Manu Yáñez (Festival de Cannes)

En el año 2006, una película de apariencia humilde pero de enorme hondura humana encandiló a un grupo de críticos repartidos por todo el mundo. La película se llamaba Sehnsucht, estaba dirigida por la joven realizadora alemana Valeska Grisebach y presentaba un triángulo amoroso ambientado en una zona semirural. La cinta planteaba un vertiginoso camino de ida y vuelta desde ciertos arquetipos del drama sentimental (el hombre trastornado por el deseo, la esposa devota y la amante inocente) hasta los límites de la razón y la locura. El encandilamiento que provocó aquel film generó unas ansias prematuras por ver hacia dónde podía dirigirse la obra de una cineasta de tanto talento. La espera se fue alargando y, unos años después, pocos parecían recordar la promesa de aquel diamante en bruto. La proyección de Western, en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes de 2017, supone el final de una espera de 11 años, un ejercicio de paciencia suprema que Grisebach ha recompensado con una gran película, la más deslumbrante de las presentadas hasta la fecha en el certamen francés.

De partida, cabe decir que el título de la película no tiene nada de irónico: Western es un western de pies a cabeza, con llanero solitario, caballos, forajidos, duelos, salones de bebida y juego, villanos de altura, doncellas enamoradizas y amistades irrompibles. La gran diferencia con los westerns clásicos de Hollywood es que aquí la acción transcurre cerca de la frontera entre Bulgaria y Grecia, ya en territorio búlgaro. Allí, un equipo de obreros alemanes intenta poner en marcha una planta hidráulica mientras lidia con las dificultades para comunicarse y convivir con los habitantes de la despoblada región. Como ocurría en Sehnsucht, Grisebach demuestra poseer un sexto sentido a la hora de exprimir el potencial expresivo de sus arquetípicas criaturas, siendo la más extraordinaria de todas el héroe sin nombre de la función, una figura lacónica, de andares arrastrados y enigmático pasado. Sus compañeros alemanes le llaman “el nuevo”, para los búlgaros es “el legionario”, y para el espectador cinéfilo podría tratarse del hijo bastardo del Viggo Mortensen de Una historia de violencia y del James Stewart de los westerns itinerantes de Anthony Mann.

Grisebach no pierde la oportunidad de realizar sendos comentarios sobre la realidad contemporánea e histórica de la región, un poco a la manera de Toni Erdmann (Maren Ade figura como productora del film). Los habitantes de la región muestran una fuerte suspicacia ante los “ocupantes” alemanes: dependiendo de la perspectiva, unos y otros se reparten los roles de cowboys e indios (el diálogo entre lo civilizado y lo salvaje conforma uno de los pilares temáticos del film). Mientras que, en una escena especialmente perturbadora, los alemanes se vanaglorian de “estar de vuelta… Y sólo nos ha llevado 70 años”. Sin embargo, más allá del contexto geopolítico, el corazón de Western se halla en la dimensión primitiva de sus personajes: hombres empeñados en sobrevivir en una realidad en la que se solapan los interrogantes existenciales, las encrucijadas morales, los obstáculos sentimentales y las relaciones familiares (de sangre o adoptivas). En conjunto, un verdadero tratado filosófico sobre lo que significa vivir bajo la ley del más fuerte.

Una audaz exploración de la naturaleza humana, Western cimenta su poder de fascinación en el misterio que rodea a las acciones de su protagonista, un hombre de pocas palabras que apenas puede comunicarse con sus aliados búlgaros. Un misterio que, de partida, Grisebach maneja desde las aguas del western fronterizo narrativo (con ecos que van desde el ya mencionado Anthony Mann hasta Sam Peckimpah). Sin embargo, a medida que la trama se va enmarañando, va creciendo en paralelo la fuerza observacional del film, que pone en juego, de manera soterrada, un torrente de modernidad. Así, por un lado, Grisebach se apoya en la concreción de los gestos y las acciones. Por el otro, la película presenta una cara abstracta que apunta, sin mayores aspavientos, hacia los enigmas fundamentales de la existencia. La discreta conquista de ese espacio de reflexión termina siendo el gran triunfo de esta película mayor.