La historia es conocida y su desenlace, también. Tal como contó Man on Wire, el oscarizado documental de James Marsh, el equilibrista y artista circense francés Philippe Petit alcanzó la fama y el reconocimiento mundial en 1974, cuando se balanceó y caminó durante 45 minutos en una cuerda floja atada entre las dos Torres Gemelas del World Trade Center, a más de cuatrocientos metros de altura y sin red que lo protegiera ante una eventual caída. Esa anécdota es la que recrea Robert Zemeckis (“Regreso al futuro”, “Forrest Gump”, “Náufrago”) en “El desafío (The Walk)”.

El primer acto del film tiene regusto a “relleno”, un simple anticipo para el plato fuerte que reserva el relato para más adelante. La apertura corre a cargo de Petit (Joseph Gordon-Levitt), quien habla desde la Estatua de Libertad para recapitular sus orígenes personales y vocacionales, incluyendo la falta de apoyo de su familia y la relación con su flamante novia y su “maestro” Papa Rudy (Ben Kingsley, en el enésimo papel con acento estrambótico de su carrera). En un lejano pero fundamental segundo plano de esa primera escena pueden verse las Torres Gemelas. Que la imagen final funda a negro sobre los monumentales edificios demuestra que Zemeckis entiende la lógica vehicular de los géneros norteamericanos. Al fin y al cabo, “El desafío (The Walk)” toma como modelo una historia clásica de superación para ser en realidad otra cosa, en este caso una suerte de “homenaje” a las Torres, pero sobre todo una elegía a un tiempo de inocencia pasado que empezó a irse el 11-S y está cada día más lejos de volver.

El film se vuelve definitivamente más interesante en su segunda mitad, cuando replica el modelo narrativo de la película de robos, con el proceso de reclutamiento de la banda, los preparativos, los inevitables imponderables y toda la tensión durante “golpe”. Golpe en el sentido más delictivo del término, ya que, vale aclararlo, Petit realizó su gracia sin autorización alguna, lo que le valió una cantidad importante de cargos policiales levantados a raíz de la enorme repercusión mediática. A lo largo de este tramo, Zemeckis saca el máximo provecho del 3D ampliando la sensación de peligro inminente ante el vacío, convirtiendo “El desafío (The Walk)” en una de las pocas películas cuya magnitud sensorial y emocional se amplía gracias a las dichosas gafitas.