El danés Nicolas Winding Refn llevaba toda una vida demostrando que lo suyo era el reciclaje áspero y maximalista de referentes cinéfilos: Scorsese en la trilogía de Pusher, Lynch en Bronson, Tarkovski y Richard Fleischer en Valhalla Rising. Pero tuvo que irse a Los Angeles para encontrar el escenario y las texturas que le dispararían al panteón del cine de culto. La imagen de Ryan Gosling flotando por los fosforescentes pero desangelados pasillos de una ciudad imaginaria, enfundado en una chaqueta con un estampado de escorpión, es ya todo un hito de la chulería fílmica. Desde los títulos de crédito iniciales –que guiñaban el ojo a Risky Bussines– hasta una trama en la que convergían el Driver de Walter Hill y el laconismo de Jean-Pierre Melville, Winding Refn convertía el préstamo en arte, el robo en un camino hacia la apoteosis del estilo. Lo sublime en cada imagen. MY

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