Carlota Moseguí (Muestra de Cine de Lanzarote)

Un travelling filmado desde un coche que bordea el alambrado eléctrico de la ya extinguida Jungla de Calais prologa la pieza documental L’Héroique lande: la frontière brûle, dirigida por Nicolas Klotz y Elisabeth Perceval (autores de La Blessure, La cuestión humana y Low Life). Esta larga secuencia inicial deviene una coreografía de sombras y líneas horizontales que remite a la apertura abstracta de El mar, la mar de J.P. Sniadecki y Joshua Bonnetta. La existencia de un diálogo involuntario entre los dos largometrajes presentados en la séptima Muestra de Cine de Lanzarote es un hecho incuestionable. Ambos documentales ensalzan el coraje de aquellos inmigrantes que se juegan la vida por cruzar las fronteras de su país. El mar, la mar y L’Héroique lande: la frontière brûle muestran dos caras de la misma epopeya: la primera narra un viaje alucinógeno en clave pretérita, mientras que la segunda propone una crónica de la hazaña en tiempo presente.

L’Héroique lande: la frontière brûle propone una revisión desacralizada de la Eneida. Klotz y Perceval contemplan a los exiliados de Oriente Medio que se asentaron en ese no-lugar llamado la Jungla de Calais como si se tratara de aquellos troyanos del poema de Virgilio que escaparon de la guerra y fundaron Roma en el continente europeo. Así, la pareja de cineastas francesa inmortaliza el nacimiento de una nación que nunca quiso nacer. Y lo hace sin rastro de paternalismo, conformando un estudio antropológico sobre la colonia multicultural que se fundó accidentalmente en suelo francés.

Día tras día, la cámara de Klotz y Perceval sale en busca de la llama incandescente que mantiene con vida el espíritu indestructible de ese campamento, siempre capaz de resurgir de sus cenizas pese a las tentativas de las autoridades locales por desmantelarlo. Pero, desafortunadamente, la llama de los apátridas es invisible a los ojos y oídos de los europeos. Ni siquiera Klotz y Perceval logran escuchar con claridad los latidos de esa nueva nación. A pesar de su titánico esfuerzo cinematográfico, condensado en casi cuatro horas de metraje, los directores terminan exhibiendo una visión excesivamente calidoscópica de esa alma incandescente. L’Héroique lande: la frontière brûle es una inmensa vitrina por donde pasarán centenares de individuos como Dawitt, Zeid o su hermana Almaz, celebrando el milagro de la vida en pequeñas dosis.

Este film estrenado en la última edición del FIDMarseille es un compendio de secuencias de bailes, cantos vitalistas, y otros episodios íntimos que demuestran que esa nueva nación compuesta por 120.000 refugiados no decayó; más bien, sobrevivió a las peores circunstancias posibles porque se alimentaba de los sueños de su población, concretamente del deseo de reinventarse cuando les dejaran marchar a Inglaterra. A pesar de su retrato excesivamente fragmentado de la vida en el campamento, L’Héroique lande: la frontière brûle es una portentosa radiografía de ese fenómeno mágico que pudo ser algo más que una utopía fallida. Klotz y Perceval reniegan del presente por no permitir que la Jungla de Calais se convirtiera en la versión contemporánea de la Roma de Eneas.