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DEAD SLOW AHEAD. Mauro Herce. 74 minutos. España/Francia (2015).

Después de trabajar como director de fotografía en películas como Arraianos o El quinto evangelio de Gaspar Hauser, el barcelonés Mauro Herce da el salto a la dirección con esta lacónica y crepuscular odisea oceánica que somete los viejos relatos de marinos –con el Moby Dick de Herman Melville como referente ineludible– a un proceso de depuración dramática en el que la épica y la psicología son sustituidas por una misteriosa sinfonía de rituales herméticos. En este sentido, la puesta en escena de Dead Slow Ahead parece responder a un esquivo principio de extrañamiento. Sin apenas planos de situación, el monumental carguero en el que transcurre el film nunca deja de resultar un escenario desconocido, hostil, varado en una suerte de no-tiempo. Las perspectivas parciales del buque y los planos picados dibujan un intrigante rompecabezas de difícil solución. Un asombroso zoom de alejamiento sobre un gigantesco tanque donde trabaja un operario obliga al espectador a redefinir mentalmente las coordenadas espaciales del film. Y algo parecido ocurre en la filmación de una fiesta-karaoke: los flashes lumínicos, la oscuridad y las perspectivas tangenciales convierten los rostros hieráticos y las bromas sexuales de los operarios en gestos inextricables.

Una auténtica aventura para los sentidos, Dead Slow Ahead propone un vertiginoso juego de proporciones. ¿Cuántos operarios cabrían en el interior de uno de los gigantescos ganchos que llenan los depósitos del carguero? ¿Qué equivalencia podemos establecer entre la exuberante inmensidad del océano, capturada en pictóricos planos generales, y el rostro concentrado de un marino, magnificado en primer plano? Y, a la postre, ¿cuál es el lugar del ser humano en este desafío mecánico a la naturaleza? En este film donde lo digital/virtual no parece tener lugar, la relación entre los hombres y la maquinaria adquiere una cualidad fantasmagórica, arcaica. En una secuencia memorable, las voces de unos marinos que hablan por teléfono con sus familias se superponen al laberinto de tubos y engranajes del interior del buque (estampas que remiten a Syndromes and a Century, de Apichatpong Weerasethakul). El viejo conflicto entre el ser humano y el mundo industrializado –que ya fascinó al Charles Chaplin de Tiempos Modernos o al Robert Flaherty de Louisiana Story– todavía resuena en un confín inhóspito del planeta. Manu Yáñez

paradise

PARADISE. Sina Ataeian Dena. 100 minutos. Irán/Alemania (2015). Con Roya Afshar, Dorna Dibaj, Hooshang Ghovanloo.

Rodada sin el consentimiento del gobierno iraní, Paradise, opera prima de Sina Ataeian Dena, es el primer volumen de una trilogía sobre lo que el autor ha definido como “el fantasma de la violencia”. La existencia de dicho concepto se explica a partir de la pasividad o la sumisión de las víctimas, y la falta de un cuestionamiento de las tradiciones u otras normas no escritas. Ataeian Dena sitúa el epicentro de este fenómeno antropológico en su país natal, escenario del primer episodio de su trilogía. Paradise –film producido por Yousef Panahi, hermano de Jafar– está protagonizada por una veinteañera desganada, Hanieh (Dorna Dibaj), que trabaja como maestra de primaria y que no es consciente de la mala influencia que ejerce sobre el sector más indefenso de la población iraní: las niñas. La amargada docente castiga severamente a sus alumnas cada vez que éstas realizan un acto considerado indigno por el régimen; por ejemplo, pintarse las uñas o no colocarse el hiybab adecuadamente. Como mujer, Hanieh no comprende el mundo que la rodea. Aunque la joven lleva a cabo pequeños actos de rebeldía como fumar en público, raparse la cabellera o escupir a los hombres, Hanieh acata las reglas y fuerza a sus estudiantes a obedecerlas sin cuestionamiento alguno.

Día tras día, la bella protagonista esconde su hastío vital tras unas gafas gigantes y un oscuro chador. Su sueño de trabajar en la capital se ve arruinado por un kafkiano imprevisto burocrático, lo que acentúa gravemente su silencio. Empujada por el malestar, Hanieh deambula como el vampiro de A Girl Walks Home Alone at Night por una ciudad mortuoria, rodeada de grafitis de banderas americanas donde las barras se convirtieron en misiles y las estrellas en calaveras. Así, con un sutil e implacable humor negro, Ataeian Dena elabora una sátira brillante y políticamente incorrecta sobre una sociedad abatida, cuya resignación destruyó su última oportunidad de recuperar las libertades que le fueron arrebatadas. Carlota Moseguí

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FRENZY. Emin Alper. 119 minutos. Francia/Turquía/Qatar (2015). Con Mehmet Ozgur, Berkay Ates, Tülin Özen.

Galardonado con el Premio Especial del Jurado de la pasada Mostra de Venecia, este híbrido de drama social, thriller urbano y terror psicológico fue uno de los contados descubrimientos que deparó la Sección Oficial del certamen italiano. Planteada como una laberíntica inmersión en la psique de un pueblo golpeado por el desconcierto y la paranoia, Frenzy describe un periplo siniestro por los diferentes vértices de una familia disfuncional formada por un expresidiario, un hermano desaparecido, otro hermano con tendencias neuróticas y una mujer adúltera. Un crudo panorama que arranca dentro de los márgenes del realismo y que se va enrareciendo poco a poco a medida que las tensiones del contexto social –el autoritarismo del estado, la violencia terrorista, la miseria económica– van haciendo mella en el disgregado núcleo familiar. La película juega con la idea del aislamiento geopolítico a través del encierro físico de los personajes, como demuestra una intrigante escena en un cavernoso bar clandestino.

Aunque el as en la manga de Frenzy llega con la caída en la demencia del hermano neurótico, que tras tomar consciencia de lo abyecto de su profesión –se dedica a cazar perros callejeros– se precipita por una espiral de alucinaciones claustrofóbicas. En este punto, la película se hermana con la obra de Roman Polanski en su acercamiento a la psicosis, evocando de paso el imaginario de Kafka. El director Emin Alper demuestra que sabe cómo invocar un clima de catástrofe social a través de la representación de una crisis individual: una suerte de Apocalipsis privado que se proyecta al exterior bajo la forma de una confusa guerra civil. Por desgracia, Frenzy abusa de los quiebros narrativos y de unos simbolismos más bien obvios. Uno tiene la impresión de que Alper nunca termina de estar seguro de que su mensaje esté llegando al espectador. Una falta de confianza en el esqueleto de la historia que, en todo caso, no ensombrece los logros del film: su atmósfera opresiva, su narrativa envolvente y su contundente crítica social. Manu Yáñez

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DEUX RÉMI, DEUX. Pierre Léon. 66 minutos. Francia/Suiza (2015). Con

Una de las más simpáticas y sorprendentes películas de la sección Signs of Life del último festival de Locarno fue esta nueva adaptación libre que Pierre Léon hace de una novela de Fiodor Dostoievski, en este caso El doble, como ya lo había hecho anteriormente con El adolescente y El idiota. Aquí, el film se centra en Rémi, un timorato oficinista de pueblo que es pasado por alto e ignorado por todos sus colegas y que guarda un secreto amor por la hija del dueño de la empresa, pero nunca avanza ni concreta nada. Todo parece cambiar cuando, misteriosamente, aparece un hombre igual a él que se une a su oficina pero cuya personalidad –ganadora, chulesca– no tiene nada que ver con la suya. Rémi se pierde aún más, se deprime, su “otro yo” va ocupando su lugar y parece hacerlo todo mejor que él. ¿Será que también perderá a su amada ante este sujeto? Mezcla de comedia romántica y absurda con drama existencial, Leon elige contar esta historia de una manera ligera y eso la vuelve especialmente efectiva, con un gran trabajo de composición de Pascal Cervo haciendo dos personajes idénticos pero muy diferentes entre sí, uno que tiene aparentemente todo lo que al otro le falta para poder funcionar en el mundo. Ese “doble” soñado que puede terminar resultando pesadillesco… Diego Lerer