Página web del Festival de Cine Europeo de Sevilla (3-11 noviembre).

BARBARA. Mathieu Amalric. 98 minutos. Francia (2017). Con Jeanne Balibar, Mathieu Amalric, Vincent Peirani.

Barbara es el retrato de una diva. Lo que ya no resulta tan evidente es qué diva de las que aparecen en la película interesa más a su director, Mathieu Amalric. Los créditos iniciales unen e igualan en importancia los nombres de la chanteuse de la que se pretende hacer un biopic y de Jeanne Balibar, la actriz que debe interpretarla, y que desaparecerá (aparentemente) en las máscaras de la ficción: por un lado, Brigitte, una actriz contratada para interpretar a la autora de L’aigle noir, y por el otro, claro, Barbara, icónico nombre con el que se inmortalizó a Monique Serf (1930-1997), poeta de voz nocturna y figura espigada que forma parte del panteón de la chanson francesa.

Durante los primeros minutos de la película, vemos a Balibar encarnando a Brigitte mientras esta prepara su personaje, documentándose sobre Barbara a través de todos los materiales a su disposición, y haciendo suyo un guion que no teme alterar según le convenga. Pero llega un punto en que la verdadera Barbara reclama un espacio en la ficción, siendo invocada a través de filmaciones de archivo; fragmentos que el montaje cose con planos dramatizados de Balibar-Brigitte, fundiendo rostros y creando una continuidad de espíritu que va más allá de semejanzas físicas y de caracterización.

Barbara no pretende contarnos la historia de una vida, sino la de una voz. O, mejor dicho, dos voces. Porque si bien los archivos gráficos permiten que la Barbara real irrumpa (e interrumpa) en el filme con toda su majestad, Barbara también documenta el aura de Balibar, su capacidad para resultar vampírica sin caer en lo literal. Y, sobre todo, deja constancia de su crecimiento como cantante. Si Pedro Costa filmó en Ne change rien su exasperante entrenamiento vocal, Amalric le da la oportunidad de graduarse, dando la réplica y midiéndose con una verdadera fuerza artística de la naturaleza. Gerard Casau

EL MAR NOS MIRA DE LEJOS. Manuel Muñoz Rivas. 93 minutos. España, Países Bajos (2017).

El mar de El mar nos mira de lejos –título inspirado en un verso de Rafael Alberti– nunca aparecerá ante nosotros, sino que permanecerá en un fuera de campo que opera de manera singular en el debut del español Manuel Muñoz Rivas, donde el mar es algo más que un elemento omnipresente. Esta ópera prima se ocupa de una ciudad mitológica, de la que todavía no se han descubierto sus coordenadas exactas. Únicamente sabemos que se sitúa en alguna parte de Andalucía, y que los griegos accedían a ella cruzando el mar. Cuenta la leyenda que Tartessos fue la primera civilización de Occidente. Según la voz en off de El mar nos mira de lejos, varias expediciones de arqueólogos se han acercado a un pueblo costero español en busca de respuestas. Desengañados, todos han abandonado el lugar días después, tras no encontrar aquello que buscaban.

Sin embargo, esa localidad andaluza que arrebata la fe a todo arqueólogo y explorador no es un lugar despoblado. La zona está habitada por unos pocos hombres, probablemente guardianes inconscientes de ese lugar sacro sumergido bajo las dunas. Un viejo pescador, su ayudante, o la chica de la que está enamorado en secreto este último son algunos de los afortunados portadores del secreto. La cámara de Muñoz Rivas –editor de films como Dead Slow Ahead, Slimane o Arraianos– acompaña a sus personajes en sus cotidianas caminatas por la playa, por el desierto, en alta mar o en el interior de sus casas, tratando de llegar a Tartassos a través de esos parajes. Como si ese pasado milenario tan sólo les perteneciera a quienes lo habitan en el presente. Carlota Moseguí

VINTERBRØDRE (WINTER BROTHERS). Hlynur Pálmason. 100 minutos. Dinamarca (2017). Con Michael Brostrup, Anders Hove, Elliott Crosset Hove.

Director islandés radicado desde hace algunos años en Dinamarca, Hlynur Pálmason llegó con esta ópera prima a la máxima competición de la edición de 2017 del Festival de Locarno. Lo hizo con una película potente y provocativa que comienza con dos hermanos trabajando dentro de una mina. El menor y más rebelde de ambos (Elliott Crosset Hoveen) no tiene demasiadas ganas de dedicarse a ese tortuoso empleo, vive obsesionado con las armas, en desarrollar distintos trucos y en sacar provecho de la venta ilegal de bebidas alcohólicas que prepara con químicos robados a la compañía que le da empleo. También está enamorado de una vecina, pero ella parece estar más interesada en el mayor de los hermanos. Con esos múltiples elementos dramáticos y un despliegue visual en el que destacan largos travellings de caminatas por los bosques nevados, Pálmason construye un mundo bastante sórdido y desolador, donde las relaciones (entre hermanos, entre hombres y mujeres, entre patrones y trabajadores) parecen estar cargadas de tensión y dureza. Más allá de un diseño de sonido algo intrusivo que apuesta al impacto, se trata de un debut prometedor. Diego Batlle

EL TALLER DE ESCRITURA. Laurent Cantet. 113 minutos. Francia (2017). Con Marina Foïs, Matthieu Lucci, Florian Beaujean.

Laurent Cantet (El empleo del tiempo, Hacia el sur) vuelve a trabajar con su coguionista habitual, Robin Campillo –que ganó el Gran Premio del Jurado en Cannes por 120 BPM–, en un film que remite de forma inevitable a La clase, que le valió la Palma de Oro en 2008. En este caso, Marina Foïs interpreta a Olivia, una escritora que viaja a La Ciotat, pequeña ciudad ubicada entre Marsella y Toulon, para dar un taller literario con siete jóvenes que, de alguna forma, representan y sintetizan la diversidad étnica y religiosa de la Francia actual.

El realizador de la notable Recursos humanos filma en El taller de escritura las discusiones entre los personajes con los mismos dispositivos que antes utilizara para las charlas estudiantiles de La clase y el resultado es (casi) igual de interesante, ya que los muchachos van exponiendo sus contradicciones y frustraciones, sus incomodidades y rencores. La segunda mitad el film se concentra más en la relación entre la profesora y Antoine (Matthieu Lucci), un joven rebelde y provocador. La tensión sexual entre ambos y las cuestiones políticas que los rodean llevan la trama hacia nuevos rumbos (no siempre del todo convincentes), aunque la película nunca pierde su intensidad, su inteligencia y su humanismo. Diego Batlle