Manu Yáñez (Festival Zinebi)

¿Cómo filmaría Robert Bresson una versión de El dinero (L’argent) en la era digital, en una realidad marcada por el uso de smartphones y transferencias bancarias electrónicas? Ese parece ser el desafío que abraza el joven cineasta suizo Cyril Schäublin en su ópera prima, la gélidamente furiosa Those Who Are Fine (Dene wos guet geit). Ambientada en la ciudad natal del director, Zúrich, una de las cunas de la Europa del Bienestar, la película entrecruza los destinos de una serie de personajes que podrían haber protagonizado una antología de cuentos de David Foster Wallace: teleoperadores, trabajadores de geriátrico, unos policías que supervisan una amenaza de bomba, los empleados de un banco… Un escenario poblado por figuras apáticas, de espíritu anestesiado, entre las que sobresale una joven teleoperadora que encarna, en toda su inexpresiva mezquindad, la hipocresía de la sociedad de consumo: mientras que, en el trabajo, “encanta” a sus interlocutores con la amistosa y sutilmente amenazante verborrea comercial, en su tiempo libre se dedica a estafar a abuelas que piensan que están ayudando a sus nietas.

La estructura fragmentaria e interconectada de Those Who Are Fine –con ecos de los 71 fragmentos de una cronología del azar de Michael Haneke– disfraza de rompecabezas lo que es en realidad una película directa y transparente, que embiste contra el corazón del sistema con una fiereza brechtiana. En el plano formal, Schäublin inventa un dispositivo consistente en contraponer, sosegada pero violentamente, primeros planos (a veces, bressonianos planos detalle de manos) y planos generales extremadamente distanciados, empleando, en ocasiones, lo que parecen ser teleobjetivos. Una discrepancia audiovisual que conecta con el estado de desconcierto y alienación de los personajes, que sólo parecen saber hablar de seguros de salud, servicios de telefonía móvil, la calidad de las zapatillas que acaban de comprarse o la herencia que seguramente no recibirán de sus abuelas.

En el rígido andamiaje formal que propone Those Who Are Fine hay poco lugar para que los personajes respiren de forma espontánea: su rol dentro de la película no da pie a dudas, incluso cuando su destino perfila un halo de esperanza para el conjunto de la sociedad. La fórmula empleada por Schäublin tiene algo de déjà vu festivalero, pero la película tiene hallazgos incontestables, como ese inquietante leitmotiv que lleva a los personajes a no recordar los títulos de las películas, canciones o exposiciones que intentan rememorar: ¿podría ser el síntoma de una aciaga generalización del trastorno por déficit de atención, generado por la adicción a los smartphone? ¿O quizá una muestra de la dislocación existencial y el vacío moral en los que habitan los personajes? En definitiva, una saludable dosis de misterio en el esqueleto de esta película programática y perturbadora.