Dede arranca con un grupo de jóvenes volviendo de la guerra que ha dividido al país. Devienen tiempos de cambio, pero ninguno de los personajes está preparado para ellos. Todavía viven bajo la sombra de sus usos y costumbres, donde la superstición se mezcla con la rigidez y el folclore es sagrado en todo el sentido de la palabra. La comunidad de Ushguli se encuentra en una región montañosa del Cáucaso, frecuentemente aislada por su difícil acceso. La belleza de los parajes, registrada con detenimiento y mimo (e, importante, sin efectismos de postal), contrasta con las arduas condiciones de vida de sus habitantes. El frágil equilibrio de su supervivencia hace que respetar la tradición sea algo fundamental, y quien se opone a ésta pone en jaque a toda la aldea. Así, los momentos de conflicto de Dede están hilvanados con una serie de rituales, donde la mirada antropológica y documentalista de Mariam Khatchvani se acerca a los mismos con cuidado en vez de retratarlos con soberbia o distancia. La protagonista, Dina (Natia Vibliani), un trasunto de la abuela de la propia directora, no es ninguna heroína feminista, pero sí una víctima fácilmente identificable de la violencia que ejercen las instituciones contra las mujeres. Tampoco es Antígona, pero sí una mujer que intenta zafarse de las leyes de los hombres, siempre bajo la amenaza latente de terminar asumiéndolas como propias. David San Juan Bayón

Programación completa de la sala Zumzeig