Carlota Moseguí

Underground Fragrance, ópera prima del artista chino Pengfei –asistente de dirección de los últimos trabajos de Tsai Ming-liang–, arranca de forma muy similar a Dream Land, la película camboyana que nos cautivó en la pasada edición del Festival de Locarno. Ambas películas dan comienzo con un personaje que enseña un apartamento de lujo a unos posibles compradores. Domicilios para multimillonarios construidos en nuevas metrópolis, cerca de Pequín y Nom Pen. Ambos cineastas utilizan la expansión de las urbes hipermodernas para trazar una parábola que vincula ese crecimiento espacial con la involución personal que sufren sus habitantes: cuanto más se amplía la ciudad, más vacíos se sienten sus habitantes. Sin embargo, a diferencia de Dream Land, los protagonistas de la sobresaliente Underground Fragrance –presentada en la sección Venice Days– no forman parte de la élite social que goza de los privilegios de la globalización. Youg Lee y la bella Xiao Yun viven en una ciudad subterránea –situada en las cloacas de Pequín– que en tiempos de guerra se usaba de refugio contra los bombardeos.

Como la familia de mendigos de Stray Dogs de Tsai Ming-Liang –que vivían en los rincones más miserables de Taipei y tenían empleos degradantes–, esta pareja de inmigrantes intentan sobrevivir bajo tierra trabajando en la superficie: ella de bailarina de striptease, y él comprando y vendiendo muebles de segunda mano. No obstante, Pengfei no se recrea, como Tsai, en la exhibición de la pobreza extrema. El punto de partida de Underground Fragrance es presentar una historia de amor platónico que nunca florece a causa de la globalización. En este sentido, Pengfei utiliza la ceguera temporal que sufre el personaje masculino tras un accidente laboral como una metáfora de la imposibilidad de verse, encontrarse y amarse en una ciudad superpoblada.

Julianno Cazarré en "Neon Bull (Boi neon)" de Gabriel Mascaro.

Julianno Cazarré en “Neon Bull (Boi neon)” de Gabriel Mascaro.

La gran sorpresa del Festival de Venecia llegó el tercer día del certamen de la mano de Gabriel Mascaro. El director brasileño, galardonado en 2014 con una Mención Especial del Jurado de Locarno por Ventos de Agosto, presentó otra de sus magníficas docuficciones en la sección Orizzonti. Siguiendo un estilo muy próximo al cine de Roberto Minervini, Neon Bull (Boi neon) describe la monótona cotidianidad de un hombre, Iremar (Julianno Cazarré), que se dedica al cuidado de bueyes. El protagonista había dejado atrás su sueño de convertirse en diseñador de alta costura, pero con la revalorización de la profesión textil se armará de valor para retomar su ambición adolescente.

Neon Bull nos lleva hasta la zona más desértica del norte de Brasil, sin embargo, el lugar no está filmado con la paleta de colores que suele predominar en los paisajes áridos. Diego García –director de la maravillosa fotografía del último film de Apichatpong Weerasethakul, Cemetery of Splendour– es el responsable de esta mirada brillante y multicolorista de las arenas brasileñas y los neones que impactan sobre los cuerpos de bueyes y hombres durante la noche. Esta fotografía e iluminación (nunca vistas en la filmografía anterior de Mascaro) no es una simple ornamentación exótica, pues, como ha señalado el propio autor, la aparición de esos nuevos colores en el desierto simboliza la esperanza y la ilusión que invade a los habitantes de esa región tras el boom de la economía textil.