Tratándose de una producción de Ulrich Seidl que lleva a la pantalla The Children of the Dead, la novela de Elfriede Jelinek (La pianista), sorprende que Die Kinder der Toten sea una película cargada de humor; y lo cierto es que éste no es particularmente cruel. El film, dirigido a cuatro manos por la estadounidense Kelly Copper y el eslovaco Pavol Liska, parte efectivamente de la idea de los muertos vivos; idea que, al situarse en la Estiria austríaca, es el territorio perfecto para volver sobre el pasado nazi. Así, jugando con imágenes filmadas en Súper 8, los tiempos se cruzan y los límites también. Adoptando las formas del cine silente, escuchamos el sonido ambiente pero no las voces de los protagonistas, cuyas líneas de diálogo descubrimos en intertítulos. Actores no profesionales y formatos diversos dan a la película una textura que dialoga con las filmaciones caseras y el cine de serie B, lo que cuadra perfectamente con el acercamiento a un pasado oscuro y al género. Muertos que reviven, momentos musicales, un autobús de turistas holandeses (muy identificables por sus inconfundibles pelucas rubias), todo puede ser materia de humor en el que el bajo presupuesto en modo alguno se confunde con una lógica amateur. Formal y temáticamente, Die Kinder der Toten está poblada de hallazgos que trascienden los límites de la ortodoxia fílmica, allí donde la risa deviene un germen catártico, sublevado y transgresor. Fernando E. Juan Lima

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