ante una película sobre la ausencia de un padre, que cada miembro de la familia tratará de rellenar de una forma distinta: unos con la palabra de Dios, otros, como el cineasta, con la palabra filmada.