Endika Rey (Festival Márgenes)

El discurso de Las Calles, la ópera prima de la argentina María Aparicio, empieza ya a fraguarse desde esas primeras imágenes del mar alrededor del cual girará toda la cinta. Estamos en Puerto Pirámides, un pequeño pueblo costero donde las calles no tienen nombres. Una profesora de instituto lanza la propuesta de bautizarlas y, para ello, crea un sistema según el cual sus alumnos se encargarán de organizar el acto de votación donde éstas quedarán designadas y, a su vez, también serán los encargados de entrevistar a los habitantes de la aldea para averiguar candidatos a posibles nombres. Basada en un suceso real, aunque hábilmente ficcionada, la propuesta de Aparicio es tan apasionante como la propia experiencia de sus protagonistas reales. Las calles reúne a tres generaciones de personas en un mismo escenario, pero también a todas aquellas ausentes. Cuando los testimonios de los habitantes más ancianos comienzan a rememorar anécdotas o los nombres de las personas más importantes para ellos en la ciudad, toda la película queda imbuida de un espíritu de realidad difícil de conseguir tan sólo a través de la ficción.

A lo largo de la película se recorre la historia de todo un país (aborígenes, crisis económicas, migraciones,…) así como de ese territorio en concreto, y el mar pasa a ser el gran protagonista: el marisco, el viento y la marea son los grandes generadores de movimiento de todo aquello que se nos cuenta. Pero ese no es el único mérito de la película: pese a que el rol de la profesora está interpretado por una actriz y hay una serie de pequeñas subtramas ficticias, las entrevistas a todo un pueblo son por lo general reales, y eso desemboca en uno de los grandes alicientes de Las Calles: la idea de que todo acto democrático es coral y, por lo tanto, una película que refleje ese acto debe también serlo. De este modo, el armazón narrativo clásico de la película se va desvaneciendo poco a poco, y todo aquello que era ficción pronto pasa a entenderse bajo el prisma de la recreación. Lo importante aquí es el conjunto y, aunque hay una mirada concluyente por parte de la directora, su voz no resuena por encima de lo retratado, manifestando la capacidad del cine para formular un encuentro justo, de igual a igual, con lo real.