Manu Yáñez (OUFF 2022)

Planteada como un viaje de la calma al desenfreno, O corpo aberto, la nueva película de Ángeles Huerta (autora del documental Esquece Monelos), parte de una premisa próxima al cine histórico para luego transitar hacia las agitadas aguas del fantástico. Afincada en una propuesta de corte atmosférico, la película abraza también ciertos rasgos del cine literario, como la voz en off que abre el relato y que nos presenta al personaje de Miguel, un culto y formal maestro de escuela que llega a una aldea en la Serra de Xurés, en la provincia de Ourense, con la intención de transmitir a sus asilvestrados pupilos las mieles del saber científico. O corpo aberto lleva a la pantalla el relato Lobosandaus del orensano Xosé Luís Méndez Ferrín (incluido en el libro Arraianos) y, ya en sus primeros compases, le guiña el ojo a la escritura gótica de Henry James con la aparición de un ejemplar de Retrato de una dama, un libro que pasará de las manos de Miguel a las de Dorinda, quien conformará el eje central de los diversos triángulos amorosos sobre los que pivotará la historia.

A medio camino entre el retrato antropológico de la Galicia rural de 1909 y la fábula de tintes esotéricos, O corpo aberto se asienta, a nivel formal, sobre una tendencia al claroscuro, vehiculado por la fotografía ahumada y lúgubre de Gina Ferrer García, el denso y siniestro diseño de sonido de Diego Staub y la turbadora banda sonora de Mercedes Peón. El tono enrarecido del relato se ve alimentado por imágenes tocadas por un aura gótica: las llamas de una hoguera que se reflejan sobre el ojo vidrioso de Dorinda, estampas del interior de un panal o del ojo de un caballo, o los planos subjetivos que, desde la perspectiva de personajes trastornados, desdibujan los límites de lo real. Consecuentemente, a nivel temático, O corpo aberto toma forma en el límite entre lo civilizado y lo salvaje, así como entre la razón y lo oculto (un tema muy en boga en el cine contemporáneo, como se vio en el pasado Festival de San Sebastián de la mano de The Wonder de Sebastián Lelio o en la última Mostra de Venecia gracias a la serie The Kingdom: Exodus de Lars von Trier). En términos geográficos, la idea del límite también se manifiesta cuando varios personajes se refieren a la frontera entre Galicia y Portugal como “La Raya”. A la postre, los personajes van traspasando los límites de la cordura a medida que se van desatando las pasiones: la de un marido celoso, la de un Don Juan portugués, la de una mujer que anhela amar con libertad y la de un advenedizo atrapado en un laberinto de deseo.

En su dimensión más contemporánea, O corpo aberto también atraviesa la frontera entre lo masculino y lo femenino cuando un triángulo amoroso “clásico” (formado por dos hombres y una mujer) se ve resquebrajado por la enigmática filiación de aliento romántico que se establece entre dos mujeres, la ya mencionada Dorinda (una magnética Victoria Guerra) y Obdulia. Esta última se convierte en la gran baza de la película gracias al trabajo de la extraordinaria actriz viguesa María Vázquez, cuyo talento para invocar el misterio de la conducta humana ya quedó bien patente en el cortometraje A liña política de Santos Díaz y en el largometraje Trote de Xacio Baño. Es a través de la labor de Vázquez que O corpo aberto se aproxima a la noción del empoderamiento femenino, así como a la sugerente e inquietante idea de la locura como forma de acceso a un estado de conciencia superior (una cuestión que von Trier ya estudio con ahínco en la recordada Melancolía).

Esta estimulante meditación sobre el lugar de lo femenino en un universo de tradiciones tocadas por la violencia atávica sirve de introducción a la insospechada recta final de O corpo aberto, cuando la película se desliza por una exaltada pendiente onírica. De la mesura que había imperado en los dos primeros actos del film, se pasa a un territorio de exceso, marcado por un improbable y lúdico festín de posesiones, apariciones, ataques de lascivia, estampas carnavalescas y fugas pesadillescas. Un vendaval de sinrazón al que Huerta se lanza sin paracaídas, con la convicción de quien atesora una confianza ciega en sus materiales e intenciones. Así se cierra, en forma de tiro parabólico, una película que se adentra en las profundidades de la cultura y la historia gallega para verter una luz sombría y extraña sobre la realidad contemporánea.