Página web del Festival de Cine Internacional de Ourense.

COMO ME DA LA GANA II. Ignacio Agüero. 86 minutos. Chile (2016).

En 1985, el veterano realizador chileno Ignacio Agüero rodó Como me da la gana, un singular retrato del Chile de los años 80, en plena dictadura de Pinochet, a través de las entrevistas que Agüero mantiene con varios realizadores, interrumpidos en sus rodajes con una mezcla de ingenuidad e insolencia. Una mirada a un país que trataba de levantar la cabeza bajo un régimen sanguinario y dictatorial, buscando espacios de resistencia y pensamiento crítico en el campo artístico; los directores que aparecen son aquellos que no están en el exilio, y hacen lo imposible por trabajar “como les da la gana”. La segunda parte de aquel trabajo, Como me da la gana II, es un largometraje que retoma la idea central de aquella primera semilla para expandirla en muchas más direcciones: la cámara de Agüero no se fija solamente en los rodajes, sino que deambula por todo el país, intentando dar respuesta, o al menos formulando, de muchas y muy distintas formas, la misma pregunta: “¿Qué es lo cinematográfico?”.

Si en el cortometraje original, Agüero se limitaba a trasladar la pregunta a otros, como respuesta a la frustración producida por la censura de su primera película, en esta ocasión ensaya diversas respuestas: filmaciones de rodajes ajenos, pero también proyecciones, sus propios archivos personales, reflexiones sobre el proceso de creación de la película, talleres de cine para niños, paisajes, sonidos, memorias, o el propio proceso de construcción y debate de la película en la mesa de montaje, en una mezcla que lejos de ser azarosa va dibujando un sendero entre el pasado, el presente, la memoria y el futuro a través de las imágenes. Sin nostalgia, pero sin olvido, Como me da la gana II aborda el Chile contemporáneo a través de los retazos de películas, rodajes y recuerdos de uno de sus más precisos retratistas. Con algo del espíritu de Raul Ruiz, la película es un viaje en el que vida y muerte son categorías obsoletas, que dialogan en la creación de una nueva definición temporal y vital: lo cinematográfico como ese enclave en el que la vida alcanza un estado superior, de una belleza doméstica, cotidiana, capaz de contener en un momento los recuerdos de quienes no están y las sonrisas de quienes forjan el futuro. Gonzalo de Pedro Amatria (enlace a la crítica completa).

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EL LIMONERO REAL. Gustavo Fontán. 77 minutos. Argentina (2016). Con Germán de Silva, Patricia Sánchez, Rosendo Ruiz, Eva Bianco.

Filmar una novela es de por sí un desafío para cualquier director, pero basarse en una de Juan José Saer y, más aún, en una de sus más complejas y radicales como El limonero real, de 1974, adquiere la categoría de hazaña. El guionista y realizador Gustavo Fontán sale más que airoso porque, por un lado, tiene talento y sensibilidad; y, por el otro, porque es inteligente como para no intentar imitar o traducir al genial escritor, sino simplemente respetar su espíritu, su esencia, para luego embarcarse en un camino propio. Tras dirigir La orilla que se abisma y El rostro, Fontán se trasladó hasta una zona de islas en Santa Fe para rodar allí una historia de pérdidas, ausencias y duelos. El protagonista es Wenceslao (Germán de Silva, uno de los pocos intérpretes profesionales del elenco), un hombre que carga con la culpa de la muerte de su hijo adolescente.

Desde un amanecer hasta un atardecer, la cámara de Diego Poleri (exquisito director de fotografía) captura las experiencias cotidianas de Wenceslao: la recolección de los limones a los que alude el título, sus viajes en barco, el contacto con sus parientes, su observación de la dinámica infantil y juvenil, la preparación de la comida para una celebración de Fin de Año, un baile improvisado… El paso del tiempo, la luz del sol que se percibe entre el follaje, el calor que se intensifica en el transcurso del día, los instantes que el personaje se toma para fumar, tomar un mate o prender un fuego van conformando un universo que remite no sólo al original de Saer sino también al lirismo de directores como el maestro iraní Abbas Kiarostami. Con planos fijos, travellings o virtuosos planos secuencia, trabajando con el fuera de campo o con múltiples capas de sonido, Fontán logra seducir y fascinar. Es un cine con mínimos conflictos (al menos de una forma explícita y evidente) que apuesta a construir con paciencia atmósferas, a transmitir las sensaciones, los estados de ánimo de sus personajes en contacto con lo agreste, con la naturaleza salvaje. Cine y poesía unidos con el sello de un director con vuelo propio. Diego Batlle (enlace a crítica completa).

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LAS PLANTAS. Roberto Doveris. 90 minutos. Chile (2015). Con Violeta Castillo, Mauricio Vaca, Ernesto Meléndez. Presentada Fuera de Competición.

La protagonista de Las plantas, ópera prima de Roberto Doveris, se llama Flor y debe cuidar de un hermano que está en estado vegetativo, aunque en realidad el título de la película hace referencia a un cómic en el que, al caer la noche, las plantas se adueñan del cuerpo de los humanos. Mezclando un retrato semi-realista de la vida cotidiana de Flor y unas fugas hacia el ámbito de lo fantástico –un poco a la manera del cine de Apichatpong Weerasethakul–, Las plantas explora el Santiago de Chile actual desde una perspectiva extrañada. El arranque de la película es toda una declaración de intenciones: el montaje se entrecorta, los diálogos se solapan creando una sinfonía críptica, los planos parecen tomados desde el punto de vista menos privilegiado de la acción. El conjunto remite a una versión hiperbólica del cine de la argentina Lucrecia Martel, aunque también recuerda al estilo de la chilena Dominga Sotomayor.

A medida que avanza el relato, la puesta en escena se va “normalizando”, aunque conserva hasta el final un halo de misterio: pese a seguir muy de cerca las peripecias de la protagonista, nunca llegamos a familiarizarnos del todo ni con ella ni con los escenarios del film. Como las hermanas de Mi vecino Totoro de Hayao Miyazaki, los hermanos de Las plantas tienen a su madre hospitalizada. Desatendida, Flor navega por su adolescencia buscando refugio entre sus insustanciales amistades, disfrazándose de sus personajes de cómic favoritos y, finalmente, explorando su incipiente sexualidad. A partir de un determinado momento, Flor inicia una serie de citas con desconocidos a los que convoca por Internet y a los que observa desde detrás de su portal de cristal: un juego de exhibición y poder que tendrá inciertas consecuencias. La película sabe extraer de estos encuentros una cierta belleza, esquivando la tentación del sensacionalismo, y también logra hilvanar de un modo natural las diferentes caras de la poliédrica personalidad de Flor. Por momentos, Las plantas parece algo constreñida en su diálogo con ciertos referentes fílmicos, pero el conjunto resulta lo suficientemente interesante como para esperar con ilusión los próximos trabajos de Doveris. Manu Yáñez (enlace a la crítica completa).

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O CINEMA, MANOEL DE OLIVEIRA E EU. João Botelho. 80 minutos. Portugal (2016). Con João Botelho, Mariana Dias, Leonor Silveira, Miguel Nunes. Presentada Fuera de Competición.

Una inquietante fotografía de 1980, en la que aparecen Manoel de Oliveira y João Botelho, inaugura este memorable ensayo-homenaje al maestro portuense fallecido en 2015. El retrato, en blanco y negro, muestra al autor de Acto da Primavera –por aquel entonces ya septuagenario– vestido con una sotana junto a un jovencísimo Botelho. Como explica, a continuación, el director de O Cinema, Manoel de Oliveira E Eu, la imagen fue tomada antes de que Oliveira interpretase al cura que absolvía al personaje de Fernando Pessoa en una de las primeras obras de Botelho, titulada Conversa acabada. Aunque el título de este documental y su prólogo puedan confundir, el film no es una mera representación de la estrecha relación entre ambos realizadores portugueses. En realidad, del amor incondicional de Botelho hacia el hombre que fue su padrino cinematográfico –además de un gran amigo y habitual colaborador– surge la necesidad de hacer público todos los consejos y las lecciones que le transmitió en vida, durante décadas y décadas.

O Cinema, Manoel de Oliveira E Eu es una suerte de masterclass sobre el cine de Oliveira, impartida por uno de los mayores admiradores y expertos en la materia. El director de Filme do Desassossego detalla las mayores obsesiones de Oliveira, así como sus secretos, las innovaciones técnicas que aportó al séptimo arte, e, incluso, anécdotas morbosas de los rodajes que compartieron. Para incrementar el placer cinéfilo del espectador, dicha información, narrada mediante la voz en off de Botelho, está acompañada por un exquisito repertorio de escenas de la obra de Oliveira que acreditan el informe oral. Por otro lado, el documental también sugiere una interesante reflexión sobre la distinción entre directores y maestros. Según el modesto Botelho, los cineastas –como él– son aquellos que dirigen películas; en cambio, los maestros –en este caso, Oliveira– son quienes hacen cine, es decir, quienes escriben la Historia del Cine. Botelho cierra este film sobre el legado de Oliveira con una inesperada recreación de lo que pudo haber sido la película maldita del maestro. En este último homenaje, Botelho se apropia del guión de A Raparinga des luvas, transformándolo en un cortometraje mudo, en el que, por supuesto, no podía faltar la actuación de una de las musas de Oliveira, Mariana Dias. Carlota Moseguí