Dos metros de esta tierra serían suficientes para mí”, escribió el poeta nacional palestino Mahmud Darwich. Muy cerca de su tumba en Ramala, durante una tarde de verano, se prepara un festival de música en un teatro al aire libre que será retransmitido por la televisión. Ahmad Natche, hijo de emigrantes palestinos en España, volvió a sus orígenes para filmar esta película, estrenada en competición en el prestigioso FIDMarseille, que reflexiona políticamente sobre los vínculos que nos unen a la tierra . El retrato de Natche, que no conoció su país de origen hasta que tuvo 20 años, es de una sencillez y un respeto tal que deviene en un gesto político de primer orden: la posibilidad de crear belleza en un territorio dominado por el dolor, la guerra y la injusticia. El retrato aparentemente anodino y casual de los preparativos de un festival de música popular en Ramallah, en los que se congregan artistas, técnicos, paseantes y periodistas se convierte en esos dos metros de tierra con los que retratar el caos brillante de flores multicolores, un retrato insólito de una Palestina azotada, no solo por la violencia, sino también por la violencia de los clichés mediáticos, y que aquí se descubre vivrante, feliz incluso, y deseosa de disfrutar al menos de un metro cuadrado de tierra.

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