Víctor Esquirol (Festival de Gijón)

Las imágenes de presentación de Vaca mugiendo entre ruinas, el nuevo trabajo de Ramón Lluís Bande, que concursa en la Sección Albar del Festival de Gijón, funcionan como un testimonio espeso del transcurso del tiempo. Se trata de una serie de tomas generales, fijas, en color y alta resolución, que presentan un paisaje rural, intermitentemente tapado y descubierto por nubes pasajeras, abrazado por una bruma que opaca la visión de la cordillera montañosa que tenemos enfrente. Estamos en Asturias, territorio desde el cual Bande compone sus “documentos urgentes de actos políticos radicales” y sus “álbumes de fotos de familias muertas”. La cámara nos sitúa en las cercanías de una aldea que, desde el presente, evoca tempos y formas pretéritas, una dialéctica temporal que está en el corazón de la propuesta de Vaca mugiendo entre ruinas. Mirar al ayer para entender mejor el ahora.

Mientras, el sonido ambiente nos advierte sobre una tormenta que está a punto de llegar, sospechas que se confirman por el discurso propuesto por una voz en off masculina que nos habla de la idiosincrasia asturiana. No lo hace con propósitos etnográficos, sino más bien para juntar a un pueblo y arengarlo de cara a una batalla que está a punto de librarse. Los aproximadamente ochenta minutos de metraje restante nos invitan a retroceder casi un siglo, para instalarnos en 1937, en uno de los muchos momentos fatídicos que conformaron la Guerra Civil española. Seguimos en Asturias y ahí nos quedamos, abocados al drama histórico pero aferrados a un pueblo convencido de poder acometer lo imposible. Mientras no termina la guerra, las pocas energías que quedan se destinan a alimentar la esperanza, quizá a autoengañarse, erigiéndose como feudo inexpugnable, aguantando las embestidas de un enemigo que avanzan de forma imparable, sellando una tragedia nacional.

Vaca mugiendo entre ruinas se vive como una crónica histórica agónica. El director de Equí y n’otru tiempu, responsable de una “puesta en pantalla” que entraña labores de dirección, guion y montaje, repasa asambleas, comunicados, telegramas y piezas propagandísticas casi como si estuviera articulando un drama judicial en diferido. Como si estuviera repasando las pruebas inculpatorias de un crimen que, a día de hoy, aún no hemos logrado purgar del todo. La voz en off de Antonio de Benito transcribe, siempre en tono informativo, aunque también con una discreta emotividad, los discursos, las resoluciones y las decisiones críticas que permiten entender no solo el devenir del conflicto bélico, sino también el estado anímico de un pueblo hermanado por una sentimiento nacional y unos ideales políticos que, llegada la hora más oscura, sirven como trinchera en la que refugiarse y combatir una barbarie que asedia y arrasa con todo.

En el apartado visual, Bande se apoya con rigor preservador en un material de archivo compuesto por fotografías de Constancio Suárez y pinturas de Nicanor Piñole. Imágenes gijonenses congeladas, testigos inmóviles y silentes, pero igualmente elocuentes en su manera de ilustrar la agitación de un período funesto. Con el enemigo llamando a la puerta, surge el debate entre la necesidad de fortalecerse en la unión o de sacar el orgullo de “cantón independiente”. O, si se prefiere, las dudas entre arrimar el hombro o librarse al “sálvese quien pueda”. Angustias y tensiones refrendadas en una banda sonora que confronta la Internacional y el Himno de Riego… con el monárquico borbónico. Compases de antes y de ahora que convierten sus respectivas partituras en la Historia que se repite. Las notas devienen ecos, réplicas, cuya colisión sugiere que los callejones sin salida del presente (tensiones y recelos nacionalistas, confusión en las izquierdas y derechas, guerras sin cuartel por la conquista de un relato victorioso que no se corresponde con una realidad catastrófica) son seguramente el resultado de un camino que empezó a torcerse hace mucho tiempo. El mugido de esta vaca que pastorea entre ruinas puede ser, al fin y al cabo, un elocuente toque de alarma acerca de una inminente devastación.