Página web de Zinebi – Festival Internacional de Cine Documental y Cortometraje de Bilbao (10-17 noviembre).

CANIBA. Verena Paravel & Lucien Castaing-Taylor. 90 minutos. Francia (2017).

Del Sensory Ethnography Laboratory de la Universidad de Harvard han surgido decenas de películas (Foreign Parts, Yumen, The Iron Ministry) que han sido consagradas en los festivales más audaces y radicales. Quizás la más conocida sea Leviathan, y Caniba supone el reencuentro entre el inglés Lucien Castaing-Taylor y la suiza Véréna Paravel para reconstruir la historia del tristemente célebre “Vampiro de Japón”, tal como lo definió la prensa sensacionalista de su época. En efecto, en 1981, Issei Sagawa conmocionó al mundo cuando se descubrió que había asesinado y luego devorado parte del cadáver de una compañera holandesa que también estudiaba Literatura Comparada en la Sorbonne de París. Sagawa fue encarcelado por el crimen, pero dos años después fue declarado trastornado y enviado a un psiquiátrico. Un fallo de la Corte de Casación le permitió regresar a Japón un año después y desde entonces vive en libertad en los suburbios de Tokio con su hermano Jun.

Antropólogos y cineastas, Paravel y Castaing-Taylor filman a un postrado Issei y a Jun con cámara en mano, primerísimos planos y mucho fuera de foco. Los Sagawa cuentan con total desparpajo sus filias y su visión del mundo. Por momentos asoma un atisbo de culpa, pero finalmente se toman todo bastante a la ligera. Ninguno parece estar en su sano juicio, aunque tienen algunas justificaciones respecto de la locura y el deseo bastante atendibles. Los directores –que en un cartel al comienzo aseguran que no quieren “justificar” al personaje por sus crímenes– incluyen imágenes de home movies familiares con ellos dos de pequeños, un manga del propio protagonista en el que dibuja y expone con detalles los hechos infames de 1981 y hasta escenas de películas pornográficas en las que participó el propio Issei. Película sobre el horror, la monstruosidad y la locura que reside en el alma humana, Caniba es una experiencia extrema y una propuesta decididamente polémica, pero no por eso cuestionable ni manipuladora. Para ver, pensar y discutir. Diego Batlle

VISAGES, VILLAGES (CARAS Y LUGARES). Agnès Varda, JR. 89 minutos. Francia (2017).

A punto de cumplir 89 años y pese a algunos problemas en la vista que se hacen explícitos durante la película, ese mito viviente del cine francés que es la directora de Cléo de 5 a 7 y Los espigadores y la espigadora presentó en el pasado Festival de Cannes este documental/ensayo codirigido con JR, un artista callejero y fotógrafo de culto en Francia. Pese a la notoria diferencia de edad (JR tiene apenas 34 años) y de estilos, ambos se admiran mutuamente y decidieron hacer un trabajo conjunto. Así, Agnès y JR viajan por todo el país en camioneta descubriendo historias de vida de gente común, fotografiándolos y pegando luego gigantografías de esas imágenes en lugares de fuertes implicancias emotivas. Tierna e hilarante, profundamente humana en la charla –por ejemplo– con las esposas de unos trabajadores portuarios, Visages, villages cierra con una visita a la casa de Jean-Luc Godard. No conviene adelantar nada sobre el resultado, pero es un momento de una intensidad desgarradora. Diego Batlle

NIÑATO. Adrián Orr. 72 minutos. España (2017)

En una de las primeras secuencias de Niñato, la cámara se instala en la habitación de tres niños pequeños que se resisten a levantarse de la cama y vestirse, un momento que debería ser un instante pero que se convierte en una larga espera, entre la penumbra de la madrugada, que dota de un carácter extraordinario la más absoluta cotidianidad. Los tres niños son Oro, Luna y Mimi. Junto a ellos, está David, un rapero treintañero, apodado Niñato, que vive junto a sus padres y hermana, y que no tiene empleo. Orr ficcionaliza la realidad: los personajes se interpretan a sí mismos y la paciencia del cineasta tanto en los tiempos de rodaje (estuvo con la familia Ransanz durante años, primero para su corto Buenos días resistencia y, ahora, con Niñato) como en los planos confieren un aura realista a la representación.

Orr cierra el encuadre sobre sus personajes. Así, el piso en el que viven parece todavía más pequeño, mientras las voces resuenan en off. En este sentido, se toma su tiempo a la hora de ir dilucidando los vínculos entre el núcleo familiar: los abuelos, la hermana, los hijos y David. Todos ellos forman una organización implacable, en que las labores se reparten, en que la madre de David le lava la ropa; en que él va a buscar a sus hijos al colegio al mediodía, para evitar así pagar el comedor escolar; y en que los dos hermanos conversan sobre cómo abordar las rabietas cada vez más constantes de Oro. Del espacio, apenas vemos algunas cosas, como las paredes del apartamento, garabateadas por los niños, grafiteadas por el adulto que no quiere crecer, o raídas por el tiempo.

Cuando Oro comienza una suerte de huelga infantil a la hora de hacer los deberes, David debe dejar de hacer honor a su apodo y ejercer su estatus de adulto y de padre. Así se compone este retrato de unos tiempos de crisis, esta brecha que ha precipitado nuevas formas de cuidado y de convivencia –los abuelos como sostén familiar–. Niñato termina erigiéndose en el retrato de una generación de treintañeros que navega sin empleos, dependientes de los padres; de la dificultad a la hora de asumir las responsabilidades de la edad adulta; y de la necesidad de recurrir a otros modelos familiares. Violeta Kovacsics

MRS. FANG. Wang Bing. 86 minutos. China, Francia, Alemania (2017).

El gran cineasta chino Wang Bing (Ta’ang, Bitter Money) regresa con un acercamiento a los últimos días de una anciana diagnosticada con Alzheimer. Un acercamiento al gran tabú de la era contemporánea que escapa de todo eufemismo estético para mirar de frente al final de la existencia. Construida a partir de unos salvajes primeros planos de un rostro paralizado, que intentan plasmar el último aliento de vida escapándose de un cuerpo humano, Mrs. Fang se halla dividida en dos partes. Por un lado, están las tomas que ocurren en el interior de la habitación donde yace la nonagenaria; por el otro, unas secuencias protagonizadas por el resto de familiares, que llevan una suerte de “vida paralela” en el mundo exterior. Wang Bing retrata la espera de la muerte como una especie de espectáculo, donde los familiares observan pasivamente, asistiendo a un ritual que, en cierto modo, remite a la última ficción de Albert Serra, La mort de Luis XIV. Sin embargo, en la rueda de prensa del film en la pasada edición del Festival de Locarno, el director de Al oeste de los raíles aclaró que su intención nunca fue dramatizar la inminente defunción de esa persona, sino poetizar la muerte mediante su misteriosa y sublime apariencia. Carlota Moseguí