Carlota Moseguí

Al principio de los ochenta y ocho minutos de bacanal adolescente que componen Der Nachtmahr, aparecen unos intertítulos escritos en inglés que contrastan con el alemán que se habla durante el resto de la cinta. El autor pide disculpas por el sonido desmedido y por el parpadeo de las luces de una discoteca, agresiones que podrían provocar un ataque epiléptico a los espectadores. Poco después, el narrador se arrepiente de sus advertencias y añade: “Anyway, this film has to be played loud…” (“En todo caso, esta película tiene que verse con el volumen alto…”). Tras la declaración de intenciones, esta película presentada en la sección Cineasti del Presente arranca en plena rave berlinesa con una apertura similar a la de Victoria de Sebastian Schipper.

A medida que progresa la fiesta, advertimos que estas imágenes de adolescentes en bikini drogándose y bailando bajo los focos fluorescentes son una recreación explícita de Spring Breakers. Un homenaje al film de Harmony Korine que luego transita hacia el terror psicológico a través de la inclusión de un elemento fantástico: Tina (Carolyn Genzkow) advierte una presencia monstruosa que la ha estado siguiendo desde que llegó a la fiesta. Después de este acelerado y breve prólogo, Der Nachtmahr se construye a partir de una serie de alucinaciones que padece la adolescente a diario. Por un extraño milagro que nunca será explicado, Tina sobrevive a un atropello y es presa en un eterno estado pesadillesco. En este sentido, el segundo largometraje del pintor y escultor Achim Bornhak –conocido internacionalmente como Akiz– juega a ocultar la verdad para alimentar el enigma. Al desconocerse las causas que explicarían el fenómeno paranormal que está experimentando la protagonista, el espectador deberá lidiar con una sensación de incertidumbre que irá in crescendo hasta su hermético desenlace.

La bacanal adolescente de "Der Nachtmahr" recuerda a la de "Spring Breakers" de Harmony Korine.

La bacanal adolescente de “Der Nachtmahr” recuerda a la de “Spring Breakers” de Harmony Korine.

Der Nachtmahr es la primera parte de una futura trilogía titulada “Birth, Love and Death” y se hace fuerte en su negativa a explicarse racionalmente. Poco importa si la joven de diecisiete años está muerta y vaga por un limbo intangible como el espectro de Enter the Void, si está experimentando un delirium tremens debido al consumo de drogas o si existe de verdad el ente amorfo que la persigue. Der Nachtmahr –título que hace referencia al cuadro “La pesadilla” de Heinrich Füssli– es una historia de terror sobre la capacidad del cerebro para (auto)engañarnos.

Durante la tercera jornada de festival también tuvo lugar la premiere de Recollection, un film de carácter experimental sobre la manifestación de otro tipo de espejismos. En Signs of Life, la sección no-competitiva más radical del certamen, pudo verse esta insólita ópera prima de Kamal Aljafari, una collage compuesto de extractos de filmaciones amateurs o de directores de Hollywood que comparten un único elemento: sus localizaciones, en la ciudad (hoy) israelí de Jaffa, ya no existen. Sin apenas diálogos ni acción, Aljafari ha creado una obra que destaca por su inconmensurable valor histórico. Este ejercicio sobre la capacidad del cine de crear fantasmagorías recuperando la memoria de un lugar evoca el testimonio de la desaparición del antiguo barrio del Raval del documental En construcción de José Luís Guerín (cineasta que este fin de semana también presentará su último proyecto, L’Accademie delle muse, en Signs of Life).