En un cerebral ejercicio de estilo brechtiano protagonizado por un magnífico reparto (Nicole Kidman, Paul Bettaly, Lauren Bacall, James Caan, por citar algunos), el danés Lars Von Trier muestra, una vez más, la peor cara de la naturaleza humana. Lo plasma desde la concisión escenográfica y narrativa. Nada escapa a Dogville, la población: un espacio encerrado en un escenario invisible, delimitado por líneas blancas en el suelo y decorado con los mínimos elementos. El pueblo, hastiado por su cíclica rutina, es repentinamente iluminado por la aparición de una desesperada fugitiva, Grace (extraordinaria Nicole Kidman), a quien gracias a Tom (Bettany), con delirios de moralista, acordarán proteger a cambio de colaborar en tareas domésticas. Lo que empieza como una relación equilibrada de servicios y favores, irá derivando lenta e inevitablemente en injusticia y abusos, generados por una sensación generalizada de superioridad hacia la desamparada joven. Esta se limitará en acusar los golpes, descubriendo lo relativo de algo como la bondad. En Dogville, Von Trier demuestra una vez más que, bajo esa apariencia dura, cruel y directa, se esconde un humanista desencantado que, como Grace, está poco dispuesto a olvidar ni perdonar. Júlia Gaitano

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