Nominado al Oscar a mejor película extranjera y premiado en el pasado Festival de Cannes, este tercer largometraje del colombiano Ciro Guerra tras La sombra del caminante y Los viajes del viento se ha convertido en uno de los exponentes del nuevo cine latinoamericano con mayor repercusión internacional. Un logro que no siempre tiene que ver con la calidad (las modas y el marketing suelen jugar un papel importante), pero que esta vez sí está en sintonía con sus méritos artísticos. Guerra rodó con bellísimas imágenes en blanco y negro –en una pantalla ancha que pide a gritos su visión en salas de cine– este relato épico de espíritu herzogiano (hay algo de Fitzcarraldo y, sobre todo, de Aguirre, la ira de Dios) sobre la relación durante más de treinta años –las subtramas principales que se van presentando de forma paralela transcurren en 1909 y 1940– entre dos científicos (uno alemán y uno estadounidense) y Karamakate, un chamán, último sobreviviente de su tribu, que acompaña a un etnobotánico llamado Evan en un viaje al corazón de la selva en busca de la yakruna, una milagrosa planta curativa de las profundidades del Amazonas de la que sólo el curandero conoce sus secretos.

Hablada en dialecto original de la zona, El abrazo de la serpiente resulta una hermosa, evocativa y en muchos pasajes fascinante exploración sobre el choque de culturas, tradiciones y religiones, así como la fuerza de la naturaleza salvaje. Entre el cine espiritual, el etnográfico y el de aventuras, se trata de un film con muchos más hallazgos que lugares comunes y que significa un salto de calidad del cine latinoamericano a la hora de abordar sin pintoresquismos for export sus mitos y tradiciones ancestrales.