Víctor Esquirol (Festival de Rotterdam)

Una de las situaciones que aborda el guionista y director Vinothraj P.S. en su ópera prima es la de una familia que espera pacientemente a que unos pequeños roedores salgan de su escondrijo. Una pareja de ancianos, su hija y su nieta controlan los distintos agujeros que hay en el suelo. El plan consiste en introducir, por una de las cavidades, un manojo de ramas ardiendo. El humo resultante de dicha combustión se extenderá por el entramado subterráneo y la amenaza de asfixia obligará a los animales a exponerse a sus depredadores. Y, con esto, la comida estará servida.

Pebbles, ganadora de la Tiger Competition del Festival de Rotterdam, nos sitúa en el arduo contexto de una fuerte sequía que fustiga a una comunidad rural del estado de Tamil Nadu, situado en el sur de la India. Allí, la lucha por la supervivencia invita a afinar la picaresca, pero también a coordinarse con los demás, a hacerse fuerte como colectivo, sociedad, familia. La imagen de apertura del film es la de un nido de pájaros colgado acrobáticamente de la rama de un árbol escuálido. Una estructura precaria que depende de un equilibrio casi imposible, pero que, desafiando a la lógica, consigue aguantar las idas y venidas de estos seres alados, los cuales consiguen, también a pesar de todo, llevar comida al hogar.

En este dramático escenario, un hombre incapaz de desfruncir el ceño se dirige con paso violentamente decidido al colegio donde recibe clases su hijo. No le importa lo más mínimo el punto en el que se encuentre la lección, debe encontrar al chaval cuanto antes pues le necesita para que su madre regrese a casa. Resulta que la mujer, harta de los vicios alcohólicos y los malos tratos del marido, ha decidido regresar junto a su familia sanguínea, a su pueblo natal, que está a unos 13 kilómetros de distancia del punto de partida de Pebbles. Este recorrido del punto A al B (y de nuevo al A) es el que sienta el recorrido geográfico de un relato de base tan sencilla como complejos son casi todos los temas y situaciones que va proponiendo. Pebbles podría ser la historia de un padre y su hijo… o simplemente la de un señor y un niño cualquiera. La parquedad de palabras marca una narrativa que para nada teme a las texturas crudas. La tosquedad del soporte digital deviene una respuesta estética coherente a la rudeza de una realidad que no necesita ser contextualizada, adornada.

La sencillez en las formas sirve como carta de presentación para este ejercicio de realismo al que, no obstante, también le gusta volar. De repente, los planos fijos dejan paso a secuencias de cámara pivotante y a otras saldadas con travellings, y estas son la antesala de un montaje en el que se combina y se confronta el punto de vista subjetivo de los personajes en escena. De ahí pasamos a una serie de tomas aéreas con las que la cámara parece ocupar el lugar de un Sol de justicia, que observa y condiciona la vida a ras de suelo. Pero justo después, despertamos, aterrizamos, aunque ya no estamos en compañía de los “protagonistas” del film. En algunos tramos, Pebbles se comporta como una carrera de relevos narrativa en la que la cámara va pasando de mano en mano. En esta “película madriguera” sabemos en qué agujero nos metemos, pero no por cuál vamos a salir, ni mucho menos qué o quién estará esperándonos ahí fuera. Las bases observacionales del trabajo de Vinothraj son autosaboteadas por su el gusto por la fuga. Es como si el narrador estuviera en permanente lucha interna consigo mismo, o como si la historia de este adulto y este crío se presentara acorde a las tensiones que surgen entre ambos.

Son la calma y la tempestad, la sangre que hierbe al indignarse y la que se congela porque sabe que está a punto de recibir una reprimenda brutal. Del reposo a la acción, del cine documental a la fantasía cinematográfica para terminar instalados en una poesía detallista. Igualmente, se pasa del enfado permanente (resultado de frustraciones y desengaños sedimentados en el tiempo) a la ilusión de quien mira el mundo con ingenuidad o ganas de aprender. Pebbles esquiva algunas de las piedras que va encontrando por el camino, otras las emplea como arma arrojadiza, y otras se las guarda en una mochila que inevitablemente va pesando más y más. Pero al final del trayecto (que apenas alcanza la hora de metraje) queda el consuelo de constatar que esta carga se debe principalmente a una sabiduría ajena a frases lapidarias o los gestos ampuosos. Por el contrario, queda plasmada en la vitalidad de quien, en vez de vociferar, prefiere callar y escuchar; de quien en vez de atrincherarse contra del mundo, desea caminar libremente, ver, experimentar. Son los emocionantes primeros pasos de Vinothraj, concretados con la seguridad de las personas curtidas en la tragicomedia humana…los que siguen riendo y llorando con ella.