Fernando Bernal (Festival de San Sebastián)

La ópera de la prima de la actriz sueca Tuva Novotny permite tres posibles formas de acercamiento. Por un lado se puede disfrutar de su arriesgada e imponente propuesta formal. También existe la posibilidad de no entrar en el film y distanciarse por la exhibición (a veces impúdica) del dolor y el sufrimiento. Por la manera tan cruda en la que se muestran en pantalla. Y una tercera vía sería la que propone la directora, es decir, la integración de fondo y forma en un ejercicio en el que la vida se muestra sin cortes, en tiempo real y muy de cerca. Las tres son válidas ante una película exigente, pero cada una de ellas conduce al espectador a un lugar diferente, que puede ir desde el rechazo a la fascinación más absoluta. Nunca habrá término medio. Así de compleja es la primera película como directora de la intérprete de títulos como Borg McEnroe (2017) o Aniquilación (2018), con la que se cierra el concurso en la Sección Oficial del Festival de San Sebastián.

Blind Spot es una producción noruega que cuenta unos acontecimientos que se desarrollan en poco más de una hora y media. El tiempo que tarda una joven adolescente en salir de su entrenamiento de balonmano, pasear junto a su mejor amiga, llegar a su casa para cenar y acabar en una ambulancia camino al hospital. Ella, sus padres y el abuelo son los protagonistas del film, en el que también tienen una importante presencia los trabajadores de ese centro médico –interpretados por doctores y enfermeros reales– donde acaban reunidos los personajes. Tuva Novotny los sigue con la cámara muy cercana, intentando escrutar sus emociones y consiguiendo una sensación de asfixia y de angustia que se transmite, como no podía ser de otra manera, al espectador. La debutante logra perturbar, a costa del riesgo que antes se citaba de acabar por ‘expulsar’ al espectador del propio relato. No hay una sensación de recreación de los hechos, se trata atrapar la verdad del momento. Y eso es lo que consigue, gracias en parte a unas portentosas interpretaciones de los cuatro protagonistas, los únicos actores profesionales del film.

La directora debutante narra la historia cubriendo esos puntos ciegos a los que hace alusión el título. Por eso no encontramos ninguna elipsis ni ningún salto temporal. Todo transcurre allí y en ese instante. La película está compuesta por los tiempos muertos de los personajes, aquellos que se suelen quedar fuera de los guiones, y que los muestra en la intimidad de su desconsuelo, sin escatimar ni un instante ni un gesto. No hay tampoco cortes, igual que la propia vida no se corta porque no tiene botón de ‘pause’ y por lo tanto no hay montaje. Porque sí, la película está rodada en un solo plano secuencia, en una virtuosa apuesta narrativa, que dura esa hora y media en la que se desarrolla la historia de sus personajes. Una decisión arriesgada pero que, en esa tercera vía antes apuntada como posible forma de enfrentarse a este brillante debut, se antoja como la más acertada a la hora de mostrar en pantalla el miedo a la muerte de un ser querido y la angustia ante un posible e incierto final.